?El primer Estado posislamista laico?
Puede parecer una contradicci¨®n. M¨¢s a¨²n si se trata del pa¨ªs que hizo la revoluci¨®n isl¨¢mica, Ir¨¢n. Y, sin embargo, es la posibilidad que puede representar su actual presidente, Mohamed Jatam¨ª, que empieza hoy una visita oficial a Espa?a, preparada con mal pie protocolario. Jatam¨ª no es la mejor, sino la ¨²nica esperanza para Ir¨¢n, aunque su futuro no est¨¢ asegurado y, de hecho, este impulsor del 'di¨¢logo de civilizaciones' desde su discurso ante la tumba de Goethe en Weimar, busca fuera apoyo para fortalecerse dentro. La inclusi¨®n de Ir¨¢n en el eje del mal de Bush -otra diferencia con Europa- no favorece a Jatam¨ª, sino a los conservadores.
Lo que est¨¢ ocurriendo en Ir¨¢n es una de las experiencias m¨¢s apasionantes del mundo moderno, de lo que el soci¨®logo estadounidense Peter Berger llama 'visiones de una modernidad alternativa isl¨¢mica'. De lo que ocurra con Jatam¨ª pueden depender otras experiencias, incluso en ese Estado socialmente isl¨¢mico pero constitucionalmente secular que es Turqu¨ªa, en el que, sin embargo, pueden ganar las elecciones del 3 de noviembre unos islamistas que se han renovado, y ya no hablan de sus minaretes como 'bayonetas', sino de libertades y de integraci¨®n en una Europa que no quiere a los turcos dentro. Si las presiones de los militares alejan a estos islamistas del sistema, la dif¨ªcil relaci¨®n entre islamismo y democracia quedar¨ªa da?ada.
Quiz¨¢s Ir¨¢n pueda mostrar una v¨ªa propia hacia la modernizaci¨®n (que no occidentalizaci¨®n). Ehsan Naraghi, hoy consultor de la Unesco, que conoci¨® al sha, vivi¨® las c¨¢rceles de la revoluci¨®n islamista y hoy apoya a Jatam¨ª, cree que Ir¨¢n puede convertirse en el 'primer pa¨ªs laico del mundo musulm¨¢n'. En Ir¨¢n, las libertades est¨¢n recortadas, y el peso del clero conservador oprime. La lapidaci¨®n de ad¨²lteras sigue siendo una regla, y las mujeres en la calle han de llevar el atuendo musulm¨¢n. Ahora bien, otra cara de la realidad iran¨ª es que, en contraste con los tiempos del sha, hoy en las universidades iran¨ªes estudian m¨¢s mujeres que hombres, y est¨¢n m¨¢s integradas en la vida profesional.
Jatam¨ª (reelegido con un 77% de los sufragios en 2001) despert¨® enormes ilusiones, pero ha defraudado y su indefinici¨®n entre los conservadores y los reformadores le ha hecho perder pie en una sociedad compuesta en m¨¢s de la mitad por j¨®venes que no conocieron la revoluci¨®n de 1979. Se puede ver superado por la ola social. Sabe que no puede ya navegar como un corcho, sino que tiene que plantarle cara al clero conservador, en particular al Consejo de los Guardianes (formado por seis mul¨¢s y otros tantos juristas, nombrados por el ayatol¨¢ Jamenei, poder teocr¨¢tico y real) que, frente a Jatam¨ª, ha hecho un mayor uso de su derecho de veto religioso sobre la vida del pa¨ªs, al echar atr¨¢s leyes mandadas por el Parlamento, cribar las candidaturas en unas elecciones que tienen una cierta pluralidad y controlar la justicia de forma represiva. Finalmente, el verano pasado Jatam¨ª plante¨® un pulso a los Guardianes al exigir la aprobaci¨®n de dos leyes: una para aumentar los poderes del presidente y otra para poner fin al poder de veto del Consejo sobre los candidatos a elecciones. Si el Consejo de los Guardianes acaba vetando estas leyes, Jatam¨ª puede hundirse, dimitir o provocar una explosi¨®n social. En esas dos leyes se juega mucho futuro Ir¨¢n -donde la separaci¨®n entre Estado y poder eclesi¨¢stico ser¨ªa factible- y el conjunto del magma isl¨¢mico.
Aunque quiz¨¢s tenga raz¨®n el ministro de Exteriores brit¨¢nico, Jack Straw, diputado laborista por un distrito electoral (Blackburn) que tiene 23 mezquitas y 25.000 musulmanes, cuando sostiene (Prospect, octubre de 2002) que pronto veremos en Europa partidos de Democracia Isl¨¢mica, como, no hace tanto tiempo, surgieron de Democracia Cristiana. Si no lo logra en Ir¨¢n o en Turqu¨ªa quiz¨¢s es en Europa donde el multifac¨¦tico islam encuentre v¨ªas propias a la modernidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.