Medio siglo manejando los hilos del poder
Giulio Andreotti, nacido en Roma el 14 de enero de 1919, es el arquetipo del pol¨ªtico democristiano, capaz de sobrevivir en medio de las turbulencias de un partido atravesado por fuertes y, a veces, venenosas corrientes de opini¨®n. Especializado en Derecho Can¨®nico y devoto cat¨®lico, Andreotti ha reconocido que, durante alg¨²n tiempo, sopes¨® la posibilidad de dedicarse a la vida religiosa, en la que seguramente habr¨ªa llegado a cardenal, pero la pasi¨®n por las mujeres le hizo desistir a tiempo.
Amigo de los papas P¨ªo XII y Pablo VI, Andreotti colabor¨® en la creaci¨®n de la Democracia Cristiana (DC), el partido que ha controlado los destinos de Italia durante medio siglo, desde el final de la II Guerra Mundial a 1992, cuando el esc¨¢ndalo de Tangentopoli barri¨® del escenario pol¨ªtico al Partido Socialista italiano y a la DC.
Parlamentario desde 1946, ha sido elegido diputado en todas las elecciones a las que se present¨®. Andreotti, apodado por algunos intelectuales de izquierdas como Belceb¨², ha estado en la cocina del poder desde siempre, primero como secretario de presidencia en los primeros tiempos de la Rep¨²blica de Alcide de Gasperi; m¨¢s tarde, como ministro. Ha asumido las carteras de Interior, Econom¨ªa, Hacienda, Defensa, Industria, Presupuestos y Exteriores en sucesivos Gobiernos ef¨ªmeros fruto de la compleja alquimia de la Primera Rep¨²blica Italiana. Una carrera imparable que lo llev¨® a presidir siete Gobiernos democristianos en los a?os setenta y, por ¨²ltima vez, entre 1989 y 1992, cuando Tangentopoli barri¨® a su partido.
La opini¨®n de Moro
El episodio m¨¢s desconcertante en su carrera pol¨ªtica est¨¢ ligado al secuestro por las Brigadas Rojas del l¨ªder de la Democracia Cristiana, Aldo Moro, en marzo de 1978. Interrogado en la c¨¢rcel del pueblo de los brigadistas, Moro lo retrata como un perverso maquinador. Preguntado por EL PA?S a qu¨¦ pod¨ªa deberse esa inquina, Andreotti atribuy¨® esas declaraciones al estado de crispaci¨®n de Moro, humillado por los terroristas.
Para Andreotti, las acusaciones del arrepentido Tommaso Buscetta, en 1993, que lo vinculaban a la Mafia, significaron el final de la carrera pol¨ªtica, pues pierde cualquier posibilidad de llegar a ser presidente de la Rep¨²blica.
En 1991 fue nombrado senador vitalicio, m¨¢xima dignidad a la que pod¨ªa aspirar en ese momento. Pero su habilidad personal y la buena prensa que le acompa?aba han conseguido convertir al senador en un personaje respetado, habitual de programas de debate en la televisi¨®n, tertuliano omnipresente, como si su supervivencia fuera la prueba de su valor humano.
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