El edificio de la mente
Los medios de comunicaci¨®n son mayormente mensajeros de malas noticias, pero de vez en cuando los peri¨®dicos te dan la sorpresa. Me acaba de pasar. En estas p¨¢ginas apareci¨® hace poco, encabezando la noticia de la conversi¨®n del antiguo manicomio de Las Nieves en la principal biblioteca universitaria de ?lava, este t¨ªtulo: El edificio de la mente. Me alegr¨® el d¨ªa. Por lo literario de su estilo que es met¨¢fora pura. Por el acierto de conectar locura con cordura, de situarlas en un mismo espacio -record¨¢ndonos que una ¨²nica estructura puede albergar ambas-; y de ordenarlas en el tiempo, es decir, en una hip¨®tesis de reversibilidad. Pero me alegr¨® sobre todo por traducir de un modo gr¨¢fico, carnal, la idea, bastante descuidada, de que la mente es una construcci¨®n. Una obra.
Y quien dice obra, dice solar, materiales, maquinaria y dise?o. Pues bien, si circunscribo la construcci¨®n mental al ¨¢mbito estricto de la educaci¨®n, y luego le aplico esos cuatro elementos voy a dar directamente en Las primeras Nieves; porque todo lo que tiene que ver con nuestro actual sistema educativo es una locura: su nivel y su an¨¢lisis, por llamar de alg¨²n modo a un abordaje que, despreciando la idea de que la educaci¨®n es un servicio p¨²blico, escamotea el debate, lo sustituye por pol¨¦mica, mercadeo partidista, artificio demag¨®gico.
Voy a tratar de argumentar por partes este diagn¨®stico. Asumamos, en primer lugar, que el solar del edificio de la mente lo pone la propia cabeza y que en ella influyen muchos y muy diversos factores, algunos cultivables, otros no. Pero a ninguno de ellos conviene la incoherencia extrema que contienen los mensajes que nuestro sistema produce y difunde desenfrenadamente. Pondr¨¦ s¨®lo un ejemplo ilustrativo. La semana pasada varias revistas nacionales repartieron un sesudo suplemento dedicado a la educaci¨®n con este anuncio (pagado) como cierre: "Los ni?os aplicados sacan buenas notas" (con la foto en blanco y negro de un empoll¨®n agobiado por el peso de los libros), "?y los traviesos?" (aqu¨ª la imagen era un flamante coche rojo).
En fin; la maquinaria. Que vista del lado principal que es el cuerpo docente presenta un panorama descorazonador: profesores desmotivados, desmoralizados, abrumados e incluso amedrentados, como consecuencia de un principio de horizontalidad con los alumnos y de verticalidad bajo los padres, que minimiza, cuando no ridiculiza, su poder de decisi¨®n, correcci¨®n o sanci¨®n.
Pero la locura mayor es la que afecta a los materiales. Nuestra estrategia educativa consiste en restar conocimientos y sumar pedagog¨ªa; en preferir el m¨¦todo al saber. Quienes la defienden argumentan que es progresista y el ¨²nico camino hacia el desarrollo integral del alumnado.
Disiento radicalmente. Suprimir la jerarqu¨ªa no lleva a la libertad sino a confusiones -del espacio propio con el ajeno, o la de la autoridad con la fuerza-, que son, en esas edades fundacionales, presagio de todo lo contrario, porvenir de irrespetos. Descartar los controles aleja la reflexi¨®n y la pr¨¢ctica de la responsabilidad sin la cual la libertad ni se entiende ni se aprecia. Primar la expresividad o la creatividad sobre el conocimiento no iguala a los alumnos sino que los separa, acentuando las diferencias de capacidad y de base. Y adem¨¢s fomenta la idea absurda de que educarse consiste en sacar de s¨ª, y no en incorporar alimentos de fuera. Y encima discrimina porque coloca el acceso a ese material imprescindible fuera de la escuela, en el mercado libre, que ya se sabe lo que tiene de solidario y de clemente. No darle al conocimiento, al saber, el lugar central del sistema educativo es, por ¨²ltimo, privar alevosamente a los m¨¢s j¨®venes de su propio patrimonio cient¨ªfico y cultural, es decir, un robo. Sospechoso.
Porque no es que me olvide del cuarto elemento. Es que me da horror imaginar que todo esto no es sino el dise?o deliberado de un mundo inculto, adocenado, acr¨ªtico. Consumidoramente esclavo.
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