Epifan¨ªa
La tradici¨®n permite aprovechar el mito de los Reyes como met¨¢fora que premia o castiga la ejecutoria de nuestros pol¨ªticos. Y a su amparo cabe interpretar la marea negra de chapapote como el merecido carb¨®n que nuestro Gobierno se ha ganado por su incompetencia e irresponsabilidad. Es verdad que la mancha f¨ªsica s¨®lo afecta a los gallegos, pero la mancha moral no se la podr¨¢n quitar de encima los hombres del presidente que m¨¢s quemados est¨¢n.
Y si la crisis del Prestige s¨®lo acaba de comenzar -con la apertura de un rosario judicial que quiz¨¢ acabe por erigir al Estado en responsable ¨²ltimo del desastre-, el resto de casos pendientes imputables al Gobierno tampoco son para menos, todos ellos provocados por los flagrantes errores de Aznar, desde la huelga general hasta la guerra del Perejil, pasando por su apoyo a la injusta agresi¨®n arbitraria que Bush prepara para expropiar el petr¨®leo de Irak. Y por si fuera poco, ahora Aznar cierra su annus horribilis con esa muestra de patriotismo constitucional que es su propuesta de cumplimiento ¨ªntegro de las penas -lo que se a?ade a la expulsi¨®n de Batasuna del juego electoral-, con elevaci¨®n de un tercio en la cadena perpetua.
Pero si al presidente y a sus hombres los Reyes s¨®lo les han tra¨ªdo carb¨®n, ?qu¨¦ nos han puesto a los dem¨¢s? La verdad es que la oposici¨®n tampoco merece mucho m¨¢s que carb¨®n -aunque sea dulce y no amargo como el de Aznar-, pues no ha sido capaz de resistir los chantajes del matonismo gubernamental. Primero cedi¨® ante la exclu-si¨®n de Batasuna y ahora parece dispuesta a ceder ante la desnaturalizaci¨®n del sistema penal. Todo por miedo esc¨¦nico a que los hombres del presidente les monten una bronca patri¨®tica acus¨¢ndoles de deslealtad para reducirles al ostracismo electoral -seg¨²n acaba de suceder una vez m¨¢s con el asunto Caldera-. Pues en su haber no hay m¨¢s que dos gestos de cara a la galer¨ªa: la victoria a los puntos en el debate del estado de la naci¨®n -ante un Aznar prejubilado que s¨®lo renqueaba como un palomo cojo- y el dudoso espect¨¢culo de la plaza de Vistalegre, cuando los socialistas babyboomers avalaron sin autocr¨ªtica la pasada ejecutoria de Gonz¨¢lez -todo un ominoso gui?o, por cuanto parece simbolizar-. Por lo que hace al Prestige, al margen de abuchear al Gobierno no han hecho mucho, en realidad.
?Y a los ciudadanos? ?Qu¨¦ nos han tra¨ªdo los Reyes? Pues nada menos que elecciones, que a muchos les sabr¨¢n a poco, pero que nos brindan la oportunidad de primero castigar a nuestra clase pol¨ªtica, exigi¨¦ndole cuentas por su pasada ejecutoria, y despu¨¦s renovarla a fondo, sustituy¨¦ndola por nuevo personal intacto de refresco. Al igual que en la vida real, los Reyes no existen, porque son los padres, tampoco en la vida pol¨ªtica existen, pues en realidad los Reyes son los ciudadanos: es decir, los electores que premian y castigan a los pol¨ªticos con sus votos. Y este a?o que ahora comienza es un a?o electoral fundamental -dados los m¨²ltiples comicios locales y auton¨®micos convocados-, en el que cabr¨ªa la posibilidad de que declinase la mayor¨ªa absoluta de la que hoy abusa Aznar.
Los ciudadanos tienen la palabra. Pero no conviene abrigar excesivas expectativas, pues dada la inercia de la cultura p¨²blica espa?ola -variante de una cultura pol¨ªtica latina que alumbra fen¨®menos como los de Per¨®n, Ch¨¢vez o Berlusconi-, a nuestros conciudadanos parece gustarles que les traten como a ni?os que lo esperan todo de unos gobernantes disfrazados de Reyes Magos, que tutelan a sus s¨²bditos administr¨¢ndoles regalos populistas y mentiras piadosas. Justo lo que hace Aznar, Rey Mago que nos regala bajadas de impuestos y cadena perpetua para los terroristas, a la vez que elude sus responsabilidades con apagones informativos para descargarlas sobre cualquier cabeza de turco. Pues si los padres enga?an a sus hijos dici¨¦ndoles que son los tres Reyes Magos, tambi¨¦n Aznar hace lo mismo al decir: yo no he sido, han sido el rojo, el moro y el vasco.
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