Paisajes de gran reserva
Este monte comunal de robles y acebos recuerda c¨®mo eran los bosques que cubr¨ªan anta?o la Sierra Norte
Por su longevidad, su equilibrio y su variedad de matices, las dehesas boyales de la Sierra Norte vienen a ser como grandes vinos, los mejores que pueden catarse en la bodega del paisaje madrile?o. Muchos otros se consumieron o se echaron a perder antes de tiempo, pero estos montes comunales, reservados durante siglos y hasta hace no mucho para pasto de las bestias de labranza -sobre todo, bueyes-, han mantenido casi intacta su vitalidad primera.
S¨®lo hay que ver la dehesa de Braojos: un deslumbrante robledal que destaca, entre bald¨ªos y pinares de repoblaci¨®n, como un grand cru de Borgo?a en un estante lleno de tetra-briks de vinos peleones.
La larga vida de las dehesas, como la de los vinos, es resultado de su correcta conservaci¨®n. Dehesa viene del lat¨ªn tard¨ªo defensa, que en la Edad Media significaba prohibici¨®n, porque las dehesas estuvieron siempre acotadas, cerradas, defendidas. Pi¨¦nsese en los grandes reba?os de la Mesta, que pasaban por la sierra como una gigantesca segadora, y se entender¨¢ por qu¨¦ la dehesa de Braojos est¨¢ rodeada por una muralla de cinco kil¨®metros. Y luego hab¨ªa otras defensas, las ordenanzas, que fijaban las ¨¦pocas en que deb¨ªan traerse los "bueyes y vacas que aran de continuo" y las multas a quien introdujese cualquier otra res "mal domada o de otra manera que ande rebelde".
Estos santuarios de vegetaci¨®n aut¨®ctona siguen in¨¦ditos, a¨²n sin descorchar
Tambi¨¦n explica su buena salud el que sean propiedades del com¨²n, inalienables e inembargables, a salvo, pues, de los alcaldes y especuladores que han arrasado municipios enteros.
Lo que no tiene explicaci¨®n es el desconocimiento que hay sobre su existencia. En esto, vuelven a parecerse a los vinos, pues igual que todo el mundo bebe rioja o ribera del duero, creyendo que no hay nada mejor, los excursionistas que visitan la Sierra Norte se concentran obcecadamente en Patones y en Montejo, mientras que estos santuarios de vegetaci¨®n aut¨®ctona -dehesas de El Berrueco, Somosierra, La Hiruela y tantas otras- siguen in¨¦ditos, a¨²n sin descorchar.
Y eso que est¨¢n a un paso de los pueblos (cosa l¨®gica, ya que en ellas se encerraba el ganado de uso diario). A un kil¨®metro al norte del pueblo queda la de Braojos, y en su busca salimos por la calle del Carmen, ascendiendo a continuaci¨®n por una pista de grava que en un cuarto de hora nos lleva hasta la puerta de la finca comunal, cuya cerca vamos a rodear.
Pero antes, acodados en ella, nos deleitamos echando un largo vistazo a este robledal que peina con raya en medio el arroyo de la Dehesa y cuyas crenchas, rub¨ªsimas en oto?o, constrastan vivamente con el oscuro pinar que se extiende m¨¢s arriba de la dehesa, hasta la cima de Pe?a Quemada.
Nuevas y mejores vistas de la dehesa se nos ofrecen al bordear su per¨ªmetro exterior hacia la derecha, franqueando a los pocos minutos una cancela y siguiendo monte arriba sin apartarnos de la cerca hasta llegar a la zona m¨¢s alta y selv¨¢tica, poblada no s¨®lo por robles, sino tambi¨¦n por acebos.
Desde este punto, que hemos alcanzado tras una hora de marcha, nada nos cuesta subir al cercano cerro de la Porrilla (1.622 metros), que se alza a caballo entre los valles de La Acebeda -al norte- y Braojos -al sur-, y domina Buitrago y toda su vieja tierra, la que ci?en en lontananza las sierras de la Cabrera, Patones, El Atazar, La Puebla y Somosierra.
Aprovechando un cortafuegos del pinar, cruzamos con comodidad la cabecera del arroyo de la Dehesa y, atrochando a la izquierda, iniciamos la bajada por el lado contrario del predio amurallado.
A unas dos horas del inicio, no m¨¢s rebasar una segunda cancela, encontramos una portilla de palos y alambre que invita a entrar en la dehesa. Aqu¨ª se plantean dos opciones de similar duraci¨®n -una hora m¨¢s-: seguir bajando por la cerca a campo traviesa o coger la pista que se adentra en la dehesa, cruza el arroyo y desciende por la umbr¨ªa. El primer camino es brusco e intenso como un vino joven. El segundo, suave y sutil, como un gran reserva. Cuesti¨®n de gustos.
Una ruta circular de oto?o
- D¨®nde. El pueblo de Braojos dista 83 kil¨®metros de Madrid yendo por la autov¨ªa del Norte (N-I) y tomando la salida 79, pasado Buitrago del Lozoya. La ¨²nica alternativa al coche es el autob¨²s de Continental Auto (tel¨¦fono 91 745 63 00), que sale los s¨¢bados y domingos a las ocho de la ma?ana del intercambiador de la plaza de Castilla.
- Cu¨¢ndo. Ruta circular de ocho kil¨®metros y tres horas de duraci¨®n, con un desnivel de 428 metros -Braojos, 1.194 metros; cerro de la Porrilla, 1.622- y una dificultad media-baja, que puede efectuarse sin problemas en cualquier ¨¦poca del a?o, si bien es en oto?o cuando m¨¢s bello est¨¢ el robledal de la dehesa: parece de oro.
- Qui¨¦n. Gema Galv¨¢n y Miguel ?ngel Recuero son los autores de Gu¨ªas de la Sierra Norte, volumen editado por el Patronato Madrile?o de ?reas de Monta?a (Princesa, 3; tel¨¦fono 91 580 53 56), donde se describen varios itinerarios que discurren por las dehesas boyales de Montejo de la Sierra, La Hiruela, La Acebeda y Braojos.
- Y qu¨¦ m¨¢s. Cartograf¨ªa: hoja 19-18 (Pr¨¢dena) del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito, o la equivalente (458) del Instituto Geogr¨¢fico Nacional; tambi¨¦n, mapa excursionista Sierra Norte, editado por La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38; tel¨¦fono 91 534 32 57).
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