Qu¨¦ raro es el arte
Se levanta el tel¨®n y aparece, gigantesca, la Emperatriz de Triana, los brazos abiertos, moviendo levemente las caderas a comp¨¢s. Y eso es el flamenco.
Manuela Carrasco no necesita ni moverse para ser el flamenco. La llaman la diosa del baile flamenco. Termina el espect¨¢culo y su presencia sobrenatural sigue all¨ª, su embrujo no se ha ido.
Es la estela de la pureza, dice Jes¨²s Quintero. Tal vez, aunque la palabra se las trae. Pero qu¨¦ m¨¢s da c¨®mo se llame: clasicismo profundo, sentimiento desatado, esencia sin efectismos... Manuela Carrasco para el tiempo en el agujero negro de su gitaner¨ªa. Ella es la flamencura, su arte y su misterio. Su solera. Y quiz¨¢ alguna cosa m¨¢s que no es posible decir con palabras.
El mundo, el demonio y la carne
Baile: Manuela Carrasco. Cante: Chocolate, Jos¨¦ de la Tomasa, La Negra, T¨ªa Juana la del Pipa, Enrique El Extreme?o y otros. Toque: Joaqu¨ªn Amador y otros. Teatro Alb¨¦niz. Festival de Oto?o. Madrid, 6 de octubre.
Dirige el espect¨¢culo Quintero, al que se puede reprochar que d¨¦ doctrina y agite caducas banderas gitanistas, pero tambi¨¦n agradecerle la sobriedad, la brevedad, la verdad de todo lo que pasa en el escenario; por la inmensa categor¨ªa de los cantaores que cantan para Carrasco; por la recuperaci¨®n del esp¨ªritu del viejo cuadro de tablao con la m¨¢xima calidad (?c¨®mo bailan esas dos viejitas de Jerez con sus pololos y sus fajas!). Y quiz¨¢, y sobre todo, por devolver la naturalidad y el sabor de esa imagen casi perdida en la memoria: los cantaores gritando el cante de pie frente a la bailaora, comi¨¦ndosela a cantes.
Y qu¨¦ cantes. Ninguno fue redondo, pero en todos hubo destellos. La siguiriya de Chocolate. La sole¨¢ de Jos¨¦ de la Tomasa. El voz cazallera de T¨ªa Juana la del Pipa. Los tangos bereberes y calorros de La Negra. Las buler¨ªas de El Extreme?o...
Carrasco apenas se mueve de su sitio: torea en un ladrillo. Para, templa y manda. Deja cinco o seis zapateados llenos de m¨²sica, dulzura, medida y genio. Da dos patadas por buler¨ªas, baila por sole¨¢ y brilla en la siguiriya. Apenas media hora. Y todo, sin una carrera ni un desplante de m¨¢s ni una exhibici¨®n de t¨¦cnica gratis ni una argucia ni una propina demag¨®gica para quedar bien. No fue su mejor noche, pero ?acaso Paula triunfaba cada tarde?
El p¨²blico, quiz¨¢ un poco desconcertado ante un espect¨¢culo tan cl¨¢sico y tan breve, sal¨ªa m¨¢s noqueado que feliz. El arte es a veces as¨ª de raro.
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