El Atl¨¦tico cierra el a?o de pena

El Racing tiene motivos para sacar pecho. Pis¨® el Calder¨®n con un aire atrevido, ahog¨® al Atl¨¦tico con una presi¨®n decidida y muy adelantada, se defendi¨® con diciplina y fue mejor. Pero en su indiscutible victoria, adem¨¢s de su excelente imagen, tuvo mucho que ver la calamitosa actuaci¨®n de la zaga rival. En especial de Hibic, cuyas imperdonables faltas de atenci¨®n propiciaron los dos goles. Cometi¨® los errores de costumbre, esa man¨ªa tan suya de recibir determinadas jugadas como simple espectador, pero esta vez no estaba Garc¨ªa Calvo para remediar sus agujeros.

Sin Garc¨ªa Calvo, juegue en la demarcaci¨®n que juegue, la defensa del Atl¨¦tico es una ruina. Otero y Carreras son poca cosa para competir de t¨² a t¨² a gente de banda como Regueiro y Munitis, Coloccini siempre va acelerado, arriesgando cada acci¨®n a un todo o nada innecesario, y qu¨¦ decir de Hibic. Es una garant¨ªa en el juego a¨¦reo, el ¨²nico con toque para sacar la pelota, pero en los asuntos propios de su puesto es un peligro constante. Se clava a la hora de tirar los fueras de juego, nunca sale a por los delanteros cuando se retrasan, y, lo que es m¨¢s irritante, las jugadas repentinas le pillan en Babia.

Demasiada concesi¨®n si enfrente, adem¨¢s, lo que se encuentra el Atl¨¦tico es a tipos que sobre todo son listos, delanteros con el rabillo conectado para aprovechar el m¨ªnimo imprevisto. Munitis y Javi Guerrero responden a esa escuela, ratones de ¨¢rea que llevan el gol escondido en el bolsillo. Los tantos del Racing fueron un calco, aunque no gozan a¨²n de denominaci¨®n en la jerga del f¨²tbol: podr¨ªa valer contracontragolpes.

Sal¨ªa el Atl¨¦tico a la sorpresa en ambos lances, tratando de cazar al rival al contrapi¨¦. Pero el adversario los respondi¨® con mayor sorpresa si cabe. Sin repliegue, dando un paso adelante en vez de hacia atr¨¢s, anticip¨¢ndose y lanzando-despejando profundo el bal¨®n en direcci¨®n al ¨¢rea. Y con toda la mala intenci¨®n, hacia el sector Hibic. Como esos idas y vueltas del bal¨®n tan repentinos resienten la cintura del bosnio, y como los milagros de Esteban no aparecen precisamente en los mano a mano, los dos regalos sorpresa acabaron en la red.

En medio de ambos tantos, el Atl¨¦tico hizo el suyo tras un espl¨¦ndido cabezazo de Emerson, al que Luis Aragon¨¦s acudi¨® en el descanso para intentar remediar los end¨¦micos problemas de su equipo con la pelota. S¨®lo circula con l¨®gica cuando cae en los pies de Movilla, pero al calvo los rivales le montan siempre un dispositivo especial de vigilancia. Aunque no para de moverse, empieza a resultar preocupante lo que le cuesta escaparse de ellos. Y a sus compa?eros les resulta nocivamente m¨¢s c¨®modo buscar la salida por otro lado. Con pelotazos de Hibic y Nagore ante los que Torres tiene todas las de perder. O con conducciones ego¨ªstas de Contra que mueren tarde o temprano. Y la aparici¨®n en la media punta de Luis Garc¨ªa, que ni conecta ni desborda, tampoco mejora nada.

Cada irrupci¨®n de Movilla, con todo, le dio al Atl¨¦tico para ara?ar alguna ocasi¨®n -en oportunidades de gol s¨ª pele¨® de igual a igual con el Racing-. Movilla encontr¨® media docena de veces a Stankovic en su costado y, sobre todo, dej¨® a Fernando Torres solo ante Lemmens con un centro prodigioso. Pero Fernando Torres resolvi¨® mal, muy mal.

Lo dem¨¢s del Atl¨¦tico fue una vez m¨¢s el bal¨®n parado, suerte donde s¨ª es da?ino. Siete saques de esquina bot¨® de forma consecutiva entre el minuto 11 y 13, y en los dos primeros acarici¨® el gol de verdad. Pero Lemmens dej¨® dos paradas soberbias a un cabezazo de Nagore y una volea de Movilla, y el Racing, acto seguido, se vino arriba.

Diego Mateos y Nafti gobernaban el juego, Munitis y Regueiro hac¨ªan estragos por las bandas y Bodipo se arropaba de cuerpo y buenos movimientos para darle la tarde a los centrales. Todo con un aire muy valiente, sin cambiar su osad¨ªa en funci¨®n del resultado. Agarrado al entusiasmo por ganar y empujado por su hinchada, el Atl¨¦tico se sinti¨® dentro del partido nada m¨¢s marcar el empate. Pero el Racing, al que Esteban le hab¨ªa prohibido el paso a base de reflejos, se adelant¨® con su segundo contracontragolpe y volvi¨® a sepultar a los rojiblancos, que ensuciaron adem¨¢s su derrota con un punto de violencia inaceptable. Pero tampoco por las malas, el Atl¨¦tico supo discutirle el triunfo al Racing.