Hablan en serio
"Atr¨¢s, en los muelles", dice Eduardo de Guzm¨¢n, "dejamos los cuerpos de cuantos no quisieron o no pudieron sobreponerse al dolor y verg¨¹enza de la derrota". Con ellos, quedaban "las esperanzas acariciadas amorosamente durante toda la vida por millones de liberales, republicanos, marxistas y libertarios espa?oles". Era 1939, Valencia. La Rep¨²blica se retiraba para dar paso a la Dictadura. Guzm¨¢n, palentino, fue uno de los grandes periodistas de nuestro siglo, que embarcaba en el puerto levantino camino del exilio con el ¨²ltimo Gobierno republicano. As¨ª es la vida. Esperanzas, ilusiones, afanes irrealizados y mucha desgracia, demasiada desgracia. Es, en demasiadas ocasiones, cuesti¨®n de vida y muerte. Lo fue para Guzm¨¢n y lo est¨¢ siendo en estas tierras para m¨¢s de uno que se exilia sin que trascienda.
De otro modo m¨¢s s¨®rdido (hasta el punto de que los asentados ni nos enteramos... aunque nos llegue algo desde el vecindario), hoy existe una guerra civil subterr¨¢nea, en las entra?as m¨¢s at¨¢vicas de esta sociedad, odio mendaz entre unos y otos -m¨¢s bien, de unos contra otros-. ?Cuesti¨®n de educaci¨®n, de primera socializaci¨®n? El mal es colectivo porque atrapa a los m¨¢s d¨¦biles. Hay v¨ªctimas, las hay ya.
?se es el escenario donde alguno hace juegos malabares. "No teng¨¢is miedo", dice. "YO [as¨ª, may¨²sculo] erradicar¨¦ esto"... a mayor gloria de mi estirpe (esto ¨²ltimo no lo dice).
En este panorama, cualquier atisbo de racionalidad es bienvenido. A¨²n m¨¢s, si pone el dedo en la llaga. As¨ª ocurri¨® el pasado d¨ªa en la vieja sede del Banco de Espa?a, luego gaztetxe, y hoy espacio recuperado para la UPV-EHU. All¨¢ se presentaba un libro, La mirada difusa. Los dilemas del nacionalismo, del catedr¨¢tico Ander Gurrutxaga. Gurrutxaga no es "alguien m¨¢s". Fue viceconsejero de Educaci¨®n para Universidades en el anterior Gobierno de Juan Jos¨¦ Ibarretxe. Una de las cabezas m¨¢s l¨²cidas en esa "segunda instancia" de gobierno que ha permitido no pocas alegr¨ªas al "jefe".
Estaban en la mesa Ram¨®n Saizarbitoria; Alfonso Unceta, profesor de la UPV-EHU y anterior viceconsejero "plenipotenciario" con Inaxio Oliveri, en el mismo Gobierno de Ibarretxe, y el propio Gurrutxaga. Entre el p¨²blico, Rom¨¢n Sudupe (¨¦l mismo no sabe el bien que nos hace), Andoni Ort¨²zar, Bingen Zubiria, la consejera de Educaci¨®n, Anjeles Iztueta, Josune Ariztondo, profesores de la UPV-EHU (Gonz¨¢lez Portilla y otros) e Inaxio Oliveri, ex consejero.
En la mesa todos se proclamaron nacionalistas (?por qu¨¦ no? Y a mucha honra). La gallard¨ªa -gentileza y garbo- por delante. Saizarbitoria hizo el elogio de Koldo Mitxelena, de un nacionalismo convivencial y ciudadano, en el que la comunidad creada (?batzokis de burukides y ac¨®litos en Getaria o Izarra?) deb¨ªa dar paso a una sociedad de ciudadanos. Eso es tan dif¨ªcil como que el demonio se desolle voluntariamente. Pero es justo y necesario. Unceta, con salero e inteligencia, se?al¨® que nunca un partido (PNV) deb¨ªa seguir los mandatos pedestres (reparto del pastel presupuestario) de un sindicato (ELA). Gran Breta?a es modelo de ello.
Un gesto alentador ante tanta estulticia. Hablaban en serio, y eso, hoy, se agradece. Ander Gurrutxaga, catedr¨¢tico de la universidad p¨²blica vasca, renunciaba a labrar su huerto mientras el resto nos hundimos. En su libro asume una propuesta de "nacionalismo convivencial". Su Los dilemas del nacionalismo (Alberdania, 2002) pretende ordenar los retos del nacionalismo ante el mundo que nos viene. Rom¨¢n Sodupe lo puede personificar con su presencia. Donostia tendr¨¢ un serio dilema entre Od¨®n y Sodupe. Uno apostar¨ªa por el ¨²ltimo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.