El ¨²ltimo a?o de Arzalluz
Pre?ado de inc¨®gnitas trascendentales, el a?o pol¨ªtico vasco que empieza es, antes que nada, un exigente banco de pruebas para el proyecto soberanista de Ibarretxe y un monumental ¨®rdago a la capacidad de resistencia-subsistencia de ETA-Batasuna. La pretensi¨®n nacionalista de obtener en las elecciones municipales y forales de mayo pr¨®ximo un primer refrendo, forzosamente impl¨ªcito, a su proyectado "Estatus de libre asociaci¨®n" con Espa?a no est¨¢ avalada, de momento, por la marea de adhesiones sociales con que so?¨® el lehendakari. A la bofetada dial¨¦ctica de las organizaciones empresariales vascas se han sumado las reservas del mundo universitario y no pocos silencios, adem¨¢s de la frialdad y el desd¨¦n exterior constatado durante la gira de Ibarretxe por las capitales europeas y latinoamericanas.
Lejos de suscitar entusiasmo, el 'plan Ibarretxe' tropieza con el temor social a que los cambios propuestos deterioren a¨²n m¨¢s la crisis vasca, ahonden la divisi¨®n existente
A lo largo de su historia, ETA ha reaccionado radicaliz¨¢ndose cada vez que el nacionalismo ha entrado en su campo o le ha preparado una salida negociada
El planteamiento gu¨ªa del nacionalismo: "A m¨¢s autogobierno, mayor bienestar", corre el riesgo de difuminarse en un panorama dominado por la incertidumbre
Desasosiego
Lejos de suscitar entusiasmo -seg¨²n las encuestas, los aut¨¦nticos entusiastas con el proyecto son los votantes de Batasuna-, el plan Ibarretxe tropieza con el temor social a que los cambios propuestos deterioren todav¨ªa m¨¢s la crisis vasca, ahonden la divisi¨®n existente. Buena parte de la sociedad contempla con desasosiego el proceso de radicalizaci¨®n, de conversi¨®n del autonomismo en soberanismo, desatado por las direcciones de los partidos nacionalistas. Y en la medida en que el proyecto soberanista les interpela directamente como ciudadanos y les confronta m¨¢s directamente con sus amigos y vecinos, empieza a considerar la pol¨ªtica como un elemento molesto, perturbador, que les complica la vida.
Precisamente, estos temores y prevenciones no son muy distintos a los que en las elecciones auton¨®micas del 13-M de 2001 otorgaron la victoria a Juan Jos¨¦ Ibarretxe frente a la alternativa de firmeza, interpretada por muchos votantes como un remedo del "sangre, sudor y l¨¢grimas", planteada por los partidos constitucionalistas. Tras la contundente respuesta de ETA, el plan Ibarretxe tampoco puede adjudicarse en sentido estricto el atributo pacificador, aun cuando act¨²e de reclamo eficaz ante una Batasuna en aparente proceso de desmoronamiento. Dado el acoso en que vive la castigada oposici¨®n pol¨ªtica vasca, su limitado margen de libertad, el triunfo nacionalista en los pr¨®ximos comicios locales parece asegurado con el previsible flujo de votos procededentes de Batasuna.
Una clave est¨¢ en el alcance mismo de ese trasvase al t¨¢ndem PNV-EA, en la capacidad de Batasuna para sobreponerse tanto a la ofensiva judicial y pol¨ªtica como a la seducci¨®n de la propuesta soberanista, dos movimientos actualmente complementarios que le han colocado en una situaci¨®n extremadamente comprometida. Ahora, el problema m¨¢s acuciante de Batasuna es burlar la suspensi¨®n dictada por el juez Garz¨®n o, llegado el caso, la eventual ilegalizaci¨®n del Tribunal Supremo, para poder concurrir a las elecciones municipales y preservar en lo posible las plataformas institucionales locales tan necesarias para su din¨¢mica. Presentarse bajo la marca ANV (el viejo partido nacionalista de cuyas siglas se apropi¨® Herri Batasuna en su d¨ªa) conlleva el riesgo de no superar la inspecci¨®n judicial, y participar como agrupaciones locales de electores resulta una tarea sumamente engorrosa que le obligar¨ªa a movilizar a bastantes miles de simpatizantes ante los despachos notariales.
Aunque por ese lado las expectativas para el PNV-EA son francamente buenas, el peligro para el nacionalismo en el poder es que en los comicios de mayo puede muy bien ocurrir que la victoria electoral no acarree un buen resultado pol¨ªtico. Y es que el proyecto Ibarretxe necesita conquistar ?lava, alzarse con la mayor¨ªa absoluta en sus juntas generales -no le basta con ser la lista m¨¢s votada en la provincia-, para evitar que los alaveses se descuelguen de la v¨ªa soberanista y que la fractura pol¨ªtica y social se reproduzca en el interior de Vizcaya y Guip¨²zcoa. Sin ?lava en el campo nacionalista y con Navarra en las ant¨ªpodas, el plan Ibarretxe quedar¨ªa tocado del ala, inmovilizado en el pantano de la pol¨ªtica vasca a la espera de que la situaci¨®n se desbloquee, algo que no parece que pueda darse sin un cambio de Gobierno en Espa?a o sin que ETA desaparezca de la escena.
Progresiva 'grapizaci¨®n'
La capacidad de la organizaci¨®n terrorista para seguir pesando en el terreno pol¨ªtico y escapar a su futuro de progresiva grapizaci¨®n es otra de las grandes inc¨®gnitas en el a?o que empieza. Puede decirse que a lo largo de su historia, ETA ha reaccionado radicaliz¨¢ndose cada vez que el nacionalismo ha entrado en su campo o le ha preparado una salida negociada, tal y como se ha visto con el descubrimiento de la territorialidad innegociable (Pa¨ªs Vasco Franc¨¦s y Navarra) y el maximalismo desplegado en el Pacto de Lizarra. Su problema es que ya no le queda terreno pol¨ªtico para proseguir en sus continuas huidas hacia delante y que la presi¨®n que el PP y el PSE ejercen sobre el nacionalismo en el poder hace cre¨ªble ante sus propias bases el proyecto soberanista. Minada nuevamente por la sospecha de infiltraci¨®n policial, desahuciada pol¨ªticamente tras la ruptura de la tregua por sectores de la propia Batasuna, ETA acredita lo que Kepa Aulestia, ex secretario general de la desaparecida Euskadiko Eskerra, defini¨® en su d¨ªa como un "circuito sin interruptor".
En el plano operativo, la situaci¨®n de la organizaci¨®n terrorista puede caracterizarse en estos momentos como de "colapso organizativo" porque, tras las sucesivas ca¨ªdas de la estructura asentada en el suelo franc¨¦s, no parece disponer de los cauces internos necesarios para preparar adecuadamente y activar a los numerosos j¨®venes de la kale borroka que ha incorporado ¨²ltimamente a sus filas. Aunque el proyecto soberanista le ofrece te¨®ricamente una buena pista de aterrizaje, junto a la posibilidad de disolver sus miserias morales en la teor¨ªa del conflicto hist¨®rico vasco y en el abrazo de todos los nacionalistas frente al enemigo com¨²n espa?ol, cabe dudar de que ETA vaya a renunciar a sus propias pretensiones para entronizar a Ibarretxe como gran campe¨®n del mundo abertzale.
La renuncia de ETA permitir¨ªa efectivamente recrear el frente nacionalista, adentrarse resueltamente en la senda soberanista, pisar fuerte con el referendo, lanzar el desaf¨ªo institucional.
Tampoco los vientos de la econom¨ªa y la ampliaci¨®n de la UE empujar¨¢n seguramente las velas del proyecto Ibarretxe. Las dificultades econ¨®micas que aparecen en el horizonte no constituyen un contexto favorable para el encaje de un proyecto inestable, descalificado por los empresarios e inspirado en la idea desestabilizadora de "no Espa?a". Con la UE comprometida en la ampliaci¨®n, el nacionalismo vasco dif¨ªcilmente va a encontrar interlocutores amables con sus tesis. El planteamiento gu¨ªa del nacionalismo: "A m¨¢s autogobierno, mayor bienestar", corre el riesgo de difuminarse en un panorama dominado por la incertidumbre.
La terquedad del 'lehendakari'
Conocido su voluntarismo personal y el terco empe?o que le anima, pocas dudas caben de que el lehendakari cumplir¨¢ su compromiso de presentar formalmente en el ¨²ltimo trimestre del a?o el nuevo modelo de relaci¨®n de Euskadi con Espa?a. El referendo prometido, dudosamente legal, por otra parte, deber¨¢ esperar a la "ausencia de violencia" y cabe pensar como una hip¨®tesis razonable en la posibilidad de que Ibarretxe adelante las elecciones auton¨®micas antes de que ¨¦l finalice la legislatura y haga de esos comicios un acto plebiscitario sobre su plan soberanista. Con Arzalluz de retirada -deber¨¢ abandonar el cargo de presidente del partido en enero de 2004- y sin sustituto a la vista -el delf¨ªn Joseba Egibar parece haberse inmolado en el proceso de radicalizaci¨®n del partido-, Juan Jos¨¦ Ibarretxe carga consigo la doble responsabilidad de conducir al nacionalismo y al Ejecutivo auton¨®mico por la intrincada senda soberanista.
Es una ardua tarea porque tendr¨¢ que alimentar el independentismo latente de los nuevos votantes procedentes de Batasuna sin perder pie en el campo simb¨®lico de la lucha contra ETA -de ah¨ª la manifestaci¨®n del 22 de diciembre en Bilbao-, asegurar la gobernabilidad institucional desde su minor¨ªa parlamentaria y preparar el gran salto autodeterminista. Es posible que la realidad misma de una sociedad plural y compleja como la vasca se encargue de establecer los l¨ªmites de esa aventura. Si ¨¦se es el caso, el nacionalismo en el poder tendr¨¢ que plegar algunas de sus velas y mirar hacia el campo socialista a la espera de que La Moncloa cambie de inquilino.
Pre?ado de inc¨®gnitas trascendentales, el a?o pol¨ªtico vasco que empieza es, antes que nada, un exigente banco de pruebas para el proyecto soberanista de Ibarretxe y un monumental ¨®rdago a la capacidad de resistencia-subsistencia de ETA-Batasuna. La pretensi¨®n nacionalista de obtener en las elecciones municipales y forales de mayo pr¨®ximo un primer refrendo, forzosamente impl¨ªcito, a su proyectado "Estatus de libre asociaci¨®n" con Espa?a no est¨¢ avalada, de momento, por la marea de adhesiones sociales con que so?¨® el lehendakari. A la bofetada dial¨¦ctica de las organizaciones empresariales vascas se han sumado las reservas del mundo universitario y no pocos silencios, adem¨¢s de la frialdad y el desd¨¦n exterior constatado durante la gira de Ibarretxe por las capitales europeas y latinoamericanas.
Desasosiego
Lejos de suscitar entusiasmo -seg¨²n las encuestas, los aut¨¦nticos entusiastas con el proyecto son los votantes de Batasuna-, el plan Ibarretxe tropieza con el temor social a que los cambios propuestos deterioren todav¨ªa m¨¢s la crisis vasca, ahonden la divisi¨®n existente. Buena parte de la sociedad contempla con desasosiego el proceso de radicalizaci¨®n, de conversi¨®n del autonomismo en soberanismo, desatado por las direcciones de los partidos nacionalistas. Y en la medida en que el proyecto soberanista les interpela directamente como ciudadanos y les confronta m¨¢s directamente con sus amigos y vecinos, empieza a considerar la pol¨ªtica como un elemento molesto, perturbador, que les complica la vida.
Precisamente, estos temores y prevenciones no son muy distintos a los que en las elecciones auton¨®micas del 13-M de 2001 otorgaron la victoria a Juan Jos¨¦ Ibarretxe frente a la alternativa de firmeza, interpretada por muchos votantes como un remedo del "sangre, sudor y l¨¢grimas", planteada por los partidos constitucionalistas. Tras la contundente respuesta de ETA, el plan Ibarretxe tampoco puede adjudicarse en sentido estricto el atributo pacificador, aun cuando act¨²e de reclamo eficaz ante una Batasuna en aparente proceso de desmoronamiento. Dado el acoso en que vive la castigada oposici¨®n pol¨ªtica vasca, su limitado margen de libertad, el triunfo nacionalista en los pr¨®ximos comicios locales parece asegurado con el previsible flujo de votos procededentes de Batasuna.
Una clave est¨¢ en el alcance mismo de ese trasvase al t¨¢ndem PNV-EA, en la capacidad de Batasuna para sobreponerse tanto a la ofensiva judicial y pol¨ªtica como a la seducci¨®n de la propuesta soberanista, dos movimientos actualmente complementarios que le han colocado en una situaci¨®n extremadamente comprometida. Ahora, el problema m¨¢s acuciante de Batasuna es burlar la suspensi¨®n dictada por el juez Garz¨®n o, llegado el caso, la eventual ilegalizaci¨®n del Tribunal Supremo, para poder concurrir a las elecciones municipales y preservar en lo posible las plataformas institucionales locales tan necesarias para su din¨¢mica. Presentarse bajo la marca ANV (el viejo partido nacionalista de cuyas siglas se apropi¨® Herri Batasuna en su d¨ªa) conlleva el riesgo de no superar la inspecci¨®n judicial, y participar como agrupaciones locales de electores resulta una tarea sumamente engorrosa que le obligar¨ªa a movilizar a bastantes miles de simpatizantes ante los despachos notariales.
Aunque por ese lado las expectativas para el PNV-EA son francamente buenas, el peligro para el nacionalismo en el poder es que en los comicios de mayo puede muy bien ocurrir que la victoria electoral no acarree un buen resultado pol¨ªtico. Y es que el proyecto Ibarretxe necesita conquistar ?lava, alzarse con la mayor¨ªa absoluta en sus juntas generales -no le basta con ser la lista m¨¢s votada en la provincia-, para evitar que los alaveses se descuelguen de la v¨ªa soberanista y que la fractura pol¨ªtica y social se reproduzca en el interior de Vizcaya y Guip¨²zcoa. Sin ?lava en el campo nacionalista y con Navarra en las ant¨ªpodas, el plan Ibarretxe quedar¨ªa tocado del ala, inmovilizado en el pantano de la pol¨ªtica vasca a la espera de que la situaci¨®n se desbloquee, algo que no parece que pueda darse sin un cambio de Gobierno en Espa?a o sin que ETA desaparezca de la escena.
Progresiva 'grapizaci¨®n'
La capacidad de la organizaci¨®n terrorista para seguir pesando en el terreno pol¨ªtico y escapar a su futuro de progresiva grapizaci¨®n es otra de las grandes inc¨®gnitas en el a?o que empieza. Puede decirse que a lo largo de su historia, ETA ha reaccionado radicaliz¨¢ndose cada vez que el nacionalismo ha entrado en su campo o le ha preparado una salida negociada, tal y como se ha visto con el descubrimiento de la territorialidad innegociable (Pa¨ªs Vasco Franc¨¦s y Navarra) y el maximalismo desplegado en el Pacto de Lizarra. Su problema es que ya no le queda terreno pol¨ªtico para proseguir en sus continuas huidas hacia delante y que la presi¨®n que el PP y el PSE ejercen sobre el nacionalismo en el poder hace cre¨ªble ante sus propias bases el proyecto soberanista. Minada nuevamente por la sospecha de infiltraci¨®n policial, desahuciada pol¨ªticamente tras la ruptura de la tregua por sectores de la propia Batasuna, ETA acredita lo que Kepa Aulestia, ex secretario general de la desaparecida Euskadiko Eskerra, defini¨® en su d¨ªa como un "circuito sin interruptor".
En el plano operativo, la situaci¨®n de la organizaci¨®n terrorista puede caracterizarse en estos momentos como de "colapso organizativo" porque, tras las sucesivas ca¨ªdas de la estructura asentada en el suelo franc¨¦s, no parece disponer de los cauces internos necesarios para preparar adecuadamente y activar a los numerosos j¨®venes de la kale borroka que ha incorporado ¨²ltimamente a sus filas. Aunque el proyecto soberanista le ofrece te¨®ricamente una buena pista de aterrizaje, junto a la posibilidad de disolver sus miserias morales en la teor¨ªa del conflicto hist¨®rico vasco y en el abrazo de todos los nacionalistas frente al enemigo com¨²n espa?ol, cabe dudar de que ETA vaya a renunciar a sus propias pretensiones para entronizar a Ibarretxe como gran campe¨®n del mundo abertzale.
La renuncia de ETA permitir¨ªa efectivamente recrear el frente nacionalista, adentrarse resueltamente en la senda soberanista, pisar fuerte con el referendo, lanzar el desaf¨ªo institucional.
Tampoco los vientos de la econom¨ªa y la ampliaci¨®n de la UE empujar¨¢n seguramente las velas del proyecto Ibarretxe. Las dificultades econ¨®micas que aparecen en el horizonte no constituyen un contexto favorable para el encaje de un proyecto inestable, descalificado por los empresarios e inspirado en la idea desestabilizadora de "no Espa?a". Con la UE comprometida en la ampliaci¨®n, el nacionalismo vasco dif¨ªcilmente va a encontrar interlocutores amables con sus tesis. El planteamiento gu¨ªa del nacionalismo: "A m¨¢s autogobierno, mayor bienestar", corre el riesgo de difuminarse en un panorama dominado por la incertidumbre.
La terquedad del 'lehendakari'
Conocido su voluntarismo personal y el terco empe?o que le anima, pocas dudas caben de que el lehendakari cumplir¨¢ su compromiso de presentar formalmente en el ¨²ltimo trimestre del a?o el nuevo modelo de relaci¨®n de Euskadi con Espa?a. El referendo prometido, dudosamente legal, por otra parte, deber¨¢ esperar a la "ausencia de violencia" y cabe pensar como una hip¨®tesis razonable en la posibilidad de que Ibarretxe adelante las elecciones auton¨®micas antes de que ¨¦l finalice la legislatura y haga de esos comicios un acto plebiscitario sobre su plan soberanista. Con Arzalluz de retirada -deber¨¢ abandonar el cargo de presidente del partido en enero de 2004- y sin sustituto a la vista -el delf¨ªn Joseba Egibar parece haberse inmolado en el proceso de radicalizaci¨®n del partido-, Juan Jos¨¦ Ibarretxe carga consigo la doble responsabilidad de conducir al nacionalismo y al Ejecutivo auton¨®mico por la intrincada senda soberanista.
Es una ardua tarea porque tendr¨¢ que alimentar el independentismo latente de los nuevos votantes procedentes de Batasuna sin perder pie en el campo simb¨®lico de la lucha contra ETA -de ah¨ª la manifestaci¨®n del 22 de diciembre en Bilbao-, asegurar la gobernabilidad institucional desde su minor¨ªa parlamentaria y preparar el gran salto autodeterminista. Es posible que la realidad misma de una sociedad plural y compleja como la vasca se encargue de establecer los l¨ªmites de esa aventura. Si ¨¦se es el caso, el nacionalismo en el poder tendr¨¢ que plegar algunas de sus velas y mirar hacia el campo socialista a la espera de que La Moncloa cambie de inquilino.
Pre?ado de inc¨®gnitas trascendentales, el a?o pol¨ªtico vasco que empieza es, antes que nada, un exigente banco de pruebas para el proyecto soberanista de Ibarretxe y un monumental ¨®rdago a la capacidad de resistencia-subsistencia de ETA-Batasuna. La pretensi¨®n nacionalista de obtener en las elecciones municipales y forales de mayo pr¨®ximo un primer refrendo, forzosamente impl¨ªcito, a su proyectado "Estatus de libre asociaci¨®n" con Espa?a no est¨¢ avalada, de momento, por la marea de adhesiones sociales con que so?¨® el lehendakari. A la bofetada dial¨¦ctica de las organizaciones empresariales vascas se han sumado las reservas del mundo universitario y no pocos silencios, adem¨¢s de la frialdad y el desd¨¦n exterior constatado durante la gira de Ibarretxe por las capitales europeas y latinoamericanas.
Desasosiego
Lejos de suscitar entusiasmo -seg¨²n las encuestas, los aut¨¦nticos entusiastas con el proyecto son los votantes de Batasuna-, el plan Ibarretxe tropieza con el temor social a que los cambios propuestos deterioren todav¨ªa m¨¢s la crisis vasca, ahonden la divisi¨®n existente. Buena parte de la sociedad contempla con desasosiego el proceso de radicalizaci¨®n, de conversi¨®n del autonomismo en soberanismo, desatado por las direcciones de los partidos nacionalistas. Y en la medida en que el proyecto soberanista les interpela directamente como ciudadanos y les confronta m¨¢s directamente con sus amigos y vecinos, empieza a considerar la pol¨ªtica como un elemento molesto, perturbador, que les complica la vida.
Precisamente, estos temores y prevenciones no son muy distintos a los que en las elecciones auton¨®micas del 13-M de 2001 otorgaron la victoria a Juan Jos¨¦ Ibarretxe frente a la alternativa de firmeza, interpretada por muchos votantes como un remedo del "sangre, sudor y l¨¢grimas", planteada por los partidos constitucionalistas. Tras la contundente respuesta de ETA, el plan Ibarretxe tampoco puede adjudicarse en sentido estricto el atributo pacificador, aun cuando act¨²e de reclamo eficaz ante una Batasuna en aparente proceso de desmoronamiento. Dado el acoso en que vive la castigada oposici¨®n pol¨ªtica vasca, su limitado margen de libertad, el triunfo nacionalista en los pr¨®ximos comicios locales parece asegurado con el previsible flujo de votos procededentes de Batasuna.
Una clave est¨¢ en el alcance mismo de ese trasvase al t¨¢ndem PNV-EA, en la capacidad de Batasuna para sobreponerse tanto a la ofensiva judicial y pol¨ªtica como a la seducci¨®n de la propuesta soberanista, dos movimientos actualmente complementarios que le han colocado en una situaci¨®n extremadamente comprometida. Ahora, el problema m¨¢s acuciante de Batasuna es burlar la suspensi¨®n dictada por el juez Garz¨®n o, llegado el caso, la eventual ilegalizaci¨®n del Tribunal Supremo, para poder concurrir a las elecciones municipales y preservar en lo posible las plataformas institucionales locales tan necesarias para su din¨¢mica. Presentarse bajo la marca ANV (el viejo partido nacionalista de cuyas siglas se apropi¨® Herri Batasuna en su d¨ªa) conlleva el riesgo de no superar la inspecci¨®n judicial, y participar como agrupaciones locales de electores resulta una tarea sumamente engorrosa que le obligar¨ªa a movilizar a bastantes miles de simpatizantes ante los despachos notariales.
Aunque por ese lado las expectativas para el PNV-EA son francamente buenas, el peligro para el nacionalismo en el poder es que en los comicios de mayo puede muy bien ocurrir que la victoria electoral no acarree un buen resultado pol¨ªtico. Y es que el proyecto Ibarretxe necesita conquistar ?lava, alzarse con la mayor¨ªa absoluta en sus juntas generales -no le basta con ser la lista m¨¢s votada en la provincia-, para evitar que los alaveses se descuelguen de la v¨ªa soberanista y que la fractura pol¨ªtica y social se reproduzca en el interior de Vizcaya y Guip¨²zcoa. Sin ?lava en el campo nacionalista y con Navarra en las ant¨ªpodas, el plan Ibarretxe quedar¨ªa tocado del ala, inmovilizado en el pantano de la pol¨ªtica vasca a la espera de que la situaci¨®n se desbloquee, algo que no parece que pueda darse sin un cambio de Gobierno en Espa?a o sin que ETA desaparezca de la escena.
Progresiva 'grapizaci¨®n'
La capacidad de la organizaci¨®n terrorista para seguir pesando en el terreno pol¨ªtico y escapar a su futuro de progresiva grapizaci¨®n es otra de las grandes inc¨®gnitas en el a?o que empieza. Puede decirse que a lo largo de su historia, ETA ha reaccionado radicaliz¨¢ndose cada vez que el nacionalismo ha entrado en su campo o le ha preparado una salida negociada, tal y como se ha visto con el descubrimiento de la territorialidad innegociable (Pa¨ªs Vasco Franc¨¦s y Navarra) y el maximalismo desplegado en el Pacto de Lizarra. Su problema es que ya no le queda terreno pol¨ªtico para proseguir en sus continuas huidas hacia delante y que la presi¨®n que el PP y el PSE ejercen sobre el nacionalismo en el poder hace cre¨ªble ante sus propias bases el proyecto soberanista. Minada nuevamente por la sospecha de infiltraci¨®n policial, desahuciada pol¨ªticamente tras la ruptura de la tregua por sectores de la propia Batasuna, ETA acredita lo que Kepa Aulestia, ex secretario general de la desaparecida Euskadiko Eskerra, defini¨® en su d¨ªa como un "circuito sin interruptor".
En el plano operativo, la situaci¨®n de la organizaci¨®n terrorista puede caracterizarse en estos momentos como de "colapso organizativo" porque, tras las sucesivas ca¨ªdas de la estructura asentada en el suelo franc¨¦s, no parece disponer de los cauces internos necesarios para preparar adecuadamente y activar a los numerosos j¨®venes de la kale borroka que ha incorporado ¨²ltimamente a sus filas. Aunque el proyecto soberanista le ofrece te¨®ricamente una buena pista de aterrizaje, junto a la posibilidad de disolver sus miserias morales en la teor¨ªa del conflicto hist¨®rico vasco y en el abrazo de todos los nacionalistas frente al enemigo com¨²n espa?ol, cabe dudar de que ETA vaya a renunciar a sus propias pretensiones para entronizar a Ibarretxe como gran campe¨®n del mundo abertzale.
La renuncia de ETA permitir¨ªa efectivamente recrear el frente nacionalista, adentrarse resueltamente en la senda soberanista, pisar fuerte con el referendo, lanzar el desaf¨ªo institucional.
Tampoco los vientos de la econom¨ªa y la ampliaci¨®n de la UE empujar¨¢n seguramente las velas del proyecto Ibarretxe. Las dificultades econ¨®micas que aparecen en el horizonte no constituyen un contexto favorable para el encaje de un proyecto inestable, descalificado por los empresarios e inspirado en la idea desestabilizadora de "no Espa?a". Con la UE comprometida en la ampliaci¨®n, el nacionalismo vasco dif¨ªcilmente va a encontrar interlocutores amables con sus tesis. El planteamiento gu¨ªa del nacionalismo: "A m¨¢s autogobierno, mayor bienestar", corre el riesgo de difuminarse en un panorama dominado por la incertidumbre.
La terquedad del 'lehendakari'
Conocido su voluntarismo personal y el terco empe?o que le anima, pocas dudas caben de que el lehendakari cumplir¨¢ su compromiso de presentar formalmente en el ¨²ltimo trimestre del a?o el nuevo modelo de relaci¨®n de Euskadi con Espa?a. El referendo prometido, dudosamente legal, por otra parte, deber¨¢ esperar a la "ausencia de violencia" y cabe pensar como una hip¨®tesis razonable en la posibilidad de que Ibarretxe adelante las elecciones auton¨®micas antes de que ¨¦l finalice la legislatura y haga de esos comicios un acto plebiscitario sobre su plan soberanista. Con Arzalluz de retirada -deber¨¢ abandonar el cargo de presidente del partido en enero de 2004- y sin sustituto a la vista -el delf¨ªn Joseba Egibar parece haberse inmolado en el proceso de radicalizaci¨®n del partido-, Juan Jos¨¦ Ibarretxe carga consigo la doble responsabilidad de conducir al nacionalismo y al Ejecutivo auton¨®mico por la intrincada senda soberanista.
Es una ardua tarea porque tendr¨¢ que alimentar el independentismo latente de los nuevos votantes procedentes de Batasuna sin perder pie en el campo simb¨®lico de la lucha contra ETA -de ah¨ª la manifestaci¨®n del 22 de diciembre en Bilbao-, asegurar la gobernabilidad institucional desde su minor¨ªa parlamentaria y preparar el gran salto autodeterminista. Es posible que la realidad misma de una sociedad plural y compleja como la vasca se encargue de establecer los l¨ªmites de esa aventura. Si ¨¦se es el caso, el nacionalismo en el poder tendr¨¢ que plegar algunas de sus velas y mirar hacia el campo socialista a la espera de que La Moncloa cambie de inquilino.
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