?Decidir o pactar?
Una de las caracter¨ªsticas esenciales de la propuesta del lehendakari Ibarretxe para la reforma del Estatuto de Gernika es el intento de integrar la estrategia soberanista del nacionalismo en un proceso pol¨ªtico que, por su respeto formal a la legalidad, pueda ser pactado con las fuerzas pol¨ªticas espa?olas y las instituciones del Estado. El procedimiento de revisi¨®n planteado por el lehendakari parte del supuesto de que una interpretaci¨®n abierta de la Constituci¨®n y del Estatuto de Gernika, en particular de sus disposiciones adicionales, permitir¨ªa un desarrollo normativo adecuado para hacer realidad el principio de autodeterminaci¨®n, entendido en t¨¦rminos de ¨¢mbito vasco de decisi¨®n.
La contradicci¨®n entre la autonom¨ªa y la soberan¨ªa no puede resolverse en las urnas
De asumir una lectura ¨²til de la Constituci¨®n, tanto Euskadi como Navarra, en virtud de sus derechos hist¨®ricos, no ser¨ªan en realidad sino cuerpos pol¨ªticos soberanos yuxtapuestos al Estado, con capacidad para fijar los l¨ªmites de su autogobierno y sus relaciones mutuas al margen de los preceptos constitucionales. El proyecto de Ibarretxe asume esta tesis como fundamento de un proyecto que supera el marco auton¨®mico previsto en la Constituci¨®n. Por eso, partiendo del procedimiento de reforma planteado en el Estatuto para su modificaci¨®n, el proceso desemboca en un nuevo marco jur¨ªdico-pol¨ªtico que, en virtud del proceso de actualizaci¨®n de los derechos hist¨®ricos, se sit¨²a al margen del T¨ªtulo VIII de la Constituci¨®n.
En el modelo de libre asociaci¨®n de la naci¨®n vasca, Euskadi seguir¨ªa sin embargo compartiendo con un ¨²nico Estado global una comunidad de instituciones -Corona, Cortes Generales y Gobierno en materias comunes- y unos valores constitucionales b¨¢sicos. ?ste ser¨ªa el sentido atribuido al principio de soberan¨ªa compartida; en realidad, una co-soberan¨ªa en materias comunes, resultando Euskadi soberana en el ¨¢mbito de sus competencias propias. Euskadi constituir¨ªa realmente el Estado en su ¨¢mbito territorial, dada la naturaleza pol¨ªtica de su haber competencial; pero no ser¨ªa un Estado en sentido estricto. De ah¨ª que, en el contexto europeo, ¨²nicamente se reivindique un 'estatus de regi¨®n o naci¨®n asociada'.
En la perspectiva del constitucionalismo ¨²til, la aplicaci¨®n de este modelo de naci¨®n asociada s¨®lo requiere una convenci¨®n constitucional que recoja y desarrolle el aut¨¦ntico esp¨ªritu de la Constituci¨®n. El acuerdo para desarrollar esta convenci¨®n depende, sin embargo, de un pacto de voluntades con los partidos en las Cortes espa?olas (y no s¨®lo de un posible acuerdo en Euskadi, como desea el nacionalismo), pacto que se encuentra con dos obst¨¢culos fundamentales. El primero est¨¢ ligado a la continuidad de la violencia. El PNV destaca en este punto por la negativa a subordinar la din¨¢mica pol¨ªtica a la previa erradicaci¨®n de la violencia, argumentando que el logro de la paz est¨¢ inseparablemente asociado a la superaci¨®n del conflicto pol¨ªtico. Este planteamiento choca frontalmente con la posici¨®n fijada conjuntamente por PP y PSOE en el Pacto Antiterrorista, en el que se condiciona cualquier di¨¢logo pol¨ªtico para una posible reforma del marco institucional a la inexistencia de la violencia.
No se trata, sin embargo, del ¨²nico obst¨¢culo. Uno de los rasgos esenciales del proceso planteado por el lehendakari es obviar, en el proceso de reforma, lo que desde el nacionalismo se percibe como un obst¨¢culo insuperable: la ratificaci¨®n del proyecto por el pueblo espa?ol. Este aspecto es importante para entender la naturaleza del pacto propuesto. No se trata, en este sentido, de un pacto entre distintas naciones para conformar un Estado com¨²n sino, por el contrario, de un pacto de una de las naciones en liza con el Estado.
Este rasgo del proyecto refleja una de las limitaciones esenciales de la propuesta desde un planteamiento democr¨¢tico. Aun cuando su predisposici¨®n fuera favorable al acuerdo, los partidos y las instituciones espa?olas no pueden asumir el riesgo de promover un cambio de esta envergadura en el sistema pol¨ªtico -el paso de un modelo auton¨®mico a uno basado en el reconocimiento de la soberan¨ªa vasca- sin el correspondiente refrendo del pueblo al que representan. De persistir la violencia y reproducirse la situaci¨®n de conflicto pol¨ªtico, temblar¨ªan los propios cimientos de la existencia de estos partidos e instituciones.
La ausencia de perspectivas de superaci¨®n del escenario de violencia y conflicto caracteriza, sin embargo, el proyecto del lehendakari. Ibarretxe no ofrece, en este sentido, sino esperanzas en lo relativo a la cuesti¨®n de la violencia, suponiendo que la aceptaci¨®n de un proyecto soberanista acabar¨ªa marginando a los grupos que la sustentan. Lo mismo sucede en lo relativo a la situaci¨®n de la comunidad vasca de Navarra, sin otra perspectiva de soluci¨®n a sus reivindicaciones que un cambio de actitud del Gobierno de la Comunidad Foral que permita desarrollar los 'instrumentos de relaci¨®n que decidan establecer libremente los propios ciudadanos y ciudadanas' de Euskadi y Navarra; no ofrece tampoco un acuerdo definitivo de integraci¨®n en Espa?a, sino un pacto temporal para la convivencia, sujeto al permanente derecho de decisi¨®n del pueblo vasco.
La propuesta tampoco aborda las consecuencias pol¨ªticas, potencialmente conflictivas, del paso de un modelo auton¨®mico a otro soberanista. La ruptura del principio de unidad de soberan¨ªa no nos sit¨²a al pueblo vasco y al Estado como ¨²nicos titulares de la soberan¨ªa sino que nos remite, por el contrario, a la existencia de distintos pueblos soberanos, cada uno de ellos con derecho a un marco espec¨ªfico de autogobierno. En sociedades pluriculturales y plurinacionales, y la vasca tambi¨¦n lo es, esto obliga a distinguir aquellas materias de orden territorial, propias del conjunto de los ciudadanos, de aqu¨¦llas que, por estar vinculadas al orden cultural, corresponden en exclusiva a las personas que participan de una cultura determinada. Un modelo de distribuci¨®n de poderes que contemple la dimensi¨®n territorial est¨¢ abocado a institucionalizar una pol¨ªtica cuyo eje central de legitimaci¨®n y adhesi¨®n sea la pertenencia a un grupo de identidad nacional o cultural y no a una com¨²n ciudadan¨ªa.
No parece, por tanto, viable un proyecto de soluci¨®n al problema vasco que no contemple tres cuestiones esenciales: de una parte, la imposibilidad de avanzar en el di¨¢logo pol¨ªtico sin un acuerdo previo para una estrategia compartida de erradicaci¨®n de la violencia; de otra, la necesidad de ofrecer un horizonte de estabilidad al conjunto de la sociedad, tanto en Euskadi como en Espa?a, lo que supone asociar la aceptaci¨®n del principio del derecho a decidir de los ciudadanos vascos, o de la posibilidad de desarrollar f¨®rmulas de relaci¨®n pol¨ªtica con el Estado diferentes a las previstas en el modelo auton¨®mico, a una reforma de la Constituci¨®n en la que el nacionalismo tambi¨¦n asuma compromisos (por ejemplo, la aceptaci¨®n de procedimientos pactados respecto a las mayor¨ªas necesarias para iniciar y ratificar procesos de reforma que afecten a la relaci¨®n entre Euskadi y el Estado); finalmente, una cuesti¨®n que nadie parece querer abordar, a pesar de afectar a las minor¨ªas pol¨ªticas tanto en Euskadi como en Navarra, el reconocimiento de formas de autogobierno cultural, de base personal y no territorial, a las distintas comunidades culturales y nacionales, como instrumento necesario para un ejercicio pleno y efectivo de sus derechos civiles y pol¨ªticos.
Un dato novedoso del discurso pol¨ªtico en los ¨²ltimos a?os ha sido la creciente disposici¨®n de las fuerzas pol¨ªticas a apelar a la sociedad para dirimir sus diferencias. Sin embargo, la contradicci¨®n entre autonom¨ªa y soberan¨ªa no puede resolverse en las urnas, obligando a la poblaci¨®n a decidir entre proyectos incompatibles. La sociedad no debe aceptar ese reto; al contrario, debe recordar a los partidos que es a ellos a quienes les corresponde pactar las bases pol¨ªticas que sigan haciendo posible la convivencia.
Luis Sanzo es soci¨®logo y autor del libro El pueblo vasco y la autodeterminaci¨®n.
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