Shanghai, el cambio de China
Con un crecimiento del 16% anual, el doble de la media nacional, esta ciudad lidera el viaje hacia el capitalismo chino
La vitalidad de Shanghai est¨¢ por encima de cualquier descripci¨®n. Envuelve, fascina y da una nueva perspectiva de la capacidad humana de reinventarse. Shanghai, cuna del Partido Comunista de China (PCCh) hace 81 a?os, ha logrado con sus luces de ne¨®n y sus impresionantes rascacielos embrujar a todo el liderazgo chino y lanzarlo enloquecido por la senda del capitalismo con disfraz de socialismo chino. Pero el milagro m¨¢s deslumbrante de Shanghai es, sin duda, la alegr¨ªa con que sus habitantes se toman el cambio. Una alegr¨ªa que contagia y da cuenta de la nueva revoluci¨®n que vive el viejo puerto, cuyo exotismo fue explotado al m¨¢ximo a principios del siglo XX por las potencias occidentales que, en su empe?o por conquistarlo, lo convirtieron en el ed¨¦n de Oriente.
Aunque parezca incre¨ªble, el crecimiento econ¨®mico de Shanghai durante la ¨²ltima d¨¦cada ha sido cercano al 16% anual, el doble de la media nacional, y los planes hasta 2020 que cuentan sus dirigentes dan v¨¦rtigo. Todo se multiplica, desde las inversiones extranjeras hasta los kil¨®metros de carreteras, de v¨ªas para metro y trenes de cercan¨ªas e incluso de puentes, con uno proyectado de 32 kil¨®metros de longitud que unir¨¢ la vecina provincia de Zhejiang y dos islas del delta del Yantze con Shanghai.
Sin duda, la estrat¨¦gica situaci¨®n de Shanghai en la boca del delta del r¨ªo que comunica, a trav¨¦s de sus tranquilas aguas navegables, la China profunda con la China abocada al mar, abierta y emprendedora, facilita el despegue alucinante de Shanghai, por cuyo puerto transitaron en 2001 el 23,6% de todas las importaciones y exportaciones de China.
Shanghai ha creado su propio Manhattan. No es una isla, sino simplemente la otra orilla del r¨ªo Huangpu, que hasta la d¨¦cada de los noventa era un campo con unas casuchas. Ahora se mira orgullosa en el bosque de rascacielos que se refleja en el agua. En Pudong, como se llama esta zona econ¨®mica especial que alberga el coraz¨®n financiero de la ciudad, est¨¢ la torre de Jin Mao, el tercer edificio m¨¢s alto del mundo, en el que se ha instalado, entre los pisos 54 y 87, un hotel de cinco estrellas. Los arquitectos de mayor renombre internacional se dan cita en Pudong.
Todo ese voluntarismo que se respira a una y otra orilla del Huangpu ha hecho mella en la Oficina de la Candidatura de Shanghai a la Exposici¨®n Universal de 2010. El subdirector de ¨¦sta, Huang Yaocheng, hace una minuciosa descripci¨®n de lo que supondr¨¢ para 'Shanghai y para el mundo' el conseguir esta meta. 'Si Pek¨ªn ha logrado ser la sede de los Juegos Ol¨ªmpicos de 2008, Shanghai sue?a con otro gran evento internacional', se?ala Huang, que promete 'sin la m¨¢s m¨ªnima exageraci¨®n' una cifra r¨¦cord de visitantes a la exposici¨®n: '70 millones de personas'.
Como el reloj gigante que marcaba en la plaza pequinesa de Tiananmen los segundos que faltaban para que Hong Kong volviese aquel primero de julio de 1997 a la soberan¨ªa china, otro reloj marca en la entrada de esa oficina los d¨ªas que faltan para la votaci¨®n, que ser¨¢ el 3 de diciembre.
Fan Zonglin, subdirector de Informaci¨®n de la alcald¨ªa, rechaza que la ciudad se haya beneficiado de que el liderazgo actual chino proceda de Shanghai -tanto el presidente, Jiang Zemin, como el primer ministro, Zhu Rongji, fueron sus alcaldes- y descarta que el destello de la ciudad pueda languidecer o reducir sus planes de mejora cuando la llamada banda de Shanghai pierda el poder en el XVI Congreso del PCCh que comienza el viernes. 'Shanghai no teme nada', dice.
De momento, la renta per c¨¢pita de los shanghaineses alcanza los 4.500 euros anuales, cuatro veces la media nacional, y afirma su vicealcalde Zhou Mujiao que para el a?o 2005 la habr¨¢n doblado. El ¨²nico lamento que se escucha en Shanghai es el temor a que la falta de profesionales, desde abogados hasta economistas pasando por ingenieros, arquitectos o profesores, y de personal cualificado frene el ritmo del desarrollo. La municipalidad ha puesto en marcha todo un programa para que 'vuelvan a casa' los universitarios que salieron a estudiar a otros pa¨ªses y no volvieron. 'Ofrecemos el mismo sueldo, adem¨¢s de una bonificaci¨®n para instalarse de 30.000 euros a los m¨¢s cualificados y con menos de 55 a?os de edad', asegura Fan. Al llamamiento ya han acudido unos 20.000 chinos, que en una buena parte se hab¨ªan instalado en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas en EE UU, Australia y Europa.
Alfredo Pastor, decano de la Escuela Internacional de Negocios Chino-Europea, que cuenta con cerca de 6.000 alumnos, afirma que las familias en Shanghai 'tiene una aut¨¦ntica obsesi¨®n por la educaci¨®n de los hijos'. Pastor, espa?ol de nacionalidad, sostiene que 'en el siglo XXI no se puede analizar la situaci¨®n mundial sin China'. Y a?ade: 'Occidente no puede ignorar si a China le va bien o mal, y lo que a Occidente le interesa es que a China la vaya bien'.
La transformaci¨®n urban¨ªstica de este viejo puerto de callejuelas abigarradas de tenderetes y ropa tendida, donde siempre fue dif¨ªcil caminar por los muchos viandantes y las bicicletas, es tan brutal que en el coraz¨®n del viejo Shanghai, en una esquina del rebautizado tras el triunfo comunista en 1949 como Parque del Pueblo, se ha levantado el Centro de Planificaci¨®n Urban¨ªstica. Una enorme maqueta del Shanghai de 2020 informa a los 16 millones de habitantes, y especialmente advierte a los siete millones de habitantes del centro, de lo que va a suceder con sus viejas casas.
En menos de una d¨¦cada, m¨¢s de un mill¨®n de habitantes del centro de Shanghai han sido instalados en bloques de apartamentos en la periferia de la ciudad y otros tantos lo har¨¢n en los pr¨®ximos a?os. Amplias avenidas, cinturones de autopistas, puentes y extensas zonas verdes y de recreo sustituir¨¢n, al mismo ritmo que lo est¨¢n haciendo ahora, a las casas de dos pisos de altura y tejados grises del viejo Shanghai.
Los afectados no parecen lamentarlo demasiado. 'He pasado hambre, he trabajado duro, pero ahora vivo tan bien que hasta pienso en comprarme un coche', dice entre risas Ye Guorong, de 74 a?os. Los desplazados reciben un apartamento nuevo del doble de metros cuadrados, algo de dinero y si pierden el empleo -la mayor¨ªa son peque?os comerciantes- se les garantizan 15 a?os de cotizaci¨®n a la Seguridad Social, lo que autom¨¢ticamente les concede una pensi¨®n al jubilarse.
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