Pernau y la prensa en Barcelona durante los a?os sesenta
La concesi¨®n a Josep Pernau del Premio J. M. Llad¨® 2002 a la libertad de expresi¨®n ha tenido una repercusi¨®n desacostumbrada, como lo demuestra el hecho de que fuera entregado tras una multitudinaria cena celebrada en el venerable marco de las Drassanes, de la cual se ha hecho abundante eco la prensa de estos d¨ªas pasados.
Sin duda, este relieve social y esta capacidad de convocatoria se deben a que el premiado era Josep Pernau, un ciudadano honorable -muy honorable, como dijo Enric Sopena en el ofrecimiento del premio- y un periodista completo. Como ciudadano ha sido escogido para los m¨¢ximos cargos representativos de su profesi¨®n y como periodista ha practicado todas las facetas de ¨¦sta: entrevistador, reportero, articulista, redactor jefe, director y todo lo que ustedes quieran a?adir, tanto en diarios del m¨¢s diverso signo como en revistas. Toda una vida ligada a la prensa.
Como se puso de relieve en su homenaje, Pernau es un hombre muy querido por sus compa?eros de profesi¨®n, seguido a diario por multitud de lectores, apreciado por la mayor parte de la clase pol¨ªtica y respetado por el mundo cultural. Este fen¨®meno se explica por tres componentes b¨¢sicos de su personalidad. Es un hombre bueno en el sentido machadiano del t¨¦rmino, y perdonen el t¨®pico. Es un profesional de la m¨¢xima competencia: informado, culto, independiente, ir¨®nico, tolerante. Adem¨¢s, es una persona fundamentalmente honesta: fiel a sus ideas, leal a las personas, educado en el trato, objetivo en sus juicios y valiente cuando hace falta serlo. En fin, se trata de uno de estos tipos que suscitan la confianza de todas las personas tambi¨¦n honestas, competentes y buenas.
Pero junto a Pernau tambi¨¦n se ha premiado a una generaci¨®n de periodistas que trataron de ejercer el periodismo con la m¨¢xima libertad posible en la segunda etapa del franquismo, tras la Ley de Prensa de 1966. Esta ley tuvo una virtud: suprimi¨® la censura previa. Ello, ciertamente, no supuso, ni mucho menos, pasar a una situaci¨®n de libertad, pero permiti¨® que aflorara t¨ªmidamente una cierta opini¨®n p¨²blica que fue fundamental para preparar y acelerar el tr¨¢nsito, 10 a?os despu¨¦s, a la democracia. Pernau fue uno de los 12 periodistas barceloneses que constituyeron en 1966 el informal y clandestino Grupo Democr¨¢tico de Periodistas, decisivo para la prensa catalana futura en aquellos dif¨ªciles, complejos y esperanzados tiempos.
En efecto, en los a?os sesenta -y especialmente despu¨¦s de 1966- se produjo una complicidad inteligente entre tres generaciones de periodistas: los que ocupaban ya cargos de gran responsabilidad en los medios de comunicaci¨®n barceloneses, un peque?o grupo -al que pertenec¨ªa Pernau- de j¨®venes periodistas con una cierta veteran¨ªa y, finalmente, aquellos veintea?eros que estaban comenzando sus estudios pero ya ejerc¨ªan como redactores rasos en algunos peri¨®dicos.
Los primeros eran liberales y bastante conservadores, no eran ni hab¨ªan sido nunca franquistas en el sentido puro y duro, pero dudaban y ten¨ªan miedo de dar el paso a un antifranquismo decidido. Los segundos eran ya claramente dem¨®cratas y progresistas. Los terceros, en su gran mayor¨ªa, se sent¨ªan no s¨®lo dem¨®cratas sino tambi¨¦n de izquierdas, y en buena parte hab¨ªan escogido el periodismo como instrumento para cambiar la sociedad, la cultura y la pol¨ªtica.
En la primera generaci¨®n, destacaban Rosell¨® e Ib¨¢?ez Escofet en el Correo Catal¨¢n, N¨¦stor Luj¨¢n en Destino, Sempronio en el primer Tele/expr¨¦s, Horacio S¨¢enz-Guerrero en La Vanguardia, Hern¨¢ndez en El Noticiero y, en revistas m¨¢s minoritarias, Lorenzo Gomis en El Ciervo y Riera-Clivill¨¦ en Revista. Ten¨ªan miedo, ven¨ªan de los duros a?os cuarenta y cincuenta, de los tiempos de la censura previa, pero, con diferencias entre ellos, tendieron una mano a los m¨¢s inteligentes y capacitados de las dos generaciones siguientes. Primero, a los de la segunda generaci¨®n, entre los que cabe destacar a tres piezas b¨¢sicas (Pernau, Faul¨ª y Cadena) y a algunos m¨¢s j¨®venes, como Madridejos, Figueruelo, Benach y Bastenier. Tambi¨¦n de esta generaci¨®n, aunque m¨¢s individualista, pero muy influyente en sus notas diarias, era Wifredo Espina.
Esta segunda generaci¨®n buscaba apoyos y los encontr¨® en j¨®venes que ingresaron en las redacciones durante los primeros sesenta: Huertas, Permanyer, Gonz¨¢lez Ledesma, De Sagarra, Mart¨ª G¨®mez, Pradas, Fabre, Roger Jim¨¦nez, Costa, Sopena, Serrats y Carmen Alcalde, que dirig¨ªa Pres¨¨ncia, el semanario de Girona. Su entusiasmo, capacidad period¨ªstica y valent¨ªa contagi¨® a todos, pero el cambio real se debi¨® tambi¨¦n al gui?o c¨®mplice de los mayores y a la ayuda segura de la generaci¨®n intermedia, la de Pernau.
En todo este panorama, Pernau desempe?¨® un papel central, de valor s¨®lido, seguro, prudente, respetado por todos. Raimon dijo en su homenaje que siempre le¨ªa a Pernau porque le hac¨ªa pensar dado que discrepaba muchas veces de lo que Pernau expon¨ªa. Raimon es el lector inteligente que siempre espera tener todo buen columnista.
La cena del lunes pasado culmin¨® con un momento delicioso. En el estrado se cant¨®, con m¨²sica del famoso Quiz¨¢s, quiz¨¢s, quiz¨¢s, una letra cuyo estribillo dec¨ªa: "Siempre que me preguntas, qu¨¦ es un periodista, yo siempre te respondo, Pernau, Pernau, Pernau". All¨ª, en un improvisado y alegre coro, coincidieron Raimon y Serrat, Maragall y Alberto Fern¨¢ndez, Joan Ridao y Julia Garc¨ªa-Valdecasas, adem¨¢s de Clos, Saura y otros pol¨ªticos y compa?eros periodistas del premiado.
Toda una met¨¢fora de una Catalu?a posible, que no es pero que todav¨ªa puede ser. Probablemente, la Catalu?a que le gustar¨ªa a Pernau.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB
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