Plavsic y la dignidad
Biljana Plavsic ha sido una de las mujeres m¨¢s admiradas en los Balcanes. No era para menos. En aquel mundo de hombres rudos, esta mujer volteriana rompi¨® moldes. Por desgracia. Nadie m¨¢s lejano al campesinado sin escr¨²pulos y sin compasi¨®n que en aquellas monta?as considera cualquier tragedia un vulgar incidente. Ella era una serbia que sab¨ªa de poes¨ªa, quer¨ªa a la ciencia e interesante y elegante, conmovedora e inteligente, nadie que la conociera se explicaba, al principios de la d¨¦cada de los noventa, su irresistible conversi¨®n en matarife junto a personajes fascistas y etnoparanoicos, como Radovan Karadzic, poeta enfermo, y Radko Mladic, general sanguinario, en la guerra en Bosnia. Algo hab¨ªa sucedido con aquella profesora de la comprensi¨®n. De repente, la musa intelectual justificaba las explosiones de balas dum-dum en las cabezas de quienes hab¨ªan podido ser sus alumnos m¨¢s queridos y aventajados.
Plavsic disfrutaba de los muertos musulmanes. Mladic los generaba. Mor¨ªa la gente y la musa no despertaba. M¨¢s de siete mil en Srebrenica, en Foca varios cientos masacrados y decapitados, siempre justificados por una mujer que quer¨ªa a Shakespeare y recitaba a Byron, que conoc¨ªa a los cl¨¢sicos griegos y habr¨ªa sido capaz de llorar con Lorca o Cernuda. Ahora, Plavsic ha retornado a la dignidad. Y llora aunque haya quien piense que s¨®lo recorta su pena de prisi¨®n. Plavsic da un corte de mangas a quienes desacreditaron a la Corte Penal Internacional, otro a su compa?ero de prisi¨®n, Slobodan Milosevic, pero tambi¨¦n a Washington, que desprecia las leyes m¨¢s que los s¨¢trapas junto al Adri¨¢tico. Plavsic ha dicho que es culpable. Que existi¨® la limpieza ¨¦tnica y los asesinatos selectivos. Supo de ellos. Nunca en N¨²remberg hubo testigo as¨ª. Plavsic ha recuperado su dignidad al contarnos lo que muchos sab¨ªamos y otros negaban con obscenidad. El ¨¦xito de La Haya es magn¨ªfico. Y Plavsic ha recuperado, con todos sus pecados, el honor perdido. Presa pero libre al fin.
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