Gracias, monse?or
Despu¨¦s de 13 a?os dando clases de religi¨®n cat¨®lica en un instituto p¨²blico de su di¨®cesis, me toca decir adi¨®s, no sin antes darle las gracias. Gracias por confiar en m¨ª en el pasado y proponerme ante la Administraci¨®n como profesor, pero gracias sobre todo por desconfiar de m¨ª (y de todo el colectivo de profesores de religi¨®n) en el presente. Ha sido esta desconfianza permanente, traducida en contratos eternamente temporales, sin garant¨ªas de continuidad y acompa?ada de sutiles y continuas amenazas, lo que me ha llevado a buscarme la vida en otra cosa.
Durante estos 13 a?os me he dedicado por entero a mis alumnos como profesor de religi¨®n, como tutor en ocasiones, y siempre como educador, en el amplio sentido del t¨¦rmino. He disfrutado ense?ando, asumiendo los retos que implica la educaci¨®n en estos tiempos, reflexionando de modo permanente sobre la pr¨¢ctica, aportando lo mejor de m¨ª mismo. Pero gracias a su desconfianza y a la de sus hermanos obispos me he visto abocado a afrontar mi vocaci¨®n de educador desde otra especialidad diversa de la religi¨®n. Mi pasi¨®n por la educaci¨®n tiene que ser compatible con mi responsabilidad como padre de tres ni?as. Es por ello que durante a?os me he privado de vacaciones, de descanso y de sue?o para sacar unas oposiciones en otra especialidad, ya que ustedes no aceptan oposiciones para profesor de religi¨®n. Hoy, por fin, encuentro la estabilidad laboral que ustedes siempre me negaron, pese a las permanentes reivindicaciones del colectivo. Me llevo conmigo las amenazas de despido y el miedo pasado. Quedan en mi cuerpo 28 d¨ªas de huelga de hambre reivindicando esta misma estabilidad.
Supongo que todo esto le suena a chino, se?or obispo. Ustedes no saben lo que es pagar un piso, no saben de hijos ni de n¨²meros rojos a fin de mes, no saben de precariedad ni de incertidumbre, ustedes nunca han pasado miedo pensando en el pan de ma?ana. Ustedes oyen cosas, pero ustedes no entienden. Y espero que sea as¨ª. Porque si de verdad entienden, apelo a su responsabilidad, no ya como obispo, sino como persona. ?C¨®mo tolera que en su di¨®cesis se amenace a los profesores de religi¨®n? ?Por qu¨¦ permite la permanente incertidumbre en que vive este colectivo? ?Por qu¨¦ ha apoyado de modo expl¨ªcito y claro ese contrato basura que deja a los profesores sin la protecci¨®n propia que merece cualquier trabajador de este pa¨ªs? Ser¨¦ todav¨ªa m¨¢s claro: ?c¨®mo consiente que cada curso se reduzca horario y sueldo a ciertos profesores de religi¨®n?, ?por qu¨¦ ha cesado a padres y madres de familia simplemente porque no son de su cuerda? S¨ª, ya s¨¦ que nunca dicen ustedes que ¨¦se sea el motivo, tampoco suelen confesar los verdaderos motivos los empresarios sin escr¨²pulos y los explotadores. Hay mil razones para despedir a la gente honesta y cr¨ªtica. Monse?or, el da?o no es menor porque se haga sin hacer ruido, con gesto amable y con clergyman.
Me resisto a creer que su postura sea definitiva. Conf¨ªo en que usted y sus hermanos obispos reconsiderar¨¢n el asunto. Espero que su sensibilidad humana se imponga sobre la insensibilidad de quien dirige una instituci¨®n.
Me despido de usted como profesor de religi¨®n, pero como creyente seguir¨¦ reclamando su responsabilidad. No es suficiente tener cara de buena persona y hablar con 'sensibilidad' de lo humano y lo divino. Hacen falta gestos, hechos que muestren que ustedes creen en lo que dicen. De lo contrario se constituyen en esc¨¢ndalo para las gentes de buena voluntad y para los muchos creyentes que les tenemos por pastores.
No hay mal que por bien no venga. Paradojas de la vida: despu¨¦s de lo mucho que he pasado como profesor de religi¨®n cat¨®lica, hoy, al despedirme, debo darle las gracias.
Antonio F. Gonz¨¢lez P¨¦rez ha sido hasta este curso profesor de religi¨®n en un centro de M¨®stoles.
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