Desarrollo sostenible y modelo de pa¨ªs
Hace pocos d¨ªas, en unas declaraciones a TV-3, el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, expon¨ªa su pensamiento sobre los trasvases: "El agua ha de salir del Ebro o del R¨®dano. Alguien deber¨ªa explicarme eso de la nueva cultura del agua", dec¨ªa.
Es un buen ejemplo de la incapacidad de los representantes de las fuerzas pol¨ªticas mayoritarias para comprender los nuevos conflictos relacionados con la sostenibilidad. Para el presidente Pujol no es imaginable un modelo de crecimiento que no se base en utilizar cada vez m¨¢s agua y m¨¢s recursos: en eso consiste el progreso. No se plantea un sistema alternativo asentado en el ahorro, en la reutilizaci¨®n y la optimizaci¨®n de los recursos actuales y en una propuesta de desarrollo sostenible. Cuando ironiza sobre la nueva cultura del agua y la intenta presentar como ilusoria, est¨¢ evidenciando su nula predisposici¨®n para analizar y asumir planteamientos rigurosos elaborados por cient¨ªficos e intelectuales del prestigio de Narc¨ªs Prat, Pedro Arrojo y Enric Tello. No es que el movimiento antitrasvasista carezca de construcciones te¨®ricas consistentes; el aut¨¦ntico problema es la imposibilidad de que quien apuesta por el crecimiento depredador e insostenible pueda asumir ideas y conceptos que cuestionan radicalmente su modelo de pa¨ªs.
Las posiciones del PSC tampoco se sit¨²an en el marco de una alternativa real. Maragall pretende tan s¨®lo una modernizaci¨®n del modelo vigente para que funcione m¨¢s eficazmente, pero no construir un proyecto distinto. Defiende la misma pol¨ªtica, pero mejor gestionada y m¨¢s consensuada con determinados sectores de la sociedad. Ya es algo, pero es muy poco. Resulta significativo analizar el documento El futur econ¨°mic de Catalunya: lideratge econ¨°mic i poder pol¨ªtic, elaborado en el marco del Centro de Cultura Contempor¨¢nea por profesionales e intelectuales reconocidos a los que podemos situar en la ¨®rbita maragalliana: la obsesi¨®n por m¨¢s y mejores infraestructuras evita cualquier alusi¨®n a la sostenibilidad. No es un olvido, es una opci¨®n. En la pr¨¢ctica pol¨ªtica del PSC es f¨¤cil detectar esa insensibilidad: ambig¨¹edad con relaci¨®n al Plan Hidrol¨®gico, cuando no contradicciones evidentes en funci¨®n del territorio desde el que se habla; defensa de proyectos agresivos como los t¨²neles de Bracons y de Horta, de controvertidos campos de golf como los de L'Escala y Torrebonica, y la decisi¨®n de neutralizar y adormecer la innovadora Xarxa de Ciutats per a la Sostenibilitat, creada en el mandato 1995-99, cuando ICV gestionaba el ?rea de Medio Ambiente de la Diputaci¨®n de Barcelona.
El concepto de sostenibilidad ha pasado de ser v¨ªctima de la mofa de algunos pol¨ªticos a objeto de apropiaci¨®n indebida por parte de quienes pretenden dejarlo vac¨ªo de contenido. Sin embargo, la idea de la sostenibilidad es hoy fundamental en el debate pol¨ªtico. El fracaso de la cumbre de Johanesburgo, propiciado por las grandes potencias, no puede esconder que incluso la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas acept¨® en la capital surafricana el principio de que sin desarrollo sostenible es imposible buscar soluciones a problemas tan graves como el hambre que azota a millones de seres humanos en el llamado Tercer Mundo. La cat¨¢strofe del Prestige nos demuestra el peligro que representa que el transporte de mercanc¨ªas peligrosas est¨¦ sometido tan s¨®lo a las reglas que marcan los poderes econ¨®micos y deja en evidencia la l¨®gica de Estados comprometidos en una desenfrenada carrera para armar mejor a unos ej¨¦rcitos que, al mismo tiempo, carecen de medios para actuar con eficacia para detener una marea negra.
Pero las consecuencias pr¨¢cticas de la aplicaci¨®n de la idea de la sostenibilidad a¨²n parecen alejadas de la pol¨ªtica oficial. El reciente debate sobre la supresi¨®n parcial del impuesto de actividades econ¨®micas de los ayuntamientos ha generado el l¨®gico movimiento de defensa municipalista de unos ingresos necesarios para prestar dignamente sus servicios. Pero ni el PP ni el PSOE se han planteado la necesidad de aprovechar la oportunidad de la reforma de las haciendas locales para recuperar la consigna del reparto del gasto p¨²blico en porcentajes del 50-25-25, para que los municipios gestionaran un 25% de los recursos con su proximidad a la ciudadan¨ªa y no el escaso 13% actual. Tampoco se ha atrevido nadie a cuestionar un sistema de financiaci¨®n local basado en la necesidad de generar cada vez m¨¢s actividad urban¨ªstica y constructora.
Pero los tiempos est¨¢n cambiando. Hoy en Catalu?a proliferan movimientos y plataformas que reaccionan frente a un estado de cosas que parec¨ªa intocable. Son grupos que basan su actuaci¨®n en la defensa del territorio al que aman, y si alguien considera una exageraci¨®n la utilizaci¨®n del verbo amar, que repase las im¨¢genes de estos d¨ªas en Galicia, que analice los argumentos de la Plataforma en Defensa de las Tierras del Ebro o que dialogue con miembros de la Plataforma Salvem l'Empord¨¤. Esos movimientos han sido capaces de pasar del rechazo a determinados proyectos a la elaboraci¨®n de propuestas en positivo, que no pretenden frenar el progreso, sino abordarlo con otros criterios. Quienes demuestran comprender muy poco lo que est¨¢ ocurriendo en numerosos municipios y comarcas de Catalu?a son los partidos convencidos de que pueden mantener inalterable un discurso que ha funcionado durante a?os al precio de destrozar cada vez m¨¢s los recursos naturales, el territorio y el paisaje.
Es posible otro modelo, una apuesta por otra Catalu?a. Ser¨ªa positivo que el Parlament se fuera acostumbrando a los nuevos y cruciales debates que ya se intuyen y que la izquierda verde nacional fuera capaz de construir, a partir del di¨¢logo con los movimientos sociales y sin afanes monopolizadores, el discurso alternativo que miles de personas consideran imprescindible.
Jaume Bosch es vicepresidente de ICV
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