Trece ni?os muertos y 18 sepultados en un colegio italiano
Los equipos de rescate escuchan las voces de los peque?os encerrados bajo las ruinas
Equipos de rescate excavaban anoche con las manos, en un clima de gran tensi¨®n, entre los escombros de la escuela de San Giuliano di Puglia, en el centro-sur de Italia, que se vino abajo por una fuerte sacudida s¨ªsmica atrapando a 56 ni?os y seis adultos. A ¨²ltima hora de ayer hab¨ªan sido extra¨ªdos los cad¨¢veres de 13 ni?os, mientras 25 peque?os fueron rescatados con vida, ocho de ellos heridos graves. Anoche era incierta la suerte de 18 peque?os y de una maestra, todav¨ªa atrapados entre las ruinas el edificio. Otras dos mujeres fallecieron en San Giuliano al derrumbarse sus casas.
El terremoto, que alcanz¨® los 5,4 grados en la escala de Richter y sacudi¨® toda la regi¨®n del Molise (en el sureste italiano) a las 11.32, caus¨® sobre todo da?os humanos y materiales en esa peque?a localidad, donde se situ¨® el epicentro.
En San Giuliano, a poco m¨¢s de 200 kil¨®metros al sureste de Roma, la poblaci¨®n entera, apenas 800 personas, rodeaba llena de angustia, las ruinas del edificio escolar, situado en la calle principal del pueblo, un conjunto de casas articulado en torno a una sola calle. Un espect¨¢culo dantesco, porque el edificio de tres pisos, construido en los a?os cincuenta, se pleg¨® sobre s¨ª mismo cuando la tierra tembl¨®, atrapando a 56 alumnos, cuatro maestras y dos bedeles. La escuela alberga a ni?os de infantil, primaria y el ciclo superior. El edificio se convirti¨® en una trampa mortal para los alumnos de primaria, atrapados entre las ruinas del techo y de dos paredes, la frontal y la exterior. No obstante, un portavoz de los bomberos se mostr¨® anoche esperanzado, ya que, dijo, un grupo de ni?os hab¨ªa podido protegerse en una c¨¢mara de aire creada entre los bloques de cemento. Los alumnos mayores y los m¨¢s peque?os, de infantil, pudieron ser rescatados con relativa facilidad.
Los equipos de rescate se manten¨ªan anoche en contacto con los peque?os gracias a un t¨²nel excavado entre los escombros. Sus voces se o¨ªan a trav¨¦s de las ruinas. Un cord¨®n de carabinieri rodeaba a las decenas de bomberos y miembros de protecci¨®n civil que excavaban con medios mec¨¢nicos y con las manos fren¨¦ticamente, bajo potentes focos a medida que se hac¨ªa de noche y con la ayuda de perros especializados. La angustia era palpable entre los vecinos del pueblo, la mayor parte con hijos, nietos, primos o conocidos entre los peque?os sepultados. Una angustia te?ida de esperanza porque a media tarde fueron rescatados con vida cuatro peque?os m¨¢s.
En el pueblo la gente aseguraba que hab¨ªa sido un error enviar a los ni?os a la escuela. Una mujer de mediana edad se desesperaba culpando a las autoridades por no haber cerrado a tiempo el centro de ense?anza. "El p¨¢rroco lo ha dicho. Pero ?c¨®mo han mandado a los ni?os a la escuela?", repet¨ªa, esperando noticias de su hija peque?a. Lo cierto es que el terremoto avis¨® con una sacudida consistente en torno a las tres de la madrugada del jueves. Pero nadie hizo caso. La segunda sacudida, a las 11.33, traer¨ªa la desgracia a San Giuliano.
Todo ocurri¨® en unos segundos. Un fuerte estruendo dio paso a una sacudida fort¨ªsima que dur¨® apenas cuarenta segundos. Los vecinos de Campobasso, la capital del Molise, situada a unos 220 kil¨®metros al sureste de Roma, y los de localidades circundantes como Larino y Termoli salieron despavoridos de oficinas, casas, supermercados, tiendas, escuelas y hospitales. El vicepresidente de la regi¨®n, Aldo Petriciello, fue el primero en advertir de la magnitud de la cat¨¢strofe en el pueblo, asegurando que hab¨ªa muertos.
El Ministerio del Interior instal¨® una unidad de crisis en Roma y envi¨® hacia Campobasso y San Giuliano decenas de equipos de auxilio, algunos con tiendas de campa?a para alojar a la poblaci¨®n de la zona afectada, unas 2.500 personas obligadas a dormir a la intemperie por el riesgo que presentan sus viviendas. Con o sin tiendas, para los vecinos de San Giuliano se abr¨ªa una noche de angustia, al aire libre, esperando que las voces infantiles que se escuchan de cuando en cuando, entre el ruido de los escombros retirados, no callen para siempre.
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