El Goncourt y los otros
Los premios literarios ya no son lo que eran. El Goncourt, el m¨¢ximo galard¨®n de la novel¨ªstica francesa, sol¨ªa abrir, no hace mucho, el telenoticias de las 13.00 horas del d¨ªa 28 de octubre (fecha de la concesi¨®n del premio); hoy, la televisi¨®n francesa ha relegado la noticia al final del espacio, entre los deportes y el parte meteorol¨®gico. Y eso, en un pa¨ªs que se prepara para panteonizar (el 30 de este mes) al autor de Los tres mosqueteros, no deja de ser algo inquietante.
El Goncourt de este a?o lo han dado a Les ombres errantes, de Pascal Quignard, un libro que, curiosamente, no es ninguna novela, hasta el punto de que los miembros de otro jurado literario, el M¨¦dicis, lo hab¨ªan seleccionado para el premio de ensayo... Josyane Savigneau (Le Monde) se pregunta si el jurado del Goncourt no habr¨¢ abandonado su visi¨®n convencional, estrecha, naturalista, de la literatura, para sumarse al amplio, abierto, generoso, anticonvencional presente novel¨ªstico. Pero la periodista no tarda en desechar esa posibilidad para reconocer que el Goncourt es, en esencia, 'el resultado de unas maniobras editoriales', y que este a?o el premio le tocaba a la editorial Grasset (editora del libro de Quignard, si bien ¨¦sta propon¨ªa para el premio otro autor de la casa: Yann Moix) porque llevaba cinco a?os sin ganarlo, para jorobar a su rival Gallimard (que lo gan¨® tres veces en cuatro a?os), y para demostrar que Grasset, filial de Hachette (propiedad del Grupo Lagard¨¨re, el mayor editor de Francia), es la que corta el bacalao.
Todo ese tinglado de vanidad, prepotencia, y dinero entre editoriales rivales, grandes y chicas, no tendr¨ªa mayor importancia de no ser porque unos cuantos lectores, yo entre ellos, abrig¨¢bamos la esperanza de que el Goncourt de este a?o lo ganase Tigre en papier, la novela de Olivier Rolin (Seuil, 268 p¨¢gs., 18 euros).
Rolin no es ning¨²n desconocido para el lector espa?ol: Meroe (Anagrama), Paisajes originarios (Seix Barral) y Siete ciudades (Peninsula) son una peque?a muestra de su calidad como novelista y cronista literario. Pero Tigre en papier es mucho m¨¢s ambicioso. Una primera lectura de la novela podr¨ªa etiquetarla como una cr¨®nica reiterativa, que gira sobre s¨ª misma, de las actividades de un grup¨²sculo mao¨ªsta en la Francia del presidente Pompidou; una cr¨®nica muy parisiense, muy localizada, y de escaso inter¨¦s para el lector espa?ol, ajeno a la letra peque?a de aquellos a?os turbulentos (mayo de 1968).
Pero tambi¨¦n puede leerse de distinta manera. Puede leerse como la novela de una orfandad, de una juventud de vencidos, a la b¨²squeda del padre que nunca conocieron. Na?tre juste apr¨¨s Vichy, tu sais, donne des envies d'¨¦pop¨¦e, dice el narrador (Rolin). Nacer justo despu¨¦s de Vichy, recelando de los intelectuales que publicaron y estrenaron sus obras bajo los nazis, de Maurice Thorez, que a diferencia de otros l¨ªderes comunistas que lucharon contra los nazis, se pas¨® toda la guerra en Mosc¨² -Maurice Thorez-Maurice Chevalier, ?a c'est la France! ?a c'est Paris!-, todo ello lleva a ciertos j¨®venes a transformarse en aprendices de b¨¢rbaros, a radicalizarse, a convertirse en disc¨ªpulos de Mao Zedong, a tragarse sus estupideces, porque as¨ª se rebajaban, y de eso se trataba, de repudiar su inteligencia, por burguesa; de repudiar la belleza, por ins¨®lita, frente al gris de 'las masas'. Estos grup¨²sculos se cre¨ªan los herederos de la Francia resistente y como tales actuaban, con nocturnidad y alevos¨ªa, invent¨¢ndose sus propias epopeyas, esa guerra que no hab¨ªan vivido. La guerra de los padres. Como el padre de Rolin, oficial de m¨¦dico, que luch¨® en la Resistencia y que morir¨ªa al poco de nacer el novelista en otra guerra, fea, colonial. En Indochina.
Tigre en papier es la novela del hijo hu¨¦rfano al padre que no tuvo. Es la novela del hijo hu¨¦rfano de una Francia que no conoci¨®. Es la novela de una camarader¨ªa y una amistad entre vencidos (novela de militantes, t¨¦rmino que hoy carece de sentido). Y por encima de todo es la novela de la fe en la literatura, la literatura como medio para escaparse de la barbarie y de la autocompasi¨®n. Una novela, una literatura que gira sobre s¨ª misma, como la DS con que el narrador da vueltas por la periferia publicitaria de un Par¨ªs bloqueado; una literatura, una novela que busca una salida, fuera de la estrechez, del convencionalismo del Goncourt. Como hacen otros escritores honestos, tambi¨¦n aqu¨ª.
P. S. Escucho Neofatxes globals (en Jocs, el nuevo disco de Llu¨ªs Llach). La canci¨®n va dedicada a los peperos. 'S¨®n m¨¦s polits que els seus pares / i es disfressen amb plomes de Harvard / per¨° si arriba el poder, ad¨¦u Proust, ad¨¦u Brecht...'. ?A qu¨¦ Proust se refiere? ?Al pr¨ªncipe de Guermantes en la boda de la hija de Aznar? ?A la se?ora Verdurin, ministra de Cultura? ?O acaso se refiere a la pareja de homosexuales de la Guardia Civil? En cuanto a Brecht, el martes fui a ver La ¨®pera de cuatro cuartos en el teatro Fabi¨¤ Puigserver. Alusiones a la enoooorme bandera, al Gibraltar espa?ol, al Opus, a los curas castrenses de la gloriosa Cruzada, a los curas ped¨®filos, a la boda del Pr¨ªncipe... y el p¨²blico se lo pasaba en grande. Deseng¨¢?ate, Llach: Proust con la Guardia Civil y Brecht con el PP est¨¢n hoy mejor que nunca.
Los premios literarios ya no son lo que eran. El Goncourt, el m¨¢ximo galard¨®n de la novel¨ªstica francesa, sol¨ªa abrir, no hace mucho, el telenoticias de las 13.00 horas del d¨ªa 28 de octubre (fecha de la concesi¨®n del premio); hoy, la televisi¨®n francesa ha relegado la noticia al final del espacio, entre los deportes y el parte meteorol¨®gico. Y eso, en un pa¨ªs que se prepara para panteonizar (el 30 de este mes) al autor de Los tres mosqueteros, no deja de ser algo inquietante.
El Goncourt de este a?o lo han dado a Les ombres errantes, de Pascal Quignard, un libro que, curiosamente, no es ninguna novela, hasta el punto de que los miembros de otro jurado literario, el M¨¦dicis, lo hab¨ªan seleccionado para el premio de ensayo... Josyane Savigneau (Le Monde) se pregunta si el jurado del Goncourt no habr¨¢ abandonado su visi¨®n convencional, estrecha, naturalista, de la literatura, para sumarse al amplio, abierto, generoso, anticonvencional presente novel¨ªstico. Pero la periodista no tarda en desechar esa posibilidad para reconocer que el Goncourt es, en esencia, 'el resultado de unas maniobras editoriales', y que este a?o el premio le tocaba a la editorial Grasset (editora del libro de Quignard, si bien ¨¦sta propon¨ªa para el premio otro autor de la casa: Yann Moix) porque llevaba cinco a?os sin ganarlo, para jorobar a su rival Gallimard (que lo gan¨® tres veces en cuatro a?os), y para demostrar que Grasset, filial de Hachette (propiedad del Grupo Lagard¨¨re, el mayor editor de Francia), es la que corta el bacalao.
Todo ese tinglado de vanidad, prepotencia, y dinero entre editoriales rivales, grandes y chicas, no tendr¨ªa mayor importancia de no ser porque unos cuantos lectores, yo entre ellos, abrig¨¢bamos la esperanza de que el Goncourt de este a?o lo ganase Tigre en papier, la novela de Olivier Rolin (Seuil, 268 p¨¢gs., 18 euros).
Rolin no es ning¨²n desconocido para el lector espa?ol: Meroe (Anagrama), Paisajes originarios (Seix Barral) y Siete ciudades (Peninsula) son una peque?a muestra de su calidad como novelista y cronista literario. Pero Tigre en papier es mucho m¨¢s ambicioso. Una primera lectura de la novela podr¨ªa etiquetarla como una cr¨®nica reiterativa, que gira sobre s¨ª misma, de las actividades de un grup¨²sculo mao¨ªsta en la Francia del presidente Pompidou; una cr¨®nica muy parisiense, muy localizada, y de escaso inter¨¦s para el lector espa?ol, ajeno a la letra peque?a de aquellos a?os turbulentos (mayo de 1968).
Pero tambi¨¦n puede leerse de distinta manera. Puede leerse como la novela de una orfandad, de una juventud de vencidos, a la b¨²squeda del padre que nunca conocieron. Na?tre juste apr¨¨s Vichy, tu sais, donne des envies d'¨¦pop¨¦e, dice el narrador (Rolin). Nacer justo despu¨¦s de Vichy, recelando de los intelectuales que publicaron y estrenaron sus obras bajo los nazis, de Maurice Thorez, que a diferencia de otros l¨ªderes comunistas que lucharon contra los nazis, se pas¨® toda la guerra en Mosc¨² -Maurice Thorez-Maurice Chevalier, ?a c'est la France! ?a c'est Paris!-, todo ello lleva a ciertos j¨®venes a transformarse en aprendices de b¨¢rbaros, a radicalizarse, a convertirse en disc¨ªpulos de Mao Zedong, a tragarse sus estupideces, porque as¨ª se rebajaban, y de eso se trataba, de repudiar su inteligencia, por burguesa; de repudiar la belleza, por ins¨®lita, frente al gris de 'las masas'. Estos grup¨²sculos se cre¨ªan los herederos de la Francia resistente y como tales actuaban, con nocturnidad y alevos¨ªa, invent¨¢ndose sus propias epopeyas, esa guerra que no hab¨ªan vivido. La guerra de los padres. Como el padre de Rolin, oficial de m¨¦dico, que luch¨® en la Resistencia y que morir¨ªa al poco de nacer el novelista en otra guerra, fea, colonial. En Indochina.
Tigre en papier es la novela del hijo hu¨¦rfano al padre que no tuvo. Es la novela del hijo hu¨¦rfano de una Francia que no conoci¨®. Es la novela de una camarader¨ªa y una amistad entre vencidos (novela de militantes, t¨¦rmino que hoy carece de sentido). Y por encima de todo es la novela de la fe en la literatura, la literatura como medio para escaparse de la barbarie y de la autocompasi¨®n. Una novela, una literatura que gira sobre s¨ª misma, como la DS con que el narrador da vueltas por la periferia publicitaria de un Par¨ªs bloqueado; una literatura, una novela que busca una salida, fuera de la estrechez, del convencionalismo del Goncourt. Como hacen otros escritores honestos, tambi¨¦n aqu¨ª.
P. S. Escucho Neofatxes globals (en Jocs, el nuevo disco de Llu¨ªs Llach). La canci¨®n va dedicada a los peperos. 'S¨®n m¨¦s polits que els seus pares / i es disfressen amb plomes de Harvard / per¨° si arriba el poder, ad¨¦u Proust, ad¨¦u Brecht...'. ?A qu¨¦ Proust se refiere? ?Al pr¨ªncipe de Guermantes en la boda de la hija de Aznar? ?A la se?ora Verdurin, ministra de Cultura? ?O acaso se refiere a la pareja de homosexuales de la Guardia Civil? En cuanto a Brecht, el martes fui a ver La ¨®pera de cuatro cuartos en el teatro Fabi¨¤ Puigserver. Alusiones a la enoooorme bandera, al Gibraltar espa?ol, al Opus, a los curas castrenses de la gloriosa Cruzada, a los curas ped¨®filos, a la boda del Pr¨ªncipe... y el p¨²blico se lo pasaba en grande. Deseng¨¢?ate, Llach: Proust con la Guardia Civil y Brecht con el PP est¨¢n hoy mejor que nunca.
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