Omisi¨®n
Eolo salv¨® in extremis a Rajoy, quien tuvo la fortuna de que el poniente que anegaba la costa gallega con chapapote rolase la madrugada del jueves pasado a noreste. As¨ª se evit¨® lo peor, pues la marea negra no penetr¨® en las R¨ªas Bajas, lo que hubiera supuesto tal cat¨¢strofe que el Gobierno en pleno, con su presidente a la cabeza, habr¨ªa tenido por fin que asumir sus grav¨ªsimas responsabilidades. Pero no hubo tal, y Rajoy pudo presentarse ante el Parlamento el jueves por la tarde con la flem¨¢tica suficiencia del gobernante condescendiente que mantiene perfectamente controlada la situaci¨®n.
Y ya de paso, Rajoy aprovech¨® la ocasi¨®n para rematar la ventajista faena de ocultaci¨®n que el Gobierno viene esgrimiendo desde que estall¨® la crisis del Prestige, que consiste en culpar de la misma al carro?ero oportunismo de la oposici¨®n, personificada en el desleal Zapatero. As¨ª cazan dos p¨¢jaros de un tiro, pues si por un lado tapan su vergonzoso fracaso en la gesti¨®n de la crisis, por el otro intentan desviar la ira popular -indignada como est¨¢ por la incompetencia de los pol¨ªticos- no contra los responsables gubernamentales, que son quienes controlan la Administraci¨®n, sino contra los socialistas, que, evidentemente, no son responsables de nada.
As¨ª demuestra el partido en el poder su doble vara de medir. De un lado, para justificar el fracaso absoluto de su propia incompetencia. Desde un comienzo le rest¨® importancia a la crisis, que no era digna de merecer la atenci¨®n de Aznar, de Fraga ni de los ministros competentes -Cascos, Matas, etc.-, pues se bastaba y se sobraba el manitas Rajoy, quien decret¨® el apag¨®n informativo y disfraz¨® la cat¨¢strofe con falaces eufemismos que la reduc¨ªan a mero accidente de rutina. Pero a la vez los hombres del presidente denunciaban la falta de patriotismo con que la desleal oposici¨®n osaba criticar al Gobierno. Con lo cual, impl¨ªcitamente, ven¨ªan a reconocer la grav¨ªsima magnitud de la cat¨¢strofe, erigida en cuesti¨®n de Estado que exigir¨ªa la m¨¢s activa cooperaci¨®n entre Gobierno y oposici¨®n.S¨®lo la fortuna y el hero¨ªsmo de la gente del mar han impedido que se consumase lo peor, pues pocas veces un Gobierno ha incumplido su deber hasta este punto. Y tan incompetente ha sido la ineficacia del Gabinete de Aznar, que se les podr¨ªa llevar ante los tribunales, imput¨¢ndoles formalmente sendos delitos no tanto de imprudencia temeraria y dejaci¨®n de responsabilidades como sobre todo de negligencia, denegaci¨®n de auxilio y omisi¨®n de socorro.
Robert Dahl define el ejercicio del poder en las democracias como "la capacidad de adoptar decisiones sobre problemas clave que implican conflictos de intereses". Pero Steven Lukes ha observado que, adem¨¢s de tomar decisiones, el poder tambi¨¦n se ejerce dejando de tomarlas, al gobernar no por acci¨®n, sino por omisi¨®n. Y esta omisi¨®n se agrava cuando se ocultan los problemas clave y en cambio se inventan falsos problemas para desviar la atenci¨®n. As¨ª sucede en el neoliberalismo del Estado m¨ªnimo, fundado en la vieja m¨¢xima del laissez faire, laissez passer. Y esto es lo que han hecho ahora Fraga y Aznar: dejar hacer al Prestige y dejar de hacer lo que unas autoridades dignas de ese nombre tendr¨ªan que haber hecho, que es dar la cara y cumplir con su obligaci¨®n, en lugar de desviar la atenci¨®n tapando el problema para poder culpar a los carro?eros.
Pero as¨ª no podr¨¢n seguir mucho tiempo, pues por mucha opini¨®n publicada que puedan silenciar o comprar, la verdadera opini¨®n p¨²blica, que es la del p¨²blico, no se dejar¨¢ enga?ar m¨¢s.
El ciclo del PP ha naufragado con el Prestige. Por eso, ante mareas c¨ªvicas como la del Nunca m¨¢is, se preguntan como Bush: ?por qu¨¦ nos odian? Se hacen odiar porque se comportan como oligarcas excluyentes, quiz¨¢ dispuestos a otorgar d¨¢divas como caciques -por eso se dicen populares-, pero no, desde luego, a compartir la desgracia inmerecida que se abate sobre el pueblo que les soporta.
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