J¨®venes.com
Pese a lo que pueda insinuar su t¨ªtulo, 20 tantos no tiene nada que ver con su semihom¨®nima Treinta y tantos, la serie que, en 1987, elev¨® a los yuppies unplugged a categor¨ªa de cl¨¢sicos televisivos. Concebida como una secuela de Al salir de clase, la producci¨®n, emitida diariamente por Tele 5 en horario de sobremesa, reincide en una mezcla de culebr¨®n juvenil y serie con pretensiones sociol¨®gicas que tendr¨¢ que mejorar bastante para que confluyan su ambici¨®n y los medios para conseguirla. El motor de la historia es el problema en sus m¨²ltiples variantes. Problemas laborales, de salud, sentimentales, de identidad sexual o econ¨®micos protagonizados por j¨®venes de nuestro tiempo debidamente adiestrados para introducir en sus mejorables di¨¢logos expresiones como "curro", "t¨ªo", "tronco", "pe?a" o "supermajo".Vidas cruzadas, perpendiculares o paralelas coinciden en un marco urbano en el que se suceden malentendidos, angustias y desenga?os. M¨¢s aburrida que divertida, m¨¢s pretenciosa que amena, m¨¢s previsible que transgresora, m¨¢s cercana a las relamidas sit-coms juveniles francesas que a, pongamos, Raquel busca su sitio, 20 tantos no aporta gran cosa al g¨¦nero, aunque puede que, una vez desarrolladas m¨ªnimamente las tramas, este escal¨¦xtric argumental adquiera la complejidad suficiente para crear la adicci¨®n que deben producir estos formatos.
?Existen de verdad los j¨®venes de 20 tantos? Tanto como los estudiantes de Al salir de clase. Hace tiempo que no sabemos si la realidad imita la ficci¨®n televisiva o viceversa. La ¨²nica novedad viene, pues, por el lado de los detalles: los protagonistas tienen aventuras profesionales relacionadas con portales de Internet, lo cual introduce cierta brisa renovadora en di¨¢logos y situaciones. Se recurre al viejo sistema de asignar a cada joven una caracter¨ªstica que permita la identificaci¨®n sectorial. Uno es gay, la otra tiene sensibilidad con las ONG, una tercera es una marchosa irredenta y el gal¨¢n pijo con sue?os de idealismo intern¨¢utico tiene toda la pinta de sustituir al anta?o arquitecto ideol¨®gicamente puro que se acababa vendiendo al capital o al despacho de un padre con el que manten¨ªa una turbulenta relaci¨®n. Madres separadas que intentan rehacer su vida e hijos ego¨ªstas que utilizan las debilidades paternas completan un paisaje en el que s¨®lo falta un repartidor de pizzas con piercing que diga "te cagas" constantemente.
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