Los tiempos de la justicia
Estos ¨²ltimos d¨ªas hemos vuelto a recordar, dos lustros despu¨¦s, el triste suceso del secuestro de la farmac¨¦utica de Olot. Se da la circunstancia de que alguno de los posibles lectores de esta carta no hab¨ªa nacido cuando sucedieron aquellos acontecimientos. Para la mayor¨ªa de lectores, m¨¢s veteranos, esta rememoraci¨®n v¨ªa judicial ha servido para volver a comprobar lo r¨¢pido que pasan diez a?os.
Desgraciadamente, esos diez a?os, que para nosotros parecen haber pasado fugaces, se han atrancado mucho m¨¢s en la memoria de la v¨ªctima del secuestro y en la de todo su entorno familiar. De nuevo el tiempo, la variable relativa por excelencia, nos vuelve a dar distintas visiones de una misma cosa.
Diez a?os despu¨¦s de lo sucedido, el aparato judicial del Estado intentar¨¢, por fin, cerrar este caso y dictar justicia. Pero ya se ha hecho de noche. Sea cual sea el veredicto, el fallo de la justicia habr¨¢ perdido parte de su eficacia, ante las v¨ªctimas y ante el resto de la sociedad.
La justicia no s¨®lo debe ser justa. Ha de ser tambi¨¦n r¨¢pida o por lo menos medianamente ¨¢gil. De lo contrario, y como se demuestra cada d¨ªa de nuestro poder judicial, seguir¨¢ produciendo dos efectos cancer¨ªgenos para su m¨¢s b¨¢sica naturaleza: desmotivar y desenga?ar a los ciudadanos de buena fe en su creencia judicial y, lo que es todav¨ªa peor, incentivar¨¢ involuntariamente a los potenciales clientes de los juicios que se celebrar¨¢n dentro de diez a?os. O qui¨¦n sabe cu¨¢ndo.
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