La cruda realidad del paro
Tiene Fernando Le¨®n aspecto de muchacho grande y hosco, adornado por pinceladas de un desali?o calculado. Pero este aspecto choca, y por ¨¦l es desmentido, con el espejo del fondo de las pel¨ªculas que hace, pues ¨¦stas, aunque son dolorosas, nada entienden de hosquedades y nos llenan los ojos de humor y de cine libre, abierto, hospitalario. Ni tampoco los desali?os de su aspecto, calculados o no, contagian a las limpias y austeras im¨¢genes que elabora, porque ¨¦stas dejan ver tras ellas el inconfundible toque de los cineastas que aman y buscan el buen acabamiento, gente cercana -pero sin serlo, sin dejarse atrapar por sus redes autocr¨ªticas paralizantes- al perfeccionismo.
Pese a ser todav¨ªa corto, el itinerario de Fernando Le¨®n ofrece ya complicaciones e incluso complejidades. No es un camino rectil¨ªneo y deja ver en sus cuatro largometrajes pronunciados vaivenes y meandros y saltos entre orillas estil¨ªsticas divergentes, que ¨¦l se las arregla para soldar en un ¨²nico aliento o impulso o juego secuencial. Es Fernando Le¨®n un cinasta concienzudo y severo consigo, due?o de una suave y nada aparatosa inclinaci¨®n de la mirada hacia el lado ins¨®lito de las cosas comunes, a las que abre en canal sin estruendo y mir¨¢ndolas de frente, con im¨¢genes no enf¨¢ticas, ni ret¨®ricas, ni crispadas, sino calmosas y atrapadas con raro coraje por su l¨ªnea de mayor resistencia.
Los dolorosos brotes de humor de 'Los lunes al sol' dejan ver el tr¨¢gico y obsceno andamio sobre el que est¨¢ montada la vida actual
En su primer largometraje, Familia, la busca del tacto de lo real, la recia tensi¨®n de documento que palpita dentro de todo su cine, es alcanzada por Fernando Le¨®n a trav¨¦s de un brillante y enrevesado pliegue de varias ficciones superpuestas, audaces juegos envolventes de ficci¨®n dentro de la ficcion, que depositan en el realismo de las im¨¢genes un sorprendente y casi desconcertante residuo surreal. Este residuo surreal reaparece en chorro dentro de las escenas vertebrales de Barrio -la de la moto de agua y la de la bajada del padre al abismo donde sobrevive el hijo-, y en Los lunes al sol emerge a¨²n con m¨¢s energ¨ªa y nitidez, pues aqu¨ª la surrealidad se apodera de la estructura del filme e invade toda su met¨¢fora. Y su energ¨ªa de cine libre y de lucha alimenta al documento que late en ella y llena con un aliento de irresistible humor a la tragedia de la vida cotidiana que desvela.
Le¨®n es deudor del empuje fundacional que hizo decir a V¨ªctor Erice que lo mejor que ¨¦l ha filmado es un instante no calculado ni construido, sino procedente de una captura no premeditada de un brote de realidad, aquel que ocurre en El esp¨ªritu de la colmena cuando la c¨¢mara de Luis Cuadrado atrapa al vuelo, casi por azar, el rostro asombrado de la ni?a Ana Torrent, de seis a?os, cuando ve por primera vez la escena de la muerte de la ni?a campesina en el Frankenstein de James Whale. Del centro de un poema que lleva dentro aroma de elaboraci¨®n brota sin ser convocada una gota (o pu?etazo) de realidad en estado puro, no escenificada. Y ah¨ª nace el cine de que es deudor, como otros, el gran vuelo realista de Fernando Le¨®n.
Llamar a lo real con la voz del poema es la paradoja que da sangre al cine de Fernando Le¨®n. Y lo que le proporciona, de las desoladas intimidades de Familia a las abruptas aceras de Barrio, distinci¨®n y ejemplaridad. Los dolorosos brotes de humor de Los lunes al sol -sus hondos giros que desvelan que lo surreal es la sustancia ¨²ltima de lo real y que el supremo absurdo surge all¨ª donde los hombres son mordidos por la trituradora de las leyes del capitalismo desatado- dejan ver el tr¨¢gico y obsceno andamio sobre el que est¨¢ montada la vida actual. De ah¨ª la riqueza, la universalidad que estalla en la obra de este cineasta, que se abre camino movido por la vieja e indomable sed de realidad de las c¨¢maras, que una vez m¨¢s, como siempre en los momentos cr¨ªticos de la historia, miran con sus taladros al muro que las rodea y lo atraviesan.
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