Pobreza y promesas comerciales rotas
Hace un a?o que los gobiernos de los pa¨ªses ricos plantearon un nuevo y hermoso mundo de ret¨®rica sobre el comercio internacional. En la reuni¨®n de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio (OMC) celebrada en Doha, Qatar, prometieron solemnemente convertir el desarrollo y la reducci¨®n de la pobreza en pieza central de una nueva ronda de conversaciones sobre comercio. Esa promesa ha sido completamente rota.
A medida que las negociaciones sobre el comercio se aceleran, el abismo entre las palabras agradables y la acci¨®n significativa se agranda cada vez m¨¢s. Independientemente de las diferencias que se den en la OMC, tanto Estados Unidos como la Uni¨®n Europea han mostrado una capacidad verdaderamente impresionante para la hipocres¨ªa y los dobles raseros en sus tratos con los pa¨ªses pobres.
Tomemos el caso de la agricultura. En Doha, Estados Unidos y la UE accedieron a ir eliminando paulatinamente las subvenciones a la producci¨®n y a la exportaci¨®n, una exigencia clave para los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. Estas subvenciones destruyen los mercados locales de los agricultores del Tercer Mundo, al inundarlos de importaciones baratas, y hunden los precios mundiales para los exportadores.
?Qu¨¦ ha ocurrido desde Doha? La Administraci¨®n de Bush ha aprobado una ley agropecuaria que aumenta el gasto en dicho sector en un 10% -alrededor de 20.000 millones de d¨®lares al a?o- y fortalece la relaci¨®n entre las subvenciones y la producci¨®n. Mientras tanto, el presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, ha arrastrado a la UE a un acuerdo que retrasa la reforma de la Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n hasta 2006, como m¨ªnimo, al tiempo que mantiene las subvenciones en el nivel actual hasta el a?o 2013. Esto garantiza la continuaci¨®n de los excedentes estructurales, especialmente de az¨²car, productos l¨¢cteos y cereales. Las esperanzas de que la OMC alcance un acuerdo para poner fin a la competencia desleal se est¨¢n desvaneciendo con rapidez.
Se entiende por qu¨¦ estas cuestiones se reflejan en las dificultades experimentadas por 10 millones de familias de ?frica Occidental cuyos ingresos dependen de la producci¨®n algodonera. Estas familias tienen que competir en los mercados mundiales con EE UU, el mayor exportador del mundo y el que fija el precio mundial. M¨¢s precisamente, tienen que competir con unas 25.000 empresas agr¨ªcolas de Tejas y otros lugares, que reciben aproximadamente 4.000 millones de d¨®lares en subvenciones. Para poner esta cifra en un contexto: es mayor que todo el Producto Interior Bruto de exportadores de algod¨®n como Burkina Faso o Mali, y m¨¢s de lo que Estados Unidos aporta en ayudas a toda ?frica.
C¨¢lculos prudentes se?alan que las subvenciones al algod¨®n estadounidense est¨¢n reduciendo los precios mundiales del mismo aproximadamente en una cuarta parte. Debido a esto, los productores de ?frica Occidental pierden unos 200 millones de d¨®lares anuales, privando a sus Estados del dinero necesario para inversiones p¨²blicas vitales, y a los hogares, de ingresos. En un grupo de pa¨ªses con algunas de las tasas de pobreza m¨¢s elevadas y los peores indicadores de mortalidad infantil del mundo, los costes humanos causados por esta situaci¨®n son inmensos.
Y Europa no es mejor. La UE produce az¨²car blanco con uno de los costes m¨¢s elevados del mundo, y al mismo tiempo es la mayor exportadora. La raz¨®n son las subvenciones a la exportaci¨®n y las restricciones de la importaci¨®n. A otros productores m¨¢s eficaces, como Mozambique, se les mantiene fuera del mercado europeo, negando a los trabajadores rurales una v¨ªa para salir de la pobreza. Los ganadores en esta situaci¨®n son las grandes explotaciones y la industria procesadora del az¨²car.
La agricultura no es el ¨²nico ¨¢rea en el que el comercio est¨¢ ama?ado en contra de los pobres. Cuando los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo exportan a los pa¨ªses ricos bienes cuya fabricaci¨®n exige un uso intensivo de la mano de obra, se enfrentan a unos aranceles medios cuatro veces superiores a los aplicados cuando los pa¨ªses ricos comercian entre s¨ª; por no hablar del apabullante despliegue de cuotas. Se ha calculado que las cuotas de importaci¨®n de prendas y productos textiles, aplicadas bajo el Acuerdo Multifibra, les cuestan a los pa¨ªses en desarrollo 20 millones de puestos de trabajo al a?o. En Doha, la Uni¨®n Europea y Estados Unidos aceptaron comprometerse mediante acuerdo a eliminar paulatinamente dichas cuotas. Pero ambos van deplorablemente retrasados respecto al calendario previsto.
Ninguno de nosotros deber¨ªa estar dispuesto a tolerar la insensata falta de responsabilidad de que hace gala actualmente la OMC. Las relaciones comerciales injustas perpet¨²an la pobreza y las extremas desigualdades que amenazan la estabilidad internacional. Y la credibilidad, ya de por s¨ª forzada, del sistema multilateral basado en las normas no sobrevivir¨¢ a no ser que dichas normas tengan en cuenta las necesidades de los pobres.
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