La amoralidad pol¨ªtica de Fraga
Sufr¨ª a Fraga Iribarne cuando era ministro de Franco. Parece incre¨ªble, pero todav¨ªa experimento una especie de s¨ªndrome de Estocolmo cuando hablo o escribo, como ahora, sobre el presidente de la Xunta gallega; debe ser lo mismo que sienten sus correligionarios del Partido Popular cuando no pueden expresar lo que piensan de ¨¦l y se tragan con amargura cualquier cr¨ªtica leg¨ªtima. Don Manuel representa la ¨²nica legitimidad "tradicional" en su partido y en todo aquello donde pueda establecer sus formas autoritarias de entender la pol¨ªtica.
Yo no pertenezco a ning¨²n partido pol¨ªtico. Pertenec¨ª hace tiempo a uno, pero me march¨¦ en cuanto supe de qu¨¦ modo se maltrataba la moralidad pol¨ªtica demasidas veces. En aquel tiempo se dec¨ªa (y se sigue diciendo) que a Fraga le cab¨ªa el Estado en la cabeza, lo cual empiezo a aceptar como algo emp¨ªrico. El Estado determina una relaci¨®n de dominio de unos hombres sobre otros. Trotsky dijo que el Estado est¨¢ fundado en la violencia. Ahora dir¨ªamos que el Estado reclama para s¨ª el monopolio de la violencia f¨ªsica leg¨ªtima, lo que puede ser aceptado moralmente. Pero hay una cosa que no se puede aceptar, y es que al presidente de honor del PP se le otorgue esa autoridad, como si del propio Estado estuvi¨¦ramos hablando.
Cuando me enter¨¦ de que durante la cat¨¢strofe ecol¨®gica producida por un petrolero en las costas gallegas, el se?or Fraga estaba de cacer¨ªa, nada en m¨ª se ha conmovido. Ya conoc¨ªa que esa autoridad "carism¨¢tica", otorgada al ex ministro de Franco por Aznar y los suyos, no era otra distinta a la que se le otorga a los profetas, a los jefes guerreros elegidos, a los gobernantes plebiscitarios, a los grandes demagogos y, en definitiva, a todos aquellos que asumen la amoralidad pol¨ªtica porque nadie se atreve a desenmascararla p¨²blicamente.
Yo me solidarizo con los gallegos, pero no puedo ir m¨¢s all¨¢ de esta humilde expresi¨®n p¨²blica. Ahora bien, pido a los pol¨ªticos que denuncien, hasta donde ellos puedan, la actitud degradante de Fraga. Si sus correligionarios no tienen valor, yo exhorto al principal partido de la oposici¨®n para que no desista en la denuncia. La democracia no se mereci¨® y no se merece a este tipo de gobernantes. Sus actos siempre acaban delat¨¢ndoles. Y ya son demasiados.-
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