Los nuevos historiadores
Priego de C¨®rdoba. En la hermosa ciudad donde vino al mundo el todav¨ªa no biografiado Niceto Alcal¨¢-Zamora y Torres, clausura del II Congreso sobre el Republicanismo en la Historia de Espa?a. Cansancio del personal despu¨¦s del esfuerzo invertido en la organizaci¨®n de las jornadas, leg¨ªtima satisfacci¨®n por el ¨¦xito de las mismas y, en la cena de despedida, apasionado intercambio de impresiones y recientes averiguaciones en torno a la feroz represi¨®n fascista de Andaluc¨ªa. Mayormente escuchando, yo pensaba en mi pobre amiga Milagro Mart¨ªnez, esposa de Pedro La¨ªn Entralgo, fallecida en 1993 y una de las personas de m¨¢s sensibilidad, y m¨¢s valent¨ªa, que he conocido.
Con un padre m¨¦dico fusilado en Dos Hermanas por la m¨¢quina de exterminio puesta en marcha por el de verdad nefasto general Queipo de Llano -crimen que ella nunca pudo superar ni perdonar- y un marido que, antes de cambiar de rumbo, fue eminencia falangista, Milagro Mart¨ªnez siempre se quejaba de que, pese a la llegada de la democracia, muy pocos historiadores se dedicaban a estudiar la represi¨®n. Que existiera un 'pacto de silencio' sobre la misma le parec¨ªa una traici¨®n, una cobard¨ªa, una abdicaci¨®n moral, un abandono de responsabilidades por parte, sobre todo, de la Universidad, por lo cual ella hac¨ªa todo lo posible por ayudar a los j¨®venes que, nadando a contracorriente, se empe?aban en investigar rigurosamente los hechos. Entre ellos los tan meritorios Francisco G¨®mez Moreno, Juan Ortiz y Alberto Reig Tapia.
Aunque se ha perdido mucho tiempo, demasiado tiempo, ahora se van cambiando las tornas. Milagro estar¨ªa por fin contenta. En todo el pa¨ªs hay cada vez m¨¢s familias que, superado por fin el arraigado y natural terror residual de que los criminales pudiesen un d¨ªa volver, est¨¢n reivindicando su derecho a recuperar los restos de sus asesinados para darles entierro digno. Y, tambi¨¦n, cada vez m¨¢s investigadores nuevos dispuestos a invertir sus energ¨ªas en el estudio de una de las p¨¢ginas m¨¢s sombr¨ªas de toda la historia espa?ola. Ir¨®nicamente, el partido en el poder est¨¢ ayudando a fomentar, con su tajante negaci¨®n a condenar el criminal golpe militar de 1936 y con su tozudo apoyo, entre otras lindezas de la especie, a la Fundaci¨®n Francisco Franco, una tendencia correctora que creo es ya imparable.
La derecha espa?ola, que nunca tuvo su Nuremberg, ha destrozado a conciencia muchos de sus propios archivos, para que no quede constancia de nada. Los responsables de la Falange de Barcelona, por ejemplo, que en 1977, en la chimenea de una vieja f¨¢brica abandonada, quemaron centenares de miles de documentos. As¨ª de tranquila tendr¨¢ su conciencia nacionalcat¨®lica aquella gente que durante 40 a?os machac¨® al pueblo de la Ciudad Condal. As¨ª las cosas, ?c¨®mo no celebrar la llegada de una nueva hornada de historiadores espa?oles que, libres de traumas, puedan investigar sin miedo el reciente pasado de su pa¨ªs -aunque muchas veces las fuentes escasean-, incluido el abyecto papel de una Iglesia que mi amiga Milagro Mart¨ªnez calificaba de la m¨¢s ruin de Europa? Que les cunda el trabajo, digo yo. Y, por favor, que no pierdan ni un momento.
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