Lo cotidiano del ferrocarril
El ferrocarril ha sido siempre una cuesti¨®n pol¨ªtica, como casi todas las infraestructuras, aunque, puede que, en ¨¦sta sea m¨¢s cierto. En temas de trenes las opciones pol¨ªticas lucen o deslucen con m¨¢s intensidad.
As¨ª uno de los sinsabores del franquismo fue el p¨¦simo servicio de ferrocarril que entonces ten¨ªamos: trenes viejos que no se pod¨ªan utilizar como transporte cotidiano, ya que nunca sab¨ªas cu¨¢ndo llegar¨ªas y muchas veces, o casi siempre, ten¨ªas que ir de pie. No estoy hablando de ninguna prehistoria (o puede que s¨ª): en el a?o 1980 un grupo de estudiantes de la UAB dejaron de utilizar Renfe porque siempre llegaban tarde a clase. ?Se imaginan c¨®mo estar¨ªan nuestras carreteras si hoy, los estudiantes y los trabajadores dejaran de utilizar el tren para ir al trabajo? A?os m¨¢s tarde, y ya entrados en la modernidad que nos trajo la izquierda, Renfe empez¨® a funcionar. Puntualidad, capacidad suficiente para que todos pudieran ir sentados y convoyes nuevos o renovados empezaron a ofrecer un servicio de ferrocarril con est¨¢ndares europeos. Fue entonces, y ya a finales de la d¨¦cada de 1980, cuando los ciudadanos de Reus, de Figueres o de Girona empezaron a preferir ir a Barcelona en tren que en veh¨ªculo privado. "Ara s¨ª", dec¨ªan estos mismos ciudadanos, ahora s¨ª que puedes coger el tren, llegas al paseo de Gr¨¤cia, al centro de Barcelona, sin colapsos, ni problemas de aparcamiento y s¨®lo en una hora y poco m¨¢s. Con los a?os ha sido habitual conocer gente que vive en Barcelona y que estudia en la URV o que reside en Girona y trabaja en Barcelona, que usa el tren para resolver los problemas de desplazamiento que estas distintas ubicaciones requieren. Incluso en este mismo peri¨®dico se afirmaba hace unas pocas semanas que Catalu?a hab¨ªa encogido sus distancias, ya que el tren permite trabajar y vivir en zonas que hasta hace poco cre¨ªamos muy alejadas.
Con los a?os hemos ido incorporando el tren dentro de nuestra cotidianidad y as¨ª, hacemos los viajes que genera la actividad laboral o l¨²dica, en aquellos trayectos en que, este medio de transporte es mejor que otros. La situaci¨®n, en la que hab¨ªamos llegado hasta hace relativamente poco, parec¨ªa inamovible. El tren ten¨ªa que funcionar as¨ª o incluso mejor, pero nunca peor. La ¨¦poca de los trenes abarrotados, con horarios inoportunos y nada puntuales era un signo, afortunadamente, de otros tiempos.
Sin embargo hoy, el servicio ferroviario funciona cada vez peor. Al incremento de demanda (de cerca del 10%), generado por una mayor movilidad, no le ha correspondido ning¨²n aumento de la oferta. Esta situaci¨®n provoca incomodidades, como incluso llegar a tener que realizar un trayecto de m¨¢s de una hora, de pie. Muchas de las estaciones han ido perdiendo calidad, no s¨®lo formal o de limpieza, sino incluso en seguridad o en un aspecto tan fundamental como adquirir los billetes. Como ocurre en la estaci¨®n de Valls, donde cada vez es m¨¢s restringido el horario de venta, o en la Aldea-Amposta, que al no tener el servicio de venta en la propia estaci¨®n ni en el tren, ya que s¨®lo paran trenes regionales y ¨¦stos requieren reserva previa, no les queda otra opci¨®n que comprarlos por Internet. Se lo imaginan? Y ya no hablemos de puntualidad; ?cu¨¢ntas horas volvemos a perder esperando el tren?
Pens¨¢bamos, de forma ingenua, que en cuestiones de trenes, como en otras muchas cosas, no pod¨ªamos ir para atr¨¢s. Pero para aquellos que lo utilizamos de forma continuada y que desde hace a?os somos usuarios asiduos de Renfe, nos encontramos hoy con situaciones que ya hab¨ªamos olvidado. Porque ahora, a menudo esperando el tren o parados en alguna v¨ªa, sin saber exactamente qu¨¦ estamos haciendo all¨ª, tenemos suficiente tiempo para recordar que esto ya lo hab¨ªamos vivido: aunque ir de pie en un recorrido de m¨¢s de una hora es distinto a los 20 a?os que a los 40.
El ferrocarril, como transporte democr¨¢tico que es y como servicio p¨²blico que tiene que ser, ha estado siempre ligado a los avatares pol¨ªticos. La derecha, que ahora nos gobierna, aunque dise?a grandes planes de transportes y tenga un sistema de propaganda muy potente, que puede llegar a confundirnos, no le interesa para nada ni gestionar ni mejorar nuestros transportes cotidianos, esos que todos necesitamos para nuestra vida diaria. La derecha nunca ha sido capaz de entender la utilidad que tiene el ferrocarril para los ciudadanos y para la econom¨ªa. Sin ir muy lejos s¨®lo hay que recordar el desprop¨®sito en pol¨ªtica ferroviaria del Gobierno tacheriano en el Reino Unido. O las respuestas que hoy los responsables de Renfe est¨¢n ofreciendo a las quejas de los usuarios o a las propuestas que se hacen en el Congreso: hay lo que hay. La situaci¨®n reclama paciencia y sabidur¨ªa para aguantar los pocos meses que nos faltan para poder cambiar la situaci¨®n. Una situaci¨®n que siempre tiene una responsabilidad pol¨ªtica.
Carme Miralles-Guasch es profesora de Geograf¨ªa de la UAB y diputada del PSC en el Congreso.
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