Laberinto de traiciones
Uno. Un peque?o gran acontecimiento: 'Traici¨®n' (Betrayal, 1978), de Harold Pinter, se ha presentado en la sala Muntaner de Barcelona, y pronto comenzar¨¢ gira por Espa?a. Casi, como se dec¨ªa antes, "una reposici¨®n con honores de estreno". Betrayal es la funci¨®n m¨¢s "comercial", m¨¢s asequible, del teatro de Pinter. Y, sin embargo, paradoja, una de las que menos se han puesto en nuestro pa¨ªs. Si no recuerdo mal, Francisco Vidal la dirigi¨® y protagoniz¨® en Madrid, en el Pr¨ªncipe Gran V¨ªa, a principios de los ochenta, con un ¨¦xito digamos que discreto. Tambi¨¦n le cost¨® arrancar en Londres, cuando se estren¨® en el Lyttelton: una producci¨®n impecable con Michael Gambon, Penelope Wilton y Daniel Massey, a las ¨®rdenes de Peter Hall, pero que fue masacrada por la cr¨ªtica. Recibieron Betrayal como una obra menor (puedo entenderlo: la anterior era la impresionante No Man's Land), como la "simple cr¨®nica" de un tri¨¢ngulo. Excesivamente "concreta" y sin enigmas aparentes. Incluso el ultraperceptivo Michael Billington escribi¨® entonces (luego rectific¨®, en su biograf¨ªa de Pinter) que no le interesaba lo m¨¢s m¨ªnimo "una historia de cuernos entre intelectuales de Hampstead".
Traici¨®n, de Harold Pinter, empezar¨¢ su gira espa?ola tras su presentaci¨®n en la sala Muntaner
Por supuesto, 'Traici¨®n' va mucho m¨¢s all¨¢ de una historia de cuernos. Su tema es la mentira como infecci¨®n, como met¨¢stasis. Nueve escenas, secas, reconcentradas, que trazan un desolador laberinto de traiciones. La obra narra 10 a?os de las vidas de sus protagonistas. De 1968 a 1977. O, mejor dicho, de 1977 a 1968, porque comienza por el final -el encuentro en un pub entre dos amantes separados- y se remonta, paso a paso, hasta su origen, cuando Jerry comenz¨® a desear lo que deseaba Robert, su amigo del alma. Robert, editor, y Jerry, agente literario, son amigos ¨ªntimos y se conocen desde la universidad. Jerry tiene un largo affair con Emma, la esposa de Robert, que dirige una galer¨ªa de arte. A lo largo de esas nueve escenas nos enteramos de que a) Jerry ha enga?ado a Robert y a su propia pareja, Judith, que no aparece en escena (y de la que se nos dice que posiblemente ha traicionado a Jerry con otro hombre, un m¨¦dico). Por supuesto, b) Emma ha enga?ado a Robert, pero tambi¨¦n a Jerry, al ser incapaz de revelarle que su marido conoce la verdad, mientras que, c) Robert ha enga?ado a Emma con otras mujeres, y a Jerry, fingiendo que ignora lo que Emma le ha revelado. Por su parte, Jerry y Robert han traicionado su amistad y sus ideales de juventud: ambos promocionan a escritores en los que no creen pero que les permiten ganar mucho dinero (como Casey, otro ausente que, ir¨®nicamente, acabar¨¢ siendo el nuevo amante de Emma). Todos mienten -a s¨ª mismos y a los otros- para que las aguas no salgan de su cauce. (En una de las conversaciones entre Jerry y Robert se desliza una alusi¨®n a Ford Maddox Ford: referencia nada banal por parte de Pinter, ya que el tono de 'Traici¨®n' recuerda poderosamente al de El buen soldado, la historia de dos parejas aparentemente felices y hermanadas, bajo cuya superficie tersa bulle una red de turbulencias, tensiones y enga?os).
Dos. Lo m¨¢s fascinante del texto es su econom¨ªa: de qu¨¦ manera logra su autor narrar el avance de esa marea negra mostr¨¢ndonos no las cumbres, sino los intersticios por los que ha escapado la pasi¨®n, a trav¨¦s de un di¨¢logo que disfraza o enmascara los verdaderos sentimientos. En el centro de esa estructura sim¨¦trica, casi musical, brilla la "escena de Torcello", en la que Robert descubre, por azar, la carta de Jerry a Emma, que evidencia su relaci¨®n. A caballo entre Rattigan (las bromas sobre la torpeza del correo italiano, encubriendo el dolor del enga?o) y Strindberg (el juego cruel del marido, que obligar¨¢ a Emma, literalmente, a poner las cartas sobre la mesa) es puro Pinter y puro Xavier Albert¨ª, que ha dirigido el montaje, en ¨®ptima versi¨®n catalana de Ernest Riera, con mano maestra, extrayendo lo mejor de sus tres int¨¦rpretes: Lina Lambert, Pep Tosar, Jordi Collet. Tres int¨¦rpretes poco conocidos, poco "populares", quiz¨¢ porque han mantenido una l¨ªnea teatral de gran exigencia. Lina Lambert es una actriz "inglesa" en la m¨¢s genuina acepci¨®n del t¨¦rmino (sutileza extrema, sobriedad constante), que ha protagonizado maravillas a las ¨®rdenes de Albert¨ª (Libraci¨®n y Privado, de Lluisa Cunill¨¦; Org¨ªa, de Pasolini) y es esencialmente pinteriana: cuando protagoniz¨® Un ligero malestar a las ¨®rdenes de Alan Mandel, el propio Pinter subi¨® al escenario para aplaudirla. Si tuviera que elegir un momento en el que Lambert muestra a Emma "completa", me quedar¨ªa con el crescendo de tensi¨®n que acaba en un golpe de llanto, en brazos de Robert, al descubrir que su historia con Jerry ha terminado. De igual modo, la "escena de Torcello" es el tour de force de Pep Tosar, otro fuera de serie, que con su Rev¨¦s, de Tabucchi, en el Lliure y la Abad¨ªa, nos ofreci¨® uno de los mejores espect¨¢culos del a?o: su Robert, herido y sarc¨¢stico, aparentemente fr¨ªo y oscuramente apasionado, es, tambi¨¦n, un trabajo de antolog¨ªa. Peter Hall defendi¨®, en su montaje, la noci¨®n de que las relaciones de esta obra (el matrimonio, la amistad masculina) se sostienen por el v¨ªnculo secreto de las traiciones. Es una idea conceptualmente muy sugestiva, pero yo creo, m¨¢s bien -y me parece que el montaje de Albert¨ª va en esa l¨ªnea- que el drama del tr¨ªo radica en que Robert y Emma desean, activamente, mientras que Jerry es un narcisista que deja de desear, o que desea a un voltaje muy inferior, lo cual supone un reto muy dif¨ªcil para Jordi Collet, uno de nuestros mejores actores j¨®venes, al encarnar, con una notable gama de registros, a ese Jerry emocionalmente helado, que da el primer paso en la cadena de traiciones pero siempre resulta el ¨²ltimo en enterarse de todo. No se pierdan esta peque?a joya en su gira espa?ola.
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