En la calle 42
Reci¨¦n salido de la serie Polic¨ªas y a punto de estrenar en Barcelona Skylight, el ¨²ltimo ¨¦xito del teatro ingl¨¦s, ya cuenta los d¨ªas para escaparse a Nueva York. Otra vez. Una vez al a?o va de peregrinaci¨®n all¨ª.
Eso ahora, que soy esclavo del trabajo. Antes, que era m¨¢s loco y ten¨ªa menos compromisos, iba dos o tres veces. Ya llevo veintitantos a?os yendo. All¨ª soy como santa Teresa: estoy levitando todo el d¨ªa. Es una central el¨¦ctrica a la que voy para cargar energ¨ªas.
Conociendo su pasi¨®n por el teatro, la calle 42 ser¨¢ una cita ineludible.
Mis d¨ªas en Nueva York terminan a las cinco de la tarde, porque luego me voy al teatro. La calle 42 la he conocido de varias maneras. En los sesenta era un templo underground, con los cines de sesi¨®n continua, los peep shows... Ahora se ha convertido en Disneylandia. Lo bueno es que han recuperado la joya de la corona, el New Amsterdam Theatre, donde se realizaban los espect¨¢culos de Ziegfeld. Y a su sombra han abierto cuatro o cinco m¨¢s, algo impensable hace unos a?os.
Pero lo suyo es m¨¢s que teatro.
Pasear por cualquier parte me evoca el Nueva York de los a?os treinta y cuarenta, el de Cole Porter. Compartir esas calles con la gente que admiro me llena por completo. Mi zona favorita es el Upper East Side, el Manhattan de Woddy Allen, y tambi¨¦n el Soho. Pero mi rinc¨®n peculiar es Grammercy Park, donde puedo pasar horas y horas sentado en un barecito o haciendo fotos. La c¨¢mara son las tijeras con las que recorto recuerdos que llevarme.
Sin olvidar los hoteles.
Han sido el motivo del viaje en alguna ocasi¨®n. Me gusta conocer los grandes hoteles llenos de historia por la gente que ha vivido en ellos. Mi favorito es el Algonquin, en el que se reun¨ªa la mesa redonda con Dorothy Parker, Groucho Marx o Richard Rodgers; en los sesenta y setenta era la casa de los actores ingleses de teatro, y all¨ª se escribi¨® My fair lady. En los bajos est¨¢ uno de los cabar¨¦s m¨¢s famosos de la ciudad, por el que pasan todos los grandes cantantes.
?Le queda tiempo para otros viajes?
Salvo a Londres, que es como coger el metro, no... No concibo un destino sin librer¨ªas, tiendas de discos, teatros, ni calles llenas de vida. No tengo, y lo digo como defecto, curiosidad por la naturaleza.
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