El largo adi¨®s a Yalta
La entrevista m¨¢s larga de su vida se la dio Benito Mussolini al periodista estrella alem¨¢n de la ¨¦poca, Emil Ludwig. Durante dos meses, mayo y abril de 1932, Il Duce mantuvo decenas de encuentros con Ludwig en su despacho en el Palazzo Venecia. El resultado fue un libro de la editorial Zsolnay, de Berl¨ªn, que contiene frases de Mussolini que son joyas legadas a la historia por el primer gran dictador europeo. Hitler era entonces poco m¨¢s que un proyecto.
Hablando de Europa, Ludwig pregunta: "Si el sistema capitalista est¨¢ en crisis, si est¨¢ en juego todo el sistema, ?por qu¨¦ no funda usted Europa? Napole¨®n lo intent¨®. Briand lo intent¨® y est¨¢ muerto. A usted le corresponde el legado. El desarrollo de esa idea nos comprometer¨ªa a todos con esta magn¨ªfica empresa. ?Mussolini, fundador de Europa!". En voz baja y con frialdad, ¨¦ste respondi¨®: "No ha llegado el momento. Faltan nuevas revoluciones que conformen el nuevo tipo del europeo". Mussolini ten¨ªa raz¨®n.
Las revoluciones llegaron. Primero, la toma de poder nazi en Alemania y la Guerra Civil espa?ola; despu¨¦s, la Segunda Guerra Mundial, con sus decenas de millones de muertos. Entonces estall¨® la revoluci¨®n del pavor y la incomprensi¨®n de las conciencias al saberse en todo el mundo que los nazis hab¨ªan inventado el genocidio industrial y nos hab¨ªan arrebatado la ilusi¨®n de que todos los seres humanos tienen un fondo, por hondo que est¨¦, de compasi¨®n.
Hiroshima y Nagasaki fueron la revoluci¨®n del miedo al ¨¢tomo. Entonces lleg¨® la guerra fr¨ªa y cay¨® bruscamente desde el B¨¢ltico hasta el Mediterr¨¢neo el tel¨®n de acero que Churchill hab¨ªa anunciado. Europa dej¨® de ser aquel continente del que hablaba cincuenta a?os antes el escritor Joseph Roth, en el que un vendedor de casta?as o un maestro cantero pod¨ªa recorrer todos los a?os en busca de clientes o trabajo sin encontrar un obst¨¢culo ni necesitar pasaporte. Durante d¨¦cadas, dos Europas vivieron separadas por minas y alambres de espino y enfrentadas por orden superior. Pero llegaron otras revoluciones, m¨¢s o menos espectaculares.
En Helsinki en 1975, la Europa sovietizada y su patr¨®n, la URSS, decidieron aceptar ciertos valores de la Europa Occidental ya casi toda plenamente libre con la democratizaci¨®n de Espa?a, Grecia y Portugal. Quince a?os despu¨¦s, la divisi¨®n maldita de Yalta hab¨ªa desaparecido con la revoluci¨®n en el Este.
En Copenhague, esta semana, la Uni¨®n Europea da oficialmente por concluidas las revoluciones pendientes para la creaci¨®n del "nuevo tipo de europeo". Tras decenas de millones de muertos e infinito sufrimiento, los Estados de la Europa rica abren las puertas a los dem¨¢s pueblos tan europeos como ellos, pero mucho menos afortunados. Se las abren al proyecto pol¨ªtico de uni¨®n multinacional m¨¢s valiente y de mayor ¨¦xito de la historia. No haber dado el paso nos habr¨ªa lanzado por la vertiente de la incertidumbre, y en algunas regiones, con seguridad, de la guerra. Los problemas, ahora conjuntos, seguir¨¢n ocupando y preocup¨¢ndonos. Pero con todos los errores, ego¨ªsmos y mezquindades habidos en el largo camino recorrido, esta ampliaci¨®n de la EU, como posteriores adhesiones posibles, es motivo de inmenso orgullo para todos estos "europeos de nuevo tipo" tan distintos del que auguraba y deseaba Mussolini.
Como inmensa debe ser la gratitud a todos aquellos que desde muy poco despu¨¦s de acabar la larga org¨ªa de sangre desde 1936 a 1945, y en aras de la paz y la libertad, comenzaron a construir un sue?o que ahora es una realidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.