"?Vamos a tener una marea negra del cop¨®n de la baraja!"
El barco sigue a la deriva y el capit¨¢n no colabora. Las autoridades piden que una unidad de ¨¦lite de la Guardia Civil asalte el barco
El consejero duerme profundamente. Enrique L¨®pez Veiga, responsable de Pesca de la Xunta de Galicia, es de esa clase de personas a las que no les quita el sue?o ni la mayor preocupaci¨®n. A las cuatro y media de la madrugada del jueves 14, el tel¨¦fono de su mesilla de noche se pone a sonar. Quien llama es un alto cargo de la consejer¨ªa y las noticias que transmite no pueden ser peores:
- Conselleiro, el barco est¨¢ a siete millas de Mux¨ªa. No hay forma de trincarlo. Se rompen las gu¨ªas del tren de remolque.
La situaci¨®n es muy grave. El petrolero Prestige, accidentado la tarde anterior frente a las costas de Finisterre, ya ha derramado al mar varios miles de toneladas de fuel. El consejero cree que no es momento de volver a la cama, as¨ª que se mete en la ducha y se dirige enseguida a su despacho. Sabe que el presidente Fraga se levanta muy temprano y antes de las siete llama a su residencia para contarle las ¨²ltimas noticias. L¨®pez Veiga es uno de los pocos pol¨ªticos que no toca de o¨ªdo cuando habla de marea negra. En 1992, la tragedia del Mar Egeo tambi¨¦n le pill¨® de consejero de Pesca y por eso sabe que no es recomendable perder tiempo. Ordena a todos los directores generales que acudan a su despacho a las 8.30. Cuando llegan, les anuncia:
El 'Prestige' contin¨²a parado, con una escora de 8 grados y vertiendo crudo al mar
"Los telediarios dec¨ªan que el petrolero no estaba cerca, pero lo ve¨ªamos ah¨ª al lado"
"Sale muy poquito fuel, un reguerito que se apaga y vuelve a salir, un manch¨®n..."
- Ni?os, ?vamos a tener una marea negra del cop¨®n de la baraja!
No es el tel¨¦fono de L¨®pez Veiga el ¨²nico que suena en una madrugada especialmente larga. A las 5.31 se recibe una llamada en la delegaci¨®n del Gobierno en A Coru?a, un edificio situado a la entrada del puerto, donde las luces de la segunda planta permanecen encendidas durante toda la noche. Arsenio Fern¨¢ndez de Mesa, el delegado, es informado de los ¨²ltimos datos de una madrugada muy angustiosa. El petrolero, ya con s¨®lo tres tripulantes a bordo -el capit¨¢n y dos oficiales-, contin¨²a con los motores parados, con una escora de ocho grados, vertiendo crudo al mar y navegando a la deriva, acerc¨¢ndose peligrosamente a la costa de Mux¨ªa.
Los vecinos de este pueblo de la Costa da Morte empiezan a vivir una sensaci¨®n muy extra?a que les acompa?ar¨¢ durante toda la odisea del Prestige. Lo que ven sus ojos no casa con la verdad oficial. "Era curioso", recuerda Francisco Lindes S¨¢nchez, un marinero jubilado de 66 a?os, "los telediarios nos dijeron despu¨¦s que el petrolero ni estaba cerca ni estaba echando petr¨®leo, pero nosotros lo hab¨ªamos visto ah¨ª al lado durante toda la ma?ana, con los remolcadores al lado, sin poder moverlo, puede ser que sin conseguir engancharlo".
El marino da en el clavo. La angustia que se vive en la orilla no es mayor que la que se sufre mar adentro. Uno de los tres tripulantes que a¨²n quedan en el Prestige -el resto ha sido evacuado en helic¨®ptero la tarde anterior- es el griego Nikolaos Argyropoulaos, el maquinista, un hombre de 63 a?os que presencia impotente c¨®mo los remolcadores intentan sin ¨¦xito enganchar su barco. "Todo estaba en contra", explica, "el tiempo, los medios, el idioma... El capit¨¢n buscaba m¨¢s tripulaci¨®n para ayudar a la maniobra. A las seis de la ma?ana llegaron dos espa?oles, que tambi¨¦n intentaron sin conseguirlo amarrar el barco en dos o tres ocasiones". El amanecer del jueves 14 sorprende al Prestige todav¨ªa a la deriva, auxiliado ya por tres barcos: un remolcador grande, el R¨ªa de Vigo, y otros dos m¨¢s peque?os, el Charuca Silveira y el Sertosa 32. Algunas veces consiguen amarrar alg¨²n cabo al petrolero y empiezan a tirar de ¨¦l, pero todo resulta in¨²til. Las estachas siempre terminan rompi¨¦ndose.
Los tel¨¦fonos amenazan con reventar durante toda la ma?ana en el despacho de L¨®pez Veiga. Se suceden las conversaciones con Fraga, con el delegado del Gobierno en Galicia y con el director general de la Marina Mercante, que estaba en A Coru?a desde la noche del mi¨¦rcoles. La gravedad de la situaci¨®n toma cuerpo. Hay una pregunta que va de despacho en despacho. ?Qu¨¦ hacemos con el Prestige? El consejero recurre a una frase que suelta como una letan¨ªa desde la tarde del d¨ªa anterior:
- Hay que sacar ese barco de ah¨ª de una puta vez.
Pero ¨¦sa es una decisi¨®n que no depende ni de ¨¦l ni de ninguno de sus subordinados. Adem¨¢s, existe un problema a?adido al reiterado fracaso de los remolcadores: los motores del petrolero contin¨²an parados. Desde tierra se sospecha que Apostolos Mangouras, el capit¨¢n griego, tiene mucho que ver en ello. Para salir de dudas no hay m¨¢s que un camino. A las diez en punto de la ma?ana, un hombre de 68 a?os, estatura media y pelo blanco llega al aeropuerto de A Coru?a. El helic¨®ptero Helimer Cant¨¢brico ya lo espera con el rotor girando. Se trata de Seraf¨ªn D¨ªaz Regueiro, un t¨¦cnico de la Capitan¨ªa Mar¨ªtima. Justo 50 minutos despu¨¦s, el Centro de Coordinaci¨®n (CECOP) recibe un mensaje del comandante del helic¨®ptero: "El inspector de la Capitan¨ªa ya est¨¢ a bordo del Prestige". Su ¨²nica misi¨®n: arrancar los motores del barco.
Seraf¨ªn D¨ªaz no llega al buque solo. Se hace acompa?ar de cuatro de los marineros filipinos que fueron evacuados el d¨ªa anterior. Son el segundo maquinista, el electricista, el bombero y el engrasador. Ya se han repuesto del susto, han cambiado sus ropas impregnadas de fuel por otras secas y han pasado la noche en el hotel Avenida, un tres estrellas situado en el extrarradio de A Coru?a, vigilados muy de cerca por representantes del armador, que no les dejan hablar con los periodistas. El t¨¦cnico espa?ol informa al capit¨¢n Mangouras de qui¨¦n es y del motivo que lo ha llevado all¨ª. El griego no se opone frontalmente, pero -seg¨²n la versi¨®n del espa?ol- adopta una actitud distante. Da la impresi¨®n de que quiere ganar tiempo. S¨®lo despu¨¦s de una hora permite a Seraf¨ªn D¨ªaz, vestido con botas y mono de salvamento, que descienda por fin a la sala de m¨¢quinas.
A las dos horas, el t¨¦cnico espa?ol busca al capit¨¢n en el puente de mando del Prestige. Lo que ha visto all¨¢ abajo le da mala espina, pero opta por ser prudente y no comentarle nada al capit¨¢n. Sin embargo, el di¨¢logo no puede ser m¨¢s tenso:
- Capit¨¢n, ya se puede arrancar. D¨¦ la orden, por favor.
- Hay que esperar un rato. Hasta que llegue el helic¨®ptero.
- No, hay que arrancar ya.
- Oiga, yo soy el capit¨¢n del barco y aqu¨ª soy yo quien da las ¨®rdenes.
- S¨ª, es verdad, usted es el capit¨¢n del barco, pero tambi¨¦n es verdad que usted est¨¢ en mis aguas y que all¨ª hay una fragata de guerra. Si yo hago una llamada aparece aqu¨ª un oficial, y aunque usted permanezca a bordo ser¨¢ ¨¦l quien marque el rumbo.
El capit¨¢n -siempre seg¨²n la versi¨®n del espa?ol- parece apaciguado. Seraf¨ªn D¨ªaz vuelve a bajar a la sala de m¨¢quinas y de nuevo surgen los problemas. El mec¨¢nico del barco dice que se acaba de romper una pieza. D¨ªaz no se lo cree y, ante el buen resultado que le acaba de dar en cubierta ponerse bravo, advierte al marinero:
- Una puede estar rota, aunque yo no he visto en mi vida una varilla de estas rotas. Pero le advierto de que si aparece otra m¨¢s, yo llamo a la Guardia Civil y va usted detenido.
A las 15.30 del jueves, cuatro horas y media despu¨¦s de que el t¨¦cnico de A Coru?a subiera a bordo, el Prestige vuelve a ponerse en funcionamiento. Desde esa hora hasta las 19.30, hora exacta en que Seraf¨ªn D¨ªaz abandona el barco, el Prestige navega a una velocidad de seis nudos y 60 revoluciones. "Sin problemas", recuerda el inspector mar¨ªtimo, "yo no not¨¦ vibraciones en el barco, ni en la cubierta ni nada que pudiese hacer indicar que el barco fuera en malas condiciones. Es m¨¢s, la puesta en marcha corrigi¨® en tres o cuatro grados la escora, por lo que ¨ªbamos navegando a cuatro o cinco grados de escora".
Seg¨²n el seguimiento del Gobierno, a las 19.00, el petrolero "se encuentra a 25 millas al noroeste de Cabo Villano, navegando a seis nudos de velocidad, con su propia m¨¢quina y asistido -una suave forma de decir escoltado- por cinco buques de Salvamento Mar¨ªtimo y dos de la Armada". Tierra adentro o, m¨¢s concretamente, despachos adentro, se tiene la sensaci¨®n de que el asunto del Prestige est¨¢ en v¨ªas de soluci¨®n. El Gobierno ya cree que el susto se conjuga en pasado, e inicia una virulenta ofensiva. Loyola de Palacio interviene en varias emisoras de radio y se queja del papel que desempe?a Gibraltar en el tr¨¢fico mar¨ªtimo de petroleros.
El Pe?¨®n vuelve a aparecer ante la opini¨®n p¨²blica como una cueva de piratas. La embajada del Reino Unido en Madrid se defiende precisando en una nota que el Prestige s¨®lo ha atracado una vez en Gibraltar, hace cuatro a?os, y que en aquella ocasi¨®n se limit¨® a repostar. Todo obedece a una pol¨¦mica creada por Adolfo Men¨¦ndez, subsecretario de Transportes, quien difunde una informaci¨®n err¨®nea seg¨²n la cual el Prestige cubre habitualmente la ruta Letonia-Gribaltar. El bulo act¨²a de espoleta para la pol¨¦mica. Los pol¨ªticos del PP se lanzan a deg¨¹ello contra la b¨¢rbara amenaza. El ministro de Fomento, Francisco ?lvarez-Cascos, anuncia que el Gobierno ya ha emprendido acciones legales contra Grecia, pa¨ªs de procedencia del armador del Prestige, y contra Letonia, la rep¨²blica donde fueron cargadas las 77.000 toneladas de combustible. La oposici¨®n intenta, sin embargo, buscar a los responsables m¨¢s cerca. El PSOE y el Bloque Nacionalista Gallego (BNG) emplazan precisamente a ?lvarez-Cascos para que explique el naufragio en el Congreso.
El t¨¦cnico Seraf¨ªn D¨ªaz, con la satisfacci¨®n del deber cumplido, vuela de vuelta a A Coru?a, donde d¨ªas despu¨¦s recibe la noticia de que ha sido ascendido. Va pensando en las horas que acaba de pasar en el barco, en la sucesi¨®n de fallos inexplicables que ha visto en la sala de m¨¢quinas: llaves de paso cerradas, piezas que parecen rotas a conciencia. No, no le cuadra. "He tenido que solucionar los problemas que ellos mismos hab¨ªan causado", recuerda. La actitud hostil del capit¨¢n, que ¨¦l ha padecido en primera persona durante las ¨²ltimas horas, le da pie para fabricar una teor¨ªa al menos curiosa. ?Sabotaje? Recuerda D¨ªaz una frase pronunciada por el propio Mangouras minutos despu¨¦s del accidente. "Entre la tripulaci¨®n cundi¨® el p¨¢nico y algunos de los hombres se pusieron a llorar", hab¨ªa declarado el griego, "as¨ª que ped¨ª que los evacuasen. En esas condiciones, m¨¢s que una ayuda constitu¨ªan un peligro". El t¨¦cnico espa?ol cree ver algo m¨¢s en aquella decisi¨®n: "Tenga usted en cuenta que en el barco, una vez rescatados los filipinos, s¨®lo quedaron tres personas, dos de ellas de edad avanzada. El capit¨¢n, el primer oficial y el jefe de m¨¢quinas. Eso me da mucho que pensar. Un hombre solo en la sala de m¨¢quinas me da que sospechar que hay otros intereses... Quiz¨¢s quer¨ªan dejar que el barco se acercara a la costa tanto que Espa?a se viera obligada a sacarlos precipitadamente de all¨ª ofreci¨¦ndole un remolcador gratis... No lo s¨¦, pero... Yo creo que hubo mala fe". De nuevo la sombra del dinero aparece alrededor del naufragio.
20.00 del jueves. El helic¨®ptero Helimer Galicia informa de que se encuentra en su base repostando, dispuesto a trasladar al Prestige a nueve tripulantes de la compa?¨ªa de salvamento Smit Salvage.
?se es el helic¨®ptero al que se hab¨ªa referido el capit¨¢n del petrolero en su conversaci¨®n con el t¨¦cnico espa?ol Seraf¨ªan D¨ªaz. Y tiene una explicaci¨®n muy sencilla. Nada m¨¢s producirse el accidente, el griego se pone en contacto con su armador en Atenas y es ¨¦ste quien desde aquel momento le da todas las ¨®rdenes. La ¨²ltima es que sean los t¨¦cnicos de una empresa holandesa, Smit Salvage, los que se hagan cargo de salvar el barco. Por eso, Mangouras no quiere tomar una decisi¨®n m¨¢s. Que el barco no se mueva hasta que lleguen los holandeses. "El helic¨®ptero est¨¢ de camino", le dice a Seraf¨ªn D¨ªaz, proponi¨¦ndole un aplazamiento de la puesta en marcha. Pero pasan las horas y el helic¨®ptero no llega.
Una vez en tierra, Seraf¨ªn D¨ªaz acude al gabinete de crisis montado en la Delegaci¨®n del Gobierno e informa al capit¨¢n mar¨ªtimo, ?ngel del Real, y al delegado del Gobierno, Arsenio Fern¨¢ndez de Mesa, de lo que ha visto en el barco: "Sale muy poquito combustible, un reguerito de fuel que se apaga y vuelve a salir en forma de bola, un manch¨®n... En el puente de control los sistemas de comunicaci¨®n y navegaci¨®n siguen funcionando. Y no, no creo que sea una grieta lo que tiene el buque, creo m¨¢s bien que la causa del accidente es que una plancha se ha podido desprender por el propio comportamiento del barco durante la navegaci¨®n y, claro, por el fuerte mar". Tambi¨¦n habla a sus superiores del comportamiento de Apostolos Mangouras:
- Es uno de estos griegos que se saben todos los trucos de la mar.
Llueve sobre mojado. Decididamente, las autoridades no se f¨ªan del capit¨¢n del Prestige. Depositan en ¨¦l toda la responsabilidad de la mala noche pasada. No se creen que hayan sido las olas y el temporal las ¨²nicas causas que impiden el amarre del buque al remolcador R¨ªa de Vigo. Deciden pasar a la acci¨®n.
22.30 del jueves. Restaurante siciliano en el centro de Madrid. El director general de la Guardia Civil, Santiago L¨®pez Valdivielso, se dispone a cenar cuando uno de los escoltas se acerca con un tel¨¦fono. Le informan de la actitud del capit¨¢n y le piden autorizaci¨®n para que varios miembros de la UEI (la Unidad Especial de Intervenci¨®n, un grupo de ¨¦lite s¨®lo destinado a intevenciones de alto riesgo) viaje a A Coru?a ante la posibilidad de tener que asaltar el buque.
Finalmente no es necesario. O quiz¨¢s nunca lo fue. A las tres de la madrugada se recibe una comunicaci¨®n en el gabinete de crisis. El helic¨®ptero Helimer se encuentra sobre la vertical del Prestige, realizando labores de desembarco de los nueve t¨¦cnicos holandeses. Uno de ellos es Wytse Huismans, un capit¨¢n de nav¨ªo que toma en la pr¨¢ctica las riendas del petrolero, aunque el veterano Mangouras sigue figurando como responsable. A las cuatro de la madrugada, el remolcador R¨ªa de Vigo recibe una extra?a comunicaci¨®n procedente del Prestige: "Cambie a rumbo 160. Tenemos problemas a bordo".
Con informaci¨®n de Xos¨¦ Hermida, Gabriela Ca?as, Primitivo Carvajo y Jorge A. Rodr¨ªguez.
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