El individuo irredento
Cuenta Imre Kert¨¦sz, quien ayer recibi¨® feliz un Premio Nobel con el que jam¨¢s hab¨ªa so?ado -a diferencia de tantos otros escritores que lo esperan a?o tras a?o- que decidi¨® ser escritor un d¨ªa all¨¢ por el a?o 1955, poco despu¨¦s de morir Stalin, cuando caminaba por un pasillo oscuro de un edificio an¨®nimo de Budapest y oy¨® detr¨¢s de ¨¦l los pasos uniformes, anodinos, de un grupo que le segu¨ªa a poca distancia. No mir¨® hacia atr¨¢s, sino que hizo un esfuerzo por imaginarse a los individuos que iban detr¨¢s de ¨¦l. Los vio como gregarios, conformistas, sin memoria y resignados. Se dio cuenta de que eran exactamente lo que ¨¦l jam¨¢s querr¨ªa ser. Se apart¨® de inmediato a un lado y los dej¨® pasar de largo hasta perderlos de vista. "Ese d¨ªa me convert¨ª en escritor".
Escribe sobre el horror sin miedo y sobre la maldad y la belleza sin sentimentalismo
Hac¨ªa entonces diez a?os desde que hab¨ªa regresado a Hungr¨ªa, su pa¨ªs natal, que nunca patria, de su peregrinaje por tres campos de exterminio, Auschwitz, Zeitz y Buchenwald. Y llevaba ya ocho viviendo bajo otro r¨¦gimen totalitario, de muchas similitudes con el que hab¨ªa exterminado a su familia y a ¨¦l lo hab¨ªa dejado vivo poco menos que por falta de organizaci¨®n. El r¨¦gimen nazi hab¨ªa sucumbido en doce a?os, pero el comunista se promet¨ªa por entonces para la eternidad. Pero Kert¨¦sz se sali¨® de la fila, del paso anodino decretado y comenz¨® su ¨ªntima rebeli¨®n contra todo aquello que hab¨ªa adivinado en los pasos an¨®nimos y su triste ritmo. Comenz¨® a escribir y a recordar, cada vez con m¨¢s fuerza. Empez¨®, ya como un adulto de 26 a?os, a diseccionar sus pasadas vivencias en el infierno, que observ¨® con los c¨¢ndidos ojos de un chico de catorce a?os, y a escrutar las presentes en el purgatorio que era aquel r¨¦gimen que combinaba estulticia, sumisi¨®n y crimen, mentira e incompetencia.
Quince a?os estuvo escribiendo su primera obra, la que finalmente le lanzar¨ªa muchos a?os m¨¢s tarde a la fama, Sin destino. En esos a?os se deshizo de toda tentaci¨®n a resignar y reneg¨® para siempre de la amargura que atenaz¨® las vidas de tantos supervivientes del holocausto. Se cas¨® con Albina, otra jud¨ªa h¨²ngara que tambi¨¦n hab¨ªa dejado atr¨¢s en Auschwitz a toda su familia. Albina muri¨® de c¨¢ncer, pero ¨¦l sigui¨® escribiendo, sin resignar, y encontr¨® a su actual mujer, que hab¨ªa vuelto a Hungr¨ªa de Estados Unidos, adonde hab¨ªa huido con su familia tras la revoluci¨®n de 1956.
Kert¨¦sz escribe desde la "zona cero" de la humanidad, desde ese fondo infinito que se trag¨®, en grandes campos con chimeneas rodeados de torretas y alambre de espino, como dice ¨¦l, todas las conquistas de la Ilustraci¨®n. El hombre, en su absoluta arrogancia, hab¨ªa cre¨ªdo que su acercamiento a lo bueno, bello y aut¨¦ntico era irreversible. Y tuvo que llegar el siglo XX para demostrarle lo vanas que eran esas ilusiones. El conocimiento de la capacidad del ser humano de acometer -como un ejercicio m¨¢s en la banalidad de la existencia- el mal absoluto cambi¨® el mundo. Cambi¨® la visi¨®n que la humanidad tiene de s¨ª misma y cambi¨® todas las manifestaciones con vocaci¨®n de trascendencia como el arte y la literatura. Quien busque conocimiento sobre el ser humano tiene que intentar sumergirse, guiado por la memoria de los supervivientes, en las grutas del horror porque es en ellas donde se descubren ciertas esencias muy humanas que antes del holocausto jam¨¢s nadie siquiera supo imaginar. Los infiernos eran antes patrimonio de los dioses hasta que seres humanos muy normales, incluso mediocres, supieron arrebatarles el monopolio. Desde entonces nada puede ser igual, como dijo Theodor Adorno poco despu¨¦s de abrirse los campos de exterminio. Hoy que las v¨ªctimas supervivientes y los verdugos van muriendo y los testigos son menos cada d¨ªa que pasa, la literatura de Kert¨¦sz es una maravillosa gu¨ªa de memoria que explica por qu¨¦ nada en el mundo puede volver a ser como fue antes de lo que sucedi¨®. Porque pas¨® y nada puede recomponer la civilizaci¨®n de la inocencia.
En Sin destino, el Kadish o Fiasco, escribe sobre ese horror sin miedo y sobre la maldad y la belleza sin sentimentalismo. Siempre solo en su af¨¢n por interpretar la naturaleza humana, por buscar en sus relatos otros ¨¢ngulos que reflejen, no expliquen, lo inexplicable. Ayer este jud¨ªo no jud¨ªo, este h¨²ngaro no h¨²ngaro, este individuo que abandon¨® el ritmo del paso mon¨®tono en su terca lucha contra la resignaci¨®n propia y ajena y ha sabido ser feliz haciendo literatura, era m¨¢s feliz que nunca porque sab¨ªa a la memoria de qui¨¦nes dedicar este su gran triunfo.
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