Verdades
Jes¨²s se llama el gran personaje de Los cuarenta d¨ªas (Quarantine, 1997), del ingl¨¦s Jim Crace (1946). Jes¨²s el Galileo ha decidido ayunar cuarenta d¨ªas en el desierto, aunque la novela se abre con una advertencia cient¨ªfica: nadie resiste m¨¢s de treinta d¨ªas sin comer ni beber. Esta aventura del ayuno fue la primera parte de la trilog¨ªa religiosa que Crace est¨¢ escribiendo; la segunda, Y amanece la muerte, sobre la vida despu¨¦s de morir (la biolog¨ªa de la corrupci¨®n corporal, m¨¢s exactamente), precedi¨® aqu¨ª a la primera. Jim Crace es un materialista racionalista, especialista en s¨ªntomas de descomposici¨®n y reconstrucci¨®n f¨ªsica: ahora cuenta minuciosamente dos cuarentenas, para morir y para vivir, la del joven galileo espiritualizado y la del mercader Musa, abandonado enfermo por la caravana. A Musa lo va a enterrar su joven esposa, encinta, siempre maltratada por el marido repugnante y al fin moribundo: la mujer ve la viudez como una magn¨ªfica promesa de rutinaria felicidad. Y entonces aparece el ayunador galileo y le pide al marido que se cure.
LOS CUARENTA D?AS
Jim Crace Traducci¨®n de Gema Vives Ediciones B. Barcelona, 2002 271 p¨¢ginas. 16,50 euros
El escenario es la ¨²ltima de
las colinas al sur de Jerusal¨¦n, tierra bald¨ªa de alacranes, espinas y moscas, ladrones, desertores romanos, leopardos y leprosos que lamentablemente nunca llegamos a ver. Se presentan cinco penitentes, tres desquiciados o doloridos, una mujer est¨¦ril, Jes¨²s el Galileo. Este Jes¨²s es un car¨¢cter de novela psicol¨®gica: ha huido alegremente de sus padres, ni?o dif¨ªcil y carpintero torpe que encontr¨® en los rezos su infantil idioma secreto, adolescente enclenque, visionario y vanidoso. Se imagina predicador en el templo, sant¨®n curador. Le dice al mercader que se cure y el mercader se cura, y as¨ª amarga la vida de la joven esposa. El mercader se convertir¨¢ en la maldici¨®n de los penitentes: les cobra alquiler por las cuevas, les vende agua sucia. Tienta a Jes¨²s para que salga de su agujero, le ofrece riqueza y alimento. Quiere ser el empresario del santo, por decirlo as¨ª.
Jim Crace ve dos males en un mundo simple, de dos polos, entre el desprendimiento maniaco de Jes¨²s y el ansia de poseer del mercader. Las mujeres, en el centro, son la sabidur¨ªa de la vida f¨¢cil, inmediata. Los ap¨®logos religiosos utilizan el humor como ingrediente medicinal, y aqu¨ª sonre¨ªmos cuando una burra cae del cielo ante Jes¨²s, matada a palos por el mercader salvado de milagro (otro motivo de risa cruel). El Galileo es un personaje de inter¨¦s invencible, eje de una literatura que no cesa de crecer desde los Evangelios, aunque Crace tiene la ocurrencia de mirar lo fant¨¢stico con sus ojos rocosamente realistas. (La tercera parte de la trilog¨ªa, de pr¨®xima aparici¨®n, tratar¨¢ de la fertilidad y la alegr¨ªa de vivir, seg¨²n la propaganda).
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