El sue?o de la pureza produce monstruos
Escribe Zygmunt Bauman: 'Los grandes cr¨ªmenes a menudo parten de grandes ideas. Entre esta clase de ideas, el primer puesto corresponde a la visi¨®n de pureza'. La idea de pureza, la aspiraci¨®n a la coherencia, el deseo de identidad, la b¨²squeda de armon¨ªa... grandes ideas que hist¨®ricamente han impulsado grandes horrores. 'Un d¨ªa habr¨¢ que escribir un libro sobre la voluntad de pureza y c¨®mo esta produce siempre en todas partes la misma concatenaci¨®n asesina', se?ala por su parte Bernard-Henri L¨¦vy. As¨ª es. La construcci¨®n de un mundo limpio, transparente, predecible y ordenado es una aspiraci¨®n caracter¨ªstica de la modernidad, aspiraci¨®n que puede descubrirse en la base de todos los casos, que son muchos, de genocidio moderno. El sue?o de la pureza es el sue?o del orden natural de las cosas. Es la aspiraci¨®n a construir un orden definitivo, eliminando de una vez y de ra¨ªz todo aquello que introduce o sostiene la amenaza a nuestras seguridades: la incertidumbre, el azar, el conflicto, la divisi¨®n. Y de entre todas, la principal amenaza a nuestra seguridad procede del extra?o.
El extra?o es todo aquel que no encaja en nuestro mapa cognitivo, moral o est¨¦tico del mundo. Pero este no encajar tiene un sentido extremadamente fuerte, absoluto. No se refiere a un problema de interpretaci¨®n, de entendimiento, como puede ocurrir en tantas ocasiones con las costumbres o los estilos de vida de los extranjeros. Lo extranjero tiene su lugar propio, aunque no sea el nuestro; pero lo que caracteriza a lo extra?o es que aparece en el lugar que no debe. Por eso la categor¨ªa de extra?o es distinta de la de extranjero, aunque en tantas ocasiones las tomemos como sin¨®nimos. El problema no son los extranjeros que contin¨²an si¨¦ndolo a¨²n cuando est¨¢n entre nosotros (turistas o trabajadores invitados), como no lo son aquellos extranjeros que adoptan, porque quieren y pueden, nuestras formas y normas (deportistas de ¨¦lite o artistas nacionalizados), sino aquellos otros que habitan entre nosotros sin dejar de ser -porque no quieren o, casi siempre, porque no pueden- dejar de ser otros. El extra?o es ese pr¨®ximo que rechazamos como pr¨®jimo, ese vecino que no aceptamos como parte del nosotros.
Pero existe una relaci¨®n directamente proporcional entre la intensidad del deseo de alcanzar la pureza y la capacidad de se?alar elementos de impureza en la realidad, realidades impuras caracterizadas como obst¨¢culos a superar en el camino para lograr el ideal. Al igual que ocurre con la anorexia -tal vez la m¨¢s moderna de las enfermedades, hasta el punto de que s¨®lo puede existir en sociedades altamente modernizadas-, quien aspira al ideal de pureza nunca tiene suficiente. Cuanto m¨¢s fuertemente aspiramos a la coherencia, en mayor medida descubrimos signos de incoherencia. Cuanto m¨¢s ordenamos, m¨¢s desorden descubrimos. Cuanto m¨¢s limpiamos, m¨¢s suciedad encontramos. La mirada de la pureza sobre la realidad no cesa de descubrir elementos que no encajan en su ideal.
En el fondo, estamos ante una tentaci¨®n totalitaria: lo m¨¢s caracter¨ªstico del pensamiento totalitario es que no deja lugar leg¨ªtimo alguno a la alteridad y a la pluralidad. 'Ordenar -se?ala Bauman- 'significa hacer la realidad distinta a como es, libr¨¢ndose de aquellos de sus ingredientes que se consideran responsables de la impureza, la opacidad o la contingencia de la condici¨®n humana. Una vez uno se ha adentrado en este camino, tarde o temprano tiene que llegar a la conclusi¨®n de que se debe negar la ayuda a algunas gentes, expuls¨¢ndolas o destruy¨¦ndolas en nombre de un bien mayor y de una mayor felicidad para el resto'.
Cuando fallan las estrategias de normalizaci¨®n del otro, cuando su extra?eza se muestra irreductible, la ¨²nica salida es su desaparici¨®n. Cuando no se puede integrar mediante alguna forma de reducci¨®n, se acaba recurriendo a la eliminaci¨®n. Por eso, de la pureza a la limpieza (¨¦tnica) no hay m¨¢s que un paso. Un paso demasiado corto. Un paso demasiado f¨¢cil de justificar.
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