Sin escapatoria
Encuentro en la antesala del dentista una revista de "divulgaci¨®n cient¨ªfica" que propone diversas estrategias para librarse de las fiestas, y ofrece unas cuantas direcciones de Internet dedicadas a la "antinavidad". Una de ellas habr¨ªa de ilustrarnos sobre el dec¨¢logo del buen saboteador ("10 propuestas para quedar fatal"), pero salvo una es imposible abrir esas p¨¢ginas comercialmente incorrectas, abducidas en la red sospecho que m¨¢s que por intercesi¨®n divina, por la de El Corte Ingl¨¦s. Queda -coligen los redactores, en plan curiosidades del reino animal- la soluci¨®n de hibernar al estilo del puercoesp¨ªn, del murci¨¦lago que dormita colgado, de las mariquitas siempre gregarias, de las orugas hospedadas en hormigueros. Personalmente me admira el que m¨¢s el lir¨®n, yaciendo de octubre a mayo, con lo que no s¨®lo se pela las fechas entra?ables sino tambi¨¦n una largu¨ªsima y repugnante campa?a electoral. Igualmente envidio al oso pardo, que pierde el 30% de su peso en estos d¨ªas, justo lo contrario de lo que nos ocurre a los dem¨¢s. Pero no a la osa, durmiendo separada para no molestar, ya que ella s¨ª ha de interrumpir el reposo para parir, cosa que tambi¨¦n nos suele pasar a las humanas. Total, que al final la revista ve que es imposible, y que ya que no podemos huir del trago, mejor recomendarnos "los regalos m¨¢s originales, ni calcetines ni corbatas", como una moto submarina, un traductor para perros, unos esqu¨ªs sin nieve, un radar de mentirosos y un boli para firmar con la propia sangre. Y sus men¨²s navide?os, consistentes en bombones de vinagre, crestas de gallo confitadas y un viaje astral. Tambi¨¦n consejos de salud, con todo lujo de detalles sobre c¨®mo recorren las 12 uvas el interior de tu cuerpo y el papel que juegan la amilasa, lisozima, epiglotis, peristaltismo, jugos g¨¢stricos y p¨¢ncreas (ver fotos del peregrinaje por la boca, laringe, es¨®fago, est¨®mago, intestino delgado y ano). Nadie escapa a la Navidad. Aunque a falta de un buen hipot¨¢lamo que nos facilite el letargo, tambi¨¦n puede valer un flem¨®n. Pero no, la verdad. Ni a mi peor enemigo.
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