Balada maldita en las playas del Oeste
Aqu¨ª, en la playa de Traba de Laxe, el mar tiene siempre alma de blues, pero hoy, temporal, recuerda la voz rota y desgarradora de Edith Piaf. Rien, rien de rien. Se te ha puesto cara de fuel. Lega?as de alquitr¨¢n en los ojos. En la mirada. Se nos ha puesto cara de petroleados, de fogoneros en los bajos del Titanic. Una capa viscosa entorpece las lenguas, los sentidos. Fuel en el ¨¢nimo, cuerpo adentro, en la ensenada de las costillas, en los rompientes y las playas de las v¨ªsceras. Mierda.
En la Moreira, cerca de Touri?¨¢n, uno de los para¨ªsos secretos de Galicia, miras al mar y el mar te devuelve la mirada. El d¨ªa 15 de agosto te ba?abas aqu¨ª, ?recuerdas? Claro que lo recuerdo. Hab¨ªa un televisor empujado por las olas sobre los cantos rodados. Guardo una fotograf¨ªa. De su interior sali¨® un cangrejo. Es un truco que s¨®lo puede hacer el mar. Y hab¨ªa tambi¨¦n una familia de delfines en el agua. Saltaban a tu alrededor, se volteaban. Los m¨¢s peque?os parec¨ªan re¨ªrse de la torpeza humana al nadar, as¨ª que la madre los alejaba un poco. Ahora, el mar tiene los ojos enrojecidos: "?No hab¨ªais pensado nada, ?eh? ?D¨®nde est¨¢n vuestros jefes?".
El mar puede ser bronco, pero no c¨ªnico. En cada esquina de Galicia, el mar dice: "?Yo acuso!".
Carolina, una joven bi¨®loga coru?esa, voluntaria del grupo Habitat, fue quien encontr¨® al alcatraz en la playa de Sab¨®n. Petroleado, muerto. Ten¨ªa un anillo de metal con un n¨²mero y una inscripci¨®n Nat. Hist. Museum London SW7. Es un anillo pesado. El vuelo del alcatraz es poderoso y digno. Un se?or del cielo que surca el oc¨¦ano con quilla de vikingo. Ahora s¨®lo queda el anillo en la palma de Carolina.
Si miras a trav¨¦s del anillo, se ve mejor. Un peque?o catalejo que enfoca el otro lado de las cosas. Atenci¨®n. F¨ªjate. Se acerca un ministro. Tremenda comitiva. Es el mi¨¦rcoles, d¨ªa 20, una semana despu¨¦s del comienzo del desastre del Prestige. Estamos en el gran arenal de Barra?¨¢n. El fuel lleva all¨ª d¨ªas. No ha habido ninguna intervenci¨®n en todo este tiempo. Pero esta misma ma?ana han desplazado al lugar a todos los efectivos. Han suspendido las labores de limpieza en lugares como Baldaio, una zona de especial protecci¨®n. Quien llega es el ministro de Medio Ambiente, pero, visto a trav¨¦s del anillo del alcatraz, la expresi¨®n le delata. Es como si lo hubieran tra¨ªdo a rastras. Ante el enjambre de c¨¢maras, el rostro compungido, uno espera la confesi¨®n: "Me hubiera gustado ser ministro de Turismo". Pero trae un papel que lee y habla de gran despliegue de personal y medios. El simple cociente de las cifras que aporta indica que tocar¨¢ a dos hombres por kil¨®metro de costa hasta ahora afectada. Quiz¨¢s no sabe que todos los efectivos disponibles hasta cabo Vilano han sido llevados all¨ª como a un plat¨® de televisi¨®n. Los medios disponibles son palas y cubetas. Ni siquiera hab¨ªa eso cuando comenzaron a colaborar los j¨®venes de la Armada. Tuvieron que volverse a Ferrol. Van y vienen todos los d¨ªas en autob¨²s. A veces, a m¨¢s de 100 kil¨®metros. Comen un bocadillo fr¨ªo. En la puesta en escena de Barra?¨¢n hay un peque?o detalle en el que s¨®lo se fijan dos paisanos con los que nadie ha hablado. Hay marea viva. Pronto subir¨¢. Cuando el ministro se marche, el mar tendr¨¢ que cargar de nuevo con montones de vertidos, esta vez como restos del decorado de un esperpento.
Ha habido esta semana en Pontevedra un congreso sobre La saga/fuga de JB, la gran novela de Gonzalo Torrente Ballester, a los 30 a?os de su publicaci¨®n. Se dice que es la cumbre peninsular del realismo m¨¢gico. Nada de eso. Es puro realismo, puesto a prueba por la iron¨ªa. En esa obra, Galicia es Castroforte del Baralla. Un lugar que, de vez en cuando, levita en la niebla. Hay quien sostiene, incluso en Castroforte, que Castroforte no existe. Los asuntos importantes que ata?en a este lugar son gestionados por un organismo administrativo denominado Secci¨®n de Dispersos Centralizados. Galicia tiene un gobierno aut¨®nomo, e incluso un presidente con algo de experiencia, pero todo parece indicar que este extra?o ente de surrealismo burocr¨¢tico ha sido el encargado de llevar el caso Prestige. Eso explicar¨ªa que, en este desastre, el pol¨ªtico m¨¢s gallego, y yo dir¨ªa que espa?ol, haya sido el presidente de la rep¨²blica francesa.
Una participante en el congreso sobre La saga/fuga, Violeta, me cont¨® una pregunta de su hijo: "Y Dios, ?qu¨¦ come?". Pregunta de ni?o gallego. Dios no comer¨¢ percebes esta Navidad.
El mar dice, y se lo he o¨ªdo otras veces: "Espa?a es casi una isla, pero no hay conciencia mar¨ªtima. Imag¨ªnate por un momento un incendio de 295 kil¨®metros de frente. Y que ese tipo de incendios se repitiesen cinco veces durante 25 a?os. ?No habr¨ªa un plan de emergencia para prevenir m¨¢s tragedias?".
Camelle es un puerto pesquero en el coraz¨®n de la Costa da Morte. La cofrad¨ªa, con 210 pescadores, agrupa a enclaves legendarios, como el de Santa Mari?a. Es gente que lleva sobre sus hombros toda la memoria del mar. Desde el primer momento se ofrecieron para colaborar en las labores de limpieza. Hab¨ªa, por lo menos, 50 voluntarios. De un organismo les remitieron a otro. Alguien les dijo que no hab¨ªa ropa disponible. Esperan. En la tarde del mi¨¦rcoles, d¨ªa 20, hablo con Carlos Tajes, el patr¨®n mayor, en el caf¨¦ bar Rotterdam. Tajes, de 54 a?os, naveg¨® en la mercante holandesa cuando era joven. Durante bastante tiempo, lo hizo en un buque de transporte de qu¨ªmicas. Los expertos deber¨ªan hablar con gente como Tajes. A mi el plan que perge?a me parece perfecto. Mientras habla, no deja ni un momento de mirar hacia el mar a trav¨¦s del ventanal del Rotterdam como si le inspirase el sentido com¨²n del que carece la Secci¨®n de Dispersos Centralizados. Hay una m¨²sica de fondo: la percusi¨®n de boj de Barca, su mujer, que hace encaje de bolillos. Por tres veces, en una hora, se va del pueblo la electricidad. A la tercera, un joven que intenta leer el peri¨®dico da un pu?etazo en la mesa. Contra los apagones. Contra el Prestige. Contra el mundo. El mar, aqu¨ª, sigue siendo la mejor empresa. La m¨¢s generosa. La m¨¢s fiel. La m¨¢s paciente, en un mundo de impaciencia depredadora, de banderas de conveniencia y para¨ªsos fiscales, donde se impone el lema de Nada a largo plazo.
El mar ruge, pero todos aqu¨ª saben que no es un Leviat¨¢n, que no es el monstruo en esta historia. El mar dice: "No cre¨¢is en el destino". Es m¨¢s, murmura: "?Bien por ese pu?etazo!".
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