Testimonio de un obispo creyente
El autor hace balance de la actual "hibernaci¨®n" del Concilio Vaticano II y constata que, pese a la disminuci¨®n del n¨²mero de fieles en la Espa?a democr¨¢tica, la vivencia religiosa es ahora m¨¢s sincera y profunda
A pesar de lo mucho que en esta materia se ha adelantado, todav¨ªa en Espa?a sobreviven algunos coletazos del clericalismo y de su correlativo anticlericalismo. En todo caso, yo, a este respecto, soy m¨¢s bien optimista tanto como espa?ol y dem¨®crata que como cristiano e incluso cl¨¦rrigo. Por eso el libro que con el t¨ªtulo Recuerdos de la transici¨®n acaba de publicar mi querid¨ªsimo amigo Alberto Iniesta, obispo em¨¦rito de Vallecas, viene como anillo al dedo para llenar un vac¨ªo que se va produciendo tanto en el ¨¢mbito cat¨®lico por una especie de hibernaci¨®n del Concilio Vaticano II como por un indiscutible enfriamiento del fervor democr¨¢tico en el ¨¢mbito social y pol¨ªtico.
Yo, sin pensarlo ni pretenderlo, me vi envuelto en aquella lucha de la transici¨®n, y, aunque no fui recluido en la "c¨¢rcel de curas" de Zamora, s¨ª fui fuertemente multado y procesado por una homil¨ªa "subversiva" en mi catedral de M¨¢laga. Igualmente sufr¨ª otros procesos en el ominoso Tribunal de Orden P¨²blico y pude ser absuelto por la magistral defensa del abogado Joaqu¨ªn Ruiz-Gim¨¦nez.
Hoy en Espa?a hay un resurgimiento teol¨®gico como no lo ha habido en toda su historia
En su libro, Alberto Iniesta hace referencia a la actitud negativa de gran parte del episcopado espa?ol de entonces frente al tema de la libertad religiosa en el Concilio. En aquella ¨¦poca yo me encontraba en Roma refugiado contra una persecuci¨®n larvada de mis propios superiores eclesi¨¢sticos. All¨ª fui generosamente acogido por una organizaci¨®n cat¨®lica holandesa llamada DOC,que influy¨® notablemente en la redacci¨®n de los textos conciliares. Inesperadamente, algunos trabajos m¨ªos fueron positivamente utilizados para la redacci¨®n definitiva de la Constituci¨®n "Iglesia y mundo" (Gaudium et spes) e "Iglesia" (Lumen gentium).
Como era de esperar, Franco tem¨ªa la aprobaci¨®n conciliar de la libertad religiosa y para ello contaba con la aprobaci¨®n de buena parte de los obispos espa?oles, que pensaban que en ese caso la cat¨®lica Espa?a iba a perder la mejor de sus tradiciones. Por aquella ¨¦poca, el semanario cat¨®lico franc¨¦s T¨¦moignage chr¨¦tien me hizo una entrevista, en la cual se me ocurri¨® repentinamente hablar del "nacionalcatolicismo" espa?ol, expresi¨®n que mi buen amigo Jos¨¦ Lu¨ªs L¨®pez Aranguren se encarg¨® de extender con buena fortuna.
Mientras tanto, el Concilio no lograba encontrar una f¨®rmula de acuerdo para la redacci¨®n del decreto sobre libertad religiosa. Fue entonces cuando publiqu¨¦ en el DOC un trabajo sobre "libertad religiosa en el Nuevo Testamento". Con este motivo, uno de los redactores del decreto,un padre dominico canadiense, vino a verme y me pidi¨® si pod¨ªa usar mi trabajo para la redacci¨®n del texto conciliar. L¨®gicamente le dije que s¨ª. A mis preguntas me contest¨® que la redacci¨®n del texto era puramente jur¨ªdica y carec¨ªa de fundamento teol¨®gico, sobre todo b¨ªblico. Me a?adi¨® que hab¨ªa sobre todo dos episcopados que se opon¨ªan: el espa?ol y el portugu¨¦s. Desde ese momento fui incorporado a la redacci¨®n del texto y principalmente intervine en el n¨²mero 11 del decreto "Dignitatis humanae".
Fue la iron¨ªa del destino: espa?oles eran los que se opon¨ªan a la libertad religiosa y un espa?ol cualquiera el que ayudaba a sacar del empatanamiento al discutido decreto.
Por eso creo que el juicio sobre el catolicismo espa?ol en aquella ¨¦poca de la transici¨®n debe huir del manique¨ªsmo absolutizante. Los que est¨¢bamos dentro hu¨ªamos de la tentaci¨®n de presentar una de las dos caras de la Iglesia como la ¨²nica. Es cierto que en aquel momento el peso de una tradici¨®n multisecular predominaba l¨®gicamete sobre una institucion todav¨ªa poderosa, pero ya en su seno hab¨ªa fuertes impulsos renovadores.
Cuando con un poco de humor andaluz he hablado de obispo "creyente" no he pretendido decir que hubiera obispos "increyentes". Ni mucho menos. Solamente he querido insinuar que ciertas tradiciones socioculturales pueden ahogar o minimizar la exigencia de la fe. En general hemos observado que, tras la instauraci¨®n de la democracia y de la libertad religiosa, nuestras parroquias vieron disminuir el n¨²mero de feligreses. Pero muchos de nosotros no nos hemos alarmado por esto, ya que esa disminuci¨®n no afectaba propiamente a la fe, sino a la cultura te?ida de rito religioso hist¨®ricamente exigente. Por el contrario, experimentamos un renacimiento religioso incalculable. Hoy en Espa?a hay un resurgimiento teol¨®gico como no lo ha habido en toda su historia. Las editoriales religiosas son testigos de ello. Los "creyentes" que han quedado son m¨¢s de los que imagin¨¢bamos y, francamente, m¨¢s sinceros y m¨¢s profundos. Los obispos ya pertenecen a la nueva hornada. Solamente lamentamos que la elecci¨®n de ¨¦stos est¨¦ todav¨ªa fuertemente controlada por la curia romana, que padece de una especie de hibernaci¨®n conciliar.
Sin embargo, hoy los cat¨®licos conciliares, mal que bien, se expresan libremente respecto a temas esenciales, como es el caso de la confesionalidad de la ense?anza religiosa, reducida a una odiosa asignatura como todas las dem¨¢s y que por ello aparta al alumno de una profesi¨®n libre y opcional. Tambi¨¦n vemos que la Conferencia Episcopal no pretende ofrecer una improbable uniformidad en la opini¨®n de sus miembros. El actual presidente es un gallego, educado en la modernidad de la cultura alemana y que escucha con atenci¨®n y responde a los que se dirigen a ¨¦l.
Ciertamente, a¨²n hay mucho por hacer. Pero no deja de ser significativo y relativamente tranquilizante que pol¨ªticos conservadores se decepcionen con algunos obispos y los acusen de practicar una "moral subversiva". ?Qu¨¦ lejos estamos del franquismo!
Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Ruiz es can¨®nigo te¨®logo de M¨¢laga.
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