Perfidia microf¨®nica
El concierto de Patricia Barber dej¨® cierto regusto de insatisfacci¨®n, como si algunas briznas importantes de su arte hubieran estado revoloteando por la sala sin llegar a posarse sobre el escenario. ?sta podr¨ªa ser la causa m¨¢s o menos imaginaria y po¨¦tica, pero hubo otra de car¨¢cter fastidiosamente real y prosaico: la amplificaci¨®n.
Por deseo expreso de Barber, el micr¨®fono del piano estuvo literalmente enterrado en la caja sin tapa, a un cent¨ªmetro escaso de las cuerdas, lo que provoc¨® un sonido duro y agresivo, agobiante de puro cercano. Por su parte, el otro micr¨®fono, igual de obstinado y cabez¨®n, se pas¨® el concierto pegado a los labios de la cantante, como un cucurucho de helado a punto de ser lamido. En este caso, las consecuencias fueron incluso peores, porque las eses sonaron espesas y sucias; las efes, desagradables como un escape de gas a presi¨®n; y las pes, como sordos impactos de bolas de goma. No se entiende que el sello propio para el que graba Barber, Premonition, edite sus discos en elep¨¦s para audi¨®filos, y luego cuide tan poco los aspectos t¨¦cnicos sobre el escenario. Al margen de ese detalle que desluci¨® la sesi¨®n como lluvia racheada en una tarde de toros, Barber cumpli¨® con lo que sus seguidores esperaban de ella.
Patricia Barber
Patricia Barber (piano y voz), Michael Arnopol (contrabajo), Neal Alger (guitarras el¨¦ctrica y ac¨²stica) y Eric Montzka (bater¨ªa). Auditorio Conde Duque. Madrid. 22 de noviembre.
Empez¨® con un blues can¨®nico instrumental en que demostr¨® que es pianista inquieta, siempre dispuesta a revolver entre las teclas para encontrar imprevisibles combinaciones de notas. Despu¨¦s de la introducci¨®n sin palabras, Barber se acord¨® enseguida de su prestigio de musa contracultural para intelectuales avisados, y se dispuso a cantar en ingl¨¦s (If this isn't jazz) y franc¨¦s (Dansons la gigue). La tercera fase de su concierto, se centr¨® en un par de canciones venerables: Jitterbug waltz, monumento a la broma escrito por Fats Waller en los a?os veinte, y Caravan, en un curioso dise?o para intervenciones solistas sucesivas sin acompa?amiento de los dem¨¢s miembros del grupo. Para el final, Barber reserv¨® una estupenda versi¨®n del cl¨¢sico I fall in love too easily, a piano y voz, y algunas piezas incluidas en su espl¨¦ndido ¨²ltimo disco (Verse).
L¨¢stima que la p¨¦rfida jugarreta de los dos micr¨®fonos cabezones echara un velo espeso sobre la actuaci¨®n de una cantante que ha creado un modo nuevo y sugerente de interpretaci¨®n (ella lo llama modern cool) que requiere precisi¨®n de detalle, ambiente ¨ªntimo y comunicaci¨®n directa. Por fortuna, los tres miembros de su grupo consiguieron que su calidad saliera mejor parada dentro del emborronamiento general.
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