Desastre ambiental en Galicia: tolerancia cero
El autor dice que la UE deber¨ªa aprender de Estados Unidos y blindar sus costas de forma inmediata a buques basura que naveguen bajo bandera de conveniencia
La Costa da Morte est¨¢ considerada como uno de los tramos ambientalmente m¨¢s valiosos de la costa atl¨¢ntica. Sus valores paisaj¨ªsticos y su riqueza bot¨¢nica y faun¨ªstica configuran un important¨ªsimo patrimonio natural que la han hecho acreedora de una solicitud de Parque Nacional por parte de sectores conservacionistas gallegos. Entre sus m¨²ltiples valores ecol¨®gicos, la Costa da Morte es el ¨²nico lugar del pa¨ªs en el que nidifica el arao com¨²n, especie de ave marina en peligro de extinci¨®n. Hoy, este ecosistema de litoral est¨¢ en el epicentro de la marea negra que est¨¢ asolando la costa gallega.
La marea del Prestige ha acabado alcanzando los despachos oficiales de la Xunta, de La Moncloa e incluso los de la Comisi¨®n Europea. Durante las dos primeras semanas de la crisis, los responsables pol¨ªticos se han apresurado en activar un plan de salvamento pol¨ªtico basado en dos pilares: minimizar los efectos del desastre ante la opini¨®n p¨²blica y activar la centrifugadora de las responsabilidades. Pero con la marea negra del fuel batiendo implacable las costas gallegas esa minimizaci¨®n se ha ido volviendo en su contra y ha ido alimentando otra marea a¨²n m¨¢s poderosa: la de la indignaci¨®n social de un pueblo que asiste a un nuevo desastre ambiental, uno m¨¢s en la larga lista de desastres acaecidos en las tres ¨²ltimas d¨¦cadas en el litoral de Galicia.
Hay que decirle a Aznar que la empat¨ªa es la capacidad de sentir y sufrir con el otro
La falta de sensibilidad se ve en ese anciano que en pleno diluvio se va a cazar con la nobleza
La indignaci¨®n social es tambi¨¦n alimentada por la constataci¨®n de que, una y otra vez, son los mismos quienes han de pagar el desaguisado del transporte mar¨ªtimo de sustancias t¨®xicas y contaminantes. Hace 12 a?os, la manifestaci¨®n de protesta celebrada en A Coru?a con motivo de la cat¨¢strofe ambiental provocada por el hundimiento del buque Aegean Sea iba encabezada por la misma frase que la que el domingo d¨ªa 30 recorri¨® las calles de Santiago: "Nunca m¨¢is". La indignaci¨®n y la rabia surgen de ver que, 10 a?os despu¨¦s de aquel desastre y tres a?os despu¨¦s del provocado por el hundimiento del buque Erika frente a las costas bretonas, ni la Uni¨®n Europea ni sus Estados miembros han tenido el coraje pol¨ªtico ni la capacidad de liderazgo para implantar la ¨²nica pol¨ªtica mar¨ªtima que puede acabar con estos desmanes: tolerancia cero hacia las bombas ecol¨®gicas flotantes que recorren las costas europeas y singularmente las gallegas.
Es sencillamente incomprensible para el ciudadano de la calle que mientras un peque?o veh¨ªculo privado debe pasar una rigurosa inspecci¨®n t¨¦cnica apenas cuatro a?os despu¨¦s de haber sido adquirido, las costas europeas est¨¦n abarrotadas de buques transportando decenas de miles de toneladas de productos altamente t¨®xicos, que los propios responsables pol¨ªticos (Ana Palacio) no dudan en calificar de aut¨¦nticas bombas ecol¨®gicas por su avanzada edad, su deplorable estado de conservaci¨®n y, muchas veces, la precaria situaci¨®n laboral y sindical de sus tripulaciones. Todav¨ªa es menos comprensible que centenares de esos buques en p¨¦simas condiciones y transportando productos contaminantes atraviesen cada a?o uno de los caladeros de pesca m¨¢s importantes del mundo y uno de los ecosistemas de litoral m¨¢s valiosos de la Uni¨®n Europea, las costas gallegas.
En la ¨²ltima d¨¦cada, la Uni¨®n Europea ha conocido de media una marea negra al a?o. En ese intervalo de tiempo, m¨¢s de 450.000 toneladas de combustibles han sido vertidas en sus aguas por el hundimiento de buques de transporte de hidrocarburos. Por contraste, hay que se?alar que la experiencia del hundimiento del Exxon Vald¨¦s en las costas de Alaska en 1989 motiv¨® una reacci¨®n social, pol¨ªtica y normativa en Estados Unidos que se puede calificar de tolerancia cero hacia la presencia en las costas norteamericanas de buques que no re¨²nan los niveles de calidad requeridos. Mientras que en las costas de la Uni¨®n Europea han ocurrido 12 desastres de vertidos en el tiempo transcurrido desde la aprobaci¨®n de la normativa norteamericana -la Oil Pollution Act, 1990 -, en las costas de Estados Unidos no se ha producido ning¨²n vertido grave originado por el hundimiento de buques de transporte.
Para entender esa diferencia en los resultados de la gesti¨®n del transporte mar¨ªtimo hay que recordar que Estados Unidos envi¨®, en sentido literal, un poderoso aviso a los navegantes. La responsabilidad econ¨®mica de los armadores ante desastres ambientales es ilimitada. Como ejemplo, la compa?¨ªa petrolera Exxon hubo de poner encima de la mesa 2.100 millones de d¨®lares para financiar las tareas de descontaminaci¨®n. La multa que le impuso el Gobierno federal fue de 150 millones de d¨®lares, la mayor de la historia ambiental, y la compa?¨ªa todav¨ªa hubo de pagar otros 1.000 millones de d¨®lares para dotar de fondos a un proyecto encargado de la recuperaci¨®n a largo plazo del ecosistema da?ado por las 35.000 toneladas de petr¨®leo vertidas por el buque Exxon Vald¨¦s.
A ra¨ªz del desastre del Erika en 1999 en la costa francesa, la Uni¨®n Europea aprob¨® las importantes directivas Erika I y Erika II. Sin embargo, el hundimiento del Prestige ha puesto de manifiesto que a aquella iniciativa le falt¨® la contundencia necesaria en cuanto a sus plazos de aplicaci¨®n. Por ello, ante el desastre del Prestige, la Uni¨®n Europea debe reaccionar blindando sus costas de manera inmediata a la presencia de buques basura que tengan m¨¢s de 15 a?os y que naveguen bajo banderas de conveniencia. Esta decisi¨®n deber¨ªa ser formalmente adoptada en la cumbre de diciembre del Consejo de la Uni¨®n, enviando as¨ª una poderosa se?al a la Organizaci¨®n Mar¨ªtima Internacional (Naciones Unidas) acerca de la necesidad de proceder a una revisi¨®n en profundidad de la actual pol¨ªtica internacional de transporte mar¨ªtimo.
Con motivo del hundimiento del buque Prestige, Greenpeace Internacional, la Federaci¨®n Internacional de Trabajadores del Transporte y la organizaci¨®n conservacionista internacional World Wild Fund (WWF) han enviado una carta al secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, demandando una acci¨®n concertada internacional dirigida a eliminar las pr¨¢cticas de navegaci¨®n que no cumplan unos m¨ªnimos requisitos t¨¦cnicos y laborales -"sub-standard shiping and practices"-. Esa demanda pone el dedo en la llaga ya que, tras desastres ambientales como el del Prestige, el problema de fondo es que la actual normativa internacional permite que por los mares y oc¨¦anos del mundo circulen hoy d¨ªa 7.894 petroleros, de los que una elevada proporci¨®n no presenta el est¨¢ndar de calidad necesarios. 3.077 de esos buques tienen m¨¢s de 20 a?os.
Esa situaci¨®n es debida a las banderas de conveniencia. Las leyes de la mar obligan a que cada pa¨ªs se haga responsable de las condiciones de navegabilidad de los buques que navegan bajo su bandera, as¨ª como de las condiciones laborales de sus trabajadores. Muchos de los pa¨ªses conocidos como banderas de conveniencia -Panam¨¢, Liberia, Bahamas, Malta, Grecia, Singapur...- practican abiertamente pol¨ªticas de dumping econ¨®mico, social y ambiental, permitiendo que los buques que acuden a sus banderas se beneficien de sus m¨¢s que laxas normativas sociales, fiscales y ambientales.
El resultado es un sistema perverso de incentivos y desincentivos econ¨®micos actuando sobre el transporte mar¨ªtimo mundial. Una expresi¨®n de la actual perversi¨®n del sistema es que una parte importante del transporte de sustancias altamente t¨®xicas, como el fuel que transportaba el Prestige, se acaba realizando en viejas antiguallas de 25 o m¨¢s a?os, con tripulaciones escasamente preparadas y mal pagadas y que al amparo de las banderas de conveniencia se ven sometidos a niveles de inspecci¨®n y mantenimiento francamente insuficientes.
Con ese transfondo internacional, llega el momento de decir algo sobre las responsabilidades pol¨ªticas en nuestro pa¨ªs. De siempre se ha sabido que es en los momentos de crisis cuando emerge la aut¨¦ntica val¨ªa, la verdadera talla de las personas, especialmente de los dirigentes pol¨ªticos. El se?or Aznar ha tratado de ridiculizar el hacerse la foto en el lugar del desastre, pero sus asesores se han olvidado de recordarle algo fundamental en los momentos de crisis. Se llama empat¨ªa. Es la capacidad de sentir al otro, de sentir con el otro, de sufrir con el otro. Esa incapacidad para conectar de manera aut¨¦ntica y real con el sufrimiento y la desolaci¨®n de los hombres y mujeres gallegos asolados por la marea negra y de hacerla visible al ciudadano de la calle, expresa mejor que 100 discursos el verdadero talante de unos se?ores que se reivindican como populares. Esa falta general de sensibilidad ha quedado cristalizada para la posteridad en el imaginario colectivo en el hecho kafkiano de un anciano presidente que en medio del diluvio no tiene otra cosa mejor que hacer que irse a cazar con sus amigos de la nobleza.
Decir, finalmente, que quien se merece la total reprobaci¨®n pol¨ªtica a su gesti¨®n en la crisis es un ministro de Medio Ambiente cuya falta de protagonismo en la misma ha resultado pat¨¦tica. Quienes amamos apasionadamente la naturaleza y nos preocupamos por la situaci¨®n ambiental de nuestro entorno, nunca olvidaremos que mientras la marea negra del Prestige asolaba uno de los enclaves ecol¨®gicos m¨¢s valiosos de la costa atl¨¢ntica espa?ola, provocando una grave crisis social, econ¨®mica y ambiental en Galicia, el se?or Matas estaba volcado en su campa?a electoral en les Illes Balears cortando cintas y sonriendo a las c¨¢maras.
Antxon Olabe es economista y consultor medioambiental.
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