La guinda
Salamanca ha dado, con motivo de la capitalidad cultural europea en 2002, un paso firme para llegar a ser la referencia musical espa?ola del Barroco. Ha recuperado un teatro, el Liceo, id¨®neo para el repertorio de los siglos XVII y XVIII; ha posibilitado, en su ciclo espec¨ªfico de ¨®pera barroca, el desfile de figuras como William Christie, Jordi Savall, Antonio Florio, Christophe Rousset, Rinaldo Alessandrini o Paul Dombrecht, y, para concluir, como guinda del pastel, ha sacado al ruedo a la Orquesta Barroca de su Universidad, recuperando una ¨®pera 'serioridicola' de Conti, escrita en 1719 para el carnaval de Viena, sobre la m¨¢s universal de las figuras literarias espa?olas, en una edici¨®n actualizada por Bernardo Garc¨ªa-Bernalt. Lo deseable, ahora, dados los satisfactorios resultados globales, es que la actividad no decaiga y Salamanca siga manteniendo ese lugar diferencial al sol tan meritorio.
Don Quijote en Sierra Morena
De Francesco Bartolomeo Conti. Partitura: Bernardo Garc¨ªa Bernalt. Ciclo de ¨®pera barroca Salamanca 2002. Con Adriana Fern¨¢ndez, Monica Piccinini, Lluis Vilamaj¨®, Lambert Climent, Jos¨¦ Antonio Carril, Mart¨ªn Oro, Jordi Dom¨¦nech, Virginia Prieto y Ana Huete. Orquesta Barroca de la Universidad de Salamanca. Director: Wieland Kuijken. Teatro Liceo, Salamanca, 11 de noviembre.
La apuesta es de indiscutible riesgo: la orquesta barroca de la Universidad se las ha visto con una ¨®pera casi desconocida de Conti; y el coro de c¨¢mara tiene programado en diciembre un r¨¦quiem de las reducciones jesu¨ªticas bolivianas. Esta postura de 'servicio' o de 'humildad' es, como m¨ªnimo, digna de simpat¨ªa. En ese punto hay que situar la primera, y positiva, valoraci¨®n de la aportaci¨®n musical salmantina a la capitalidad.
Claridad y orden
Desde el punto de vista interpretativo, en lo que se refiere a la ¨®pera sobre Don Quijote en Sierra Morena, las cosas son susceptibles de perfeccionamiento. Y no es que hayan ido mal. La orquesta toc¨® con claridad y orden, aunque un poco a la antigua, dando preferencia a la delectaci¨®n en el sonido que al nervio dram¨¢tico. Sali¨® airosa del desaf¨ªo, qu¨¦ duda cabe, aunque la confortable sensaci¨®n de suavidad llev¨® inevitablemente en m¨¢s de un momento al distanciamiento. Tuvo, en cualquier caso, mucho m¨¦rito.
En una versi¨®n de concierto los factores musicales est¨¢n evidentemente m¨¢s a la vista que en una versi¨®n representada. Una semiescenificaci¨®n m¨¢s consistente no les habr¨ªa venido nada mal a los cantantes. Porque si bien, vocalmente, se situaron en t¨¦rminos de correcci¨®n, teatralmente rozaron la soser¨ªa. La ausencia de escenograf¨ªa no tiene por qu¨¦ llevar asociada una falta de intencionalidad expresiva. Las m¨¢s de tres horas de m¨²sica se siguieron sin excesivo esfuerzo, lo que demuestra, en cierto modo, el inter¨¦s de la partitura y los m¨¦ritos de los ejecutantes. Y es que Don Quijote en Sierra Morena no fue lo que se entiende por una versi¨®n redonda, pero, sin embargo, no careci¨® de est¨ªmulos.
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