Americanos
Y llegaron los americanos, los americanos por antonomasia, los estadounidenses que se hab¨ªan incautado el nombre del continente para su uso personal, los antiguos enemigos del 98, los patriotas globales del "Am¨¦rica para los americanos", del Norte, que hab¨ªan ridiculizado a los otrora orgullosos colonizadores espa?oles para confeccionarse un mundo a la medida con los restos del dilapidado Imperio espa?ol.
Medio siglo despu¨¦s, Ike, el presidente Eisenhower, campe¨®n de las libertades, en Madrid del bracete de Franco, el amigo de los nazis, el peque?o dictador homologado por fin gracias a su patente anticomunista. Mister Marshall inclu¨ªa bajo su paraguas de barras y estrellas a los espa?olitos que le recib¨ªan con alegr¨ªa. Se est¨¢ proyectando estos d¨ªas la versi¨®n ¨ªntegra y rehabilitada de la pel¨ªcula de Berlanga, un pueblo de charanga y pandereta, paisanos madrile?os andaluzados formando una alegre y esperanzada comparsa, el alcalde Jos¨¦ Isbert y su fuente "con chorrito", Manolo Mor¨¢n el "manager", din¨¢mico y optimista. La modernidad pasaba como un vertiginoso cometa por la calle mayor de Villar del R¨ªo que seguramente se llamaba avenida del General¨ªsimo Franco, o tal vez de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera.
En los a?os cincuenta, "americano", sonaba casi tan bien como "at¨®mico", o "sint¨¦tico". Bares americanos, cafeter¨ªas americanas en la Gran V¨ªa o en Goya, con los nombres de los Estados de la Uni¨®n, California, Nebraska, Dakota, Tejas, barras y estrellas. Los americanos en Torrej¨®n, los americanos desembarcaban en Corea, una colonia americana en Chamart¨ªn de la Rosa, los chavales madrile?os masticaban chicle para desarrollar unas mand¨ªbulas a lo John Wayne, los j¨®venes americanizados fumaban Chesterfield y Lucky Strike. Salvo aprender a jugar al b¨¦isbol, hicimos de todo para ser m¨¢s americanos que nadie, para dejar el vag¨®n de cola del tren de la modernidad del que tiraba la locomotora del Plan Marshall.
Los americanos a¨²n eran los buenos de la pel¨ªcula y los indios los malos y s¨®lo el rojazo de Berlanga se atrev¨ªa a hacer chistes a su costa. En la versi¨®n rehabilitada de Bienvenido, Mr. Marshall salen m¨¢s banderas estadounidenses que en la anterior, no hab¨ªa que molestar a nuestros nuevos y a¨²n algo reticentes aliados que miraban con cierta prevenci¨®n nuesrro modelo de democracia, "org¨¢nica", original con partido ¨²nico y sindicato vertical.
La guerra de Vietnam y las convulsiones de Mayo del 68 cambiaron el sentido de la marcha, muchos j¨®venes espa?oles quer¨ªan seguir siendo americanos pero hippies y contestatarios, americanos antiamericanos de los que quemaban banderas y cartillas militares. En los c¨ªrculos viciosos del poder omn¨ªmodo, los j¨®venes tecn¨®cratas espa?oles, presuntos herederos de la finca, acu?aban aquello del "antiamericanismo primario", una actitud que s¨®lo cabe en estos d¨ªas entre las filas de los "progres trasnochados".
La Armada espa?ola, la de la honra sin barcos, tard¨® en reaccionar ante la crisis del Prestige, el prestigio de nuestra flota circulaba por aguas internacionales, interceptando misiles norcoreanos con destino al Yemen, una de las provincias del nuevo eje del mal, formando parte de la escolta de mamporreros del presidente Bush en los siete mares, dispuestos a imponer la libertad duradera a los infieles.
El presidente Aznar es un proamericano primario, como Tony Blair o el caballero Berlusconi, m¨¢s proamericano y m¨¢s primario que nadie, el primero de la lista para apuntarse al bombardeo, a cualquier bombardeo y donde haga falta. El presidente Aznar camina en el sentido de la historia, marcando el paso con entusiasmo, haciendo m¨¦ritos, m¨¢s obediente y m¨¢s servicial que cualquiera de los aliados del Gran Jefe Blanco, ayudante del sheriff, auxiliar del marshall. El antiamericanismo de Berlanga no tiene futuro, los americanos buenos siguen desembarcando en las carteleras de los cines, imponiendo sus iconos, repartiendo regalos como un ben¨¦fico Pap¨¢ Noel a los ni?os que se han portado bien. No s¨¦ lo que le traer¨¢ este a?o a su amigo de La Moncloa, pero a los ni?os malos ya nos ha tra¨ªdo carb¨®n y chapapote oscureciendo el horizonte.
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