Las parias de ?frica
Son las pobres entre los pobres. Las que no tienen nada, ni siquiera derechos. Son las parias de Et¨ªop¨ªa, uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo, azotado c¨ªclicamente por la sequ¨ªa y la hambruna. Son mujeres j¨®venes, casi ni?as, medio desnutridas, que tratan de dar a luz hijos demasiado grandes para sus peque?os cuerpos. No tienen acceso a un m¨¦dico y pierden a su hijos durante partos que duran hasta diez d¨ªas. La consecuencia es fatal: quedan lesionadas de por vida y, desde entonces, la orina correr¨¢ irremediablemente por sus piernas. Su olor las delata all¨¢ donde van y lo pierden todo. Sus maridos las echan de casa, las despiden de sus trabajos y sus familias prefieren que no vivan bajo su mismo techo. Est¨¢n condenadas al ostracismo. Son cientos de miles en Etiop¨ªa y millones en toda ?frica.
Las lesiones del parto hacen que la orina corra irremediablemente por sus piernas. Su olor las delata y lo pierden todo. Las echan del trabajo y sus maridos y familias las rechazan
"Este problema afecta a todas las mujeres de los pa¨ªses en desarrollo en ?frica, Asia y Am¨¦rica Latina. Son casi ni?as cuando dan a luz y est¨¢n mal alimentadas. Hacen el trabajo duro (ir a por agua, a por la le?a) y consumen las calor¨ªas que necesitan para crecer", explica Ruth Kennedy mientras inserta un mu?eco en una pelvis de pl¨¢stico. "El ni?o golpea y golpea contra la pelvis durante horas y d¨ªas. Algunas pasan hasta 10 d¨ªas en cuclillas intentando dar a luz. Al final el beb¨¦ muere por asfixia, su cr¨¢neo se encoge y sale al exterior. La mujer se ha quedado lesionada de por vida e incapaz de controlar su orina. No s¨®lo les pasa a las primerizas, tambi¨¦n a las que han tenido muchos hijos". Kennedy es una de las doctoras del Fistula Hospital en Etiop¨ªa, pionero en el tratamiento de este tipo de dolencias y lugar de peregrinaci¨®n de m¨¦dicos de todo el mundo.
Es un bonito edificio a las afueras de la capital, Addis Abeba, y all¨ª aterrizan las m¨¢s afortunadas. La mayor¨ªa de estas mujeres piensan que cumplen un castigo divino por algo que han hecho mal, otras entran en una gran depresi¨®n y la mayor¨ªa se entrega a la prostituci¨®n. Pero unas 1.300 consiguen llegar cada a?o al Fistula Hospital, donde son operadas y el 90% curadas para siempre.
Oler mal
En Etiop¨ªa, el 75% de la poblaci¨®n vive a dos d¨ªas y medio andando de la carretera m¨¢s cercana. Llegar hasta la capital es toda una odisea para las que no tienen nada, no saben leer y huelen mal. Pero alguien les ha contado que lo suyo no es incurable, y que en Addis Abeba hay unas doctoras que curan gratis. Recorren cientos de kil¨®metros por un pa¨ªs el doble de grande que Espa?a. A pie, en mulo, en los brazos de alg¨²n hermano. Al llegar a las ciudades, las echan a patadas de los autobuses y las invitan a salir de los taxis. En el hospital cuentan que una de las pacientes tard¨® siete a?os en llegar. Viv¨ªa en el norte del pa¨ªs. Mendigaba y avanzaba unos kil¨®metros de carretera. Par¨®n y vuelta a mendigar. Otra mujer pas¨® nueve a?os en una caba?a, sola, a oscuras, antes de llegar a la cl¨ªnica.
Cerca de 10.000 mujeres mueren cada a?o en Etiop¨ªa cuando intentan dar a luz. Otras miles sufren terribles heridas que las dejan lesionadas de por vida. Son casos que en cualquier pa¨ªs europeo se solucionar¨ªan con una ces¨¢rea y despu¨¦s de dos d¨ªas la mujer estar¨ªa en casa jugando con su beb¨¦. Pero en Etiop¨ªa es distinto. El 85% de la poblaci¨®n vive en el campo, y all¨ª los doctores no quieren trabajar. Apenas hay casas, ni escuelas y los hospitales carecen de medios. S¨®lo el 5% de los partos son atendidos en un hospital, y cada mujer tiene una media de seis hijos a lo largo de su vida.
La carencia de medios y los partos a muy temprana edad hacen que Etiop¨ªa tenga una de las tasas de mortalidad infantil m¨¢s altas del mundo, con un 98 por 1.000. Las mutilaciones genitales, que se practican a la gran mayor¨ªa de las mujeres, incrementan a¨²n m¨¢s las complicaciones en el parto. Por eso, en el Fistula Hospital las doctoras repiten una y otra vez la consigna a las pacientes: "Cuando sientas que el beb¨¦ anda dentro de tu tripa, echa a andar hacia el hospital".
La doctora Catherine Hamlin es australiana y en enero cumplir¨¢ 80 a?os. A finales de los a?os cincuenta se traslad¨® a Etiop¨ªa y en 1975 logr¨® abrir el Fistula Hospital gracias a las donaciones gubernamentales y privadas de Australia, el Reino Unido, Estados Unidos y Canad¨¢. Hoy, como cada d¨ªa, la doctora Hamlin pasa revista a las pacientes. Apenas se distrae con la llegada de los visitantes. Alza la vista, saluda y sigue conversando con la paciente.
La sala es enorme. En ella descansan las 128 enfermas en decenas de camas en fila. A un lado est¨¢n las operadas, al otro las que pasar¨¢n por el quir¨®fano. Se las distingue por el rostro. Las que sufren y las que ya han pasado lo peor. Algunas moscas sobrevuelan las escena. El suelo est¨¢ muy limpio. Las limpiadoras se esmeran, pero el fuerte olor a or¨ªn puede con todo. En el techo, vigas, y colgadas de ellas, peque?as bolsas de pl¨¢stico amarillo. Dentro, las pacientes guardan sus pertenencias, acumuladas durante toda una vida.
Hoy tambi¨¦n hay buenas noticias en la cl¨ªnica. Una mujer sonr¨ªe desde el lecho. Hace tres a?os fue operada de una f¨ªstula y ahora ha conseguido dar a luz un bonito beb¨¦, extra¨ªdo por ces¨¢rea. El personal del hospital cuenta su caso con orgullo.
En una sala contigua, las mujeres aprenden a leer con cuartillas en am¨¢rico, el idioma de Etiop¨ªa. Las doctoras creen que la educaci¨®n es la mejor manera de prevenir la enfermedad y el 99% de las chicas que llegan son analfabetas. Un poco m¨¢s all¨¢, en la sala de rehabilitaci¨®n, las mujeres aprenden de nuevo a andar. Muchas mujeres han perdido la movilidad. En sus pueblos les vendan las piernas durante a?os, creyendo que as¨ª se curar¨¢n. Otras pierden la sensibilidad en los miembros despu¨¦s de pasar horas y horas de parto en una postura inadecuada.
Mamitu Gashe ayuda en la escuela, en la rehabilitaci¨®n y tambi¨¦n en el quir¨®fano. "Aunque no tengo el t¨ªtulo de m¨¦dico", dice. Ahora tiene 52 a?os, pero a los 16, dos a?os despu¨¦s de casarse, se qued¨® embarazada y el parto se complic¨®. Su hijo muri¨® y ella qued¨® lesionada. "Pens¨¦ que nunca m¨¢s volver¨ªa a estar bien, pens¨¦ que me iba a morir", asegura. Fue una de las primeras pacientes de la doctora Hamlin y desde entonces ha sido sido su aprendiz durante tres d¨¦cadas y se ha convertido en una verdadera instituci¨®n en el hospital. Como ella, muchas de las auxiliares de enfermer¨ªa que trabajan aqu¨ª han pasado antes por el quir¨®fano como pacientes.
En este hospital, 20.000 mujeres de Et¨ªop¨ªa, Somalia y Sud¨¢n, entre otros pa¨ªses, han sido operadas. Cirujanas, jardineras, cocineras, administrativas y enfermeras tratan de acabar con el estigma de una enfermedad que aparta a millones de africanas de la sociedad. "Si esta dolencia afectara a los hombres ya se habr¨ªan creado grandes fundaciones y celebrado decenas de cumbres internacionales", apunta Kennedy. El mes pasado se celebr¨® en Addis Abeba el segundo encuentro mundial de f¨ªstula de obstetricia, auspiciado por la ONU. Mientras la doctora habla, en la sala de espera, una decena de reci¨¦n llegadas esperan sentadas en bancos de piedra, agotadas por el largo viaje desde sus aldeas, con los ojos triste y el cuerpo doblado de dolor. A las m¨¢s afortunadas les acompa?a un familiar.
El 70% de las et¨ªopes sufre alg¨²n tipo de mutilaci¨®n genital
LA MUTILACI?N GENITAL FEMENINA est¨¢ en regresi¨®n en Etiop¨ªa, pero, aun as¨ª, las cifras asustan. El 70% de las mujeres han sido v¨ªctimas de alg¨²n tipo de mutilaci¨®n. Los precar¨ªsimos servicios sanitarios del pa¨ªs hacen adem¨¢s que estas operaciones constituyan una importante fuente de enfermedades para las mujeres.
"Aqu¨ª, a las mujeres les cortan todo. Los labios mayores, los menores y el cl¨ªtoris. Luego les cosen la vagina y permanecen as¨ª hasta que tengan un hijo. Una vez que han dado a luz vuelven a coserlas, es lo que se conoce como infibulaci¨®n, y que se remonta a los tiempos de los faraones", dice una doctora que trabaja con la etnia afar, al este del pa¨ªs. Tambi¨¦n cuenta que las infibulaciones se realizan sin anestesia y con objetos cortantes sin desinfectar, lo que da lugar a hemorragias, infecciones y hasta la muerte. Son muchos los motivos que llevan a las comadronas, madres y abuelas a cortar los ¨®rganos genitales de reci¨¦n nacidas y de ni?as entre cinco y ocho a?os. Algunas piensan que si no se mutilan obtendr¨ªan placer y estar¨ªan m¨¢s predispuestas para cometer adulterio. Otras piensan que, si no est¨¢n circuncidadas, se les caer¨¢n todos los objetos valiosos de la casa y los romper¨¢n. Y la mayor¨ªa cree que no mutilarse acarrea problemas de salud y dificulta los partos.
Los hombres lo consideran, en general, "cuestiones de mujeres", pero en determinadas regiones como la somal¨ª (al noreste del pa¨ªs) no aceptan a las que no hayan sido sometidas al bistur¨ª.
A pesar de la magnitud de estas brutales agresiones, el Comit¨¦ Nacional de Pr¨¢cticas Tradicionales y Da?inas de Etiop¨ªa (CNPTDE), la principal organizaci¨®n de lucha contra las mutilaciones en el pa¨ªs, se muestra optimista. "Antes ni se hablaba de estos temas. Era tab¨². Ahora, la mutilaci¨®n femenina ha pasado a ser una cuesti¨®n de debate nacional", asegura Abebe Kebede, director de proyectos de la organizaci¨®n. "Hombres y mujeres empiezan a darse cuenta de las consecuencias para la salud de estas operaciones y son conscientes de que es una v¨ªa importante de transmisi¨®n del sida", a?ade Kebede, quien explica que estas pr¨¢cticas "no tienen ning¨²n fundamento religioso. Tanto los l¨ªderes cristianos ortodoxos como musulmanes de Etiop¨ªa lo condenan".
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