Consecuencias de la transici¨®n inmod¨¦lica
Como consecuencia del gran dominio que las fuerzas conservadoras tuvieron en el proceso de transici¨®n de la dictadura a la democracia en Espa?a y de la gran debilidad de las izquierdas en aquel proceso (resultado de la enorme represi¨®n llevada a cabo por la dictadura), han existido dos versiones muy generalizadas en ambientes conservadores del pa¨ªs de lo que fue y signific¨® el golpe militar de 1936, la dictadura que instaur¨®, y la transici¨®n a la democracia. Una versi¨®n considera que el golpe militar y la dictadura fueron necesarios para restablecer el orden y corregir la situaci¨®n intolerable creada por la Rep¨²blica. Esta versi¨®n est¨¢ dispuesta a aceptar que la represi¨®n, en ocasiones, fue excesivamente fuerte y que el periodo dictatorial fue, quiz¨¢s, demasiado largo, circunstancias que, sin embargo, no invalidan lo positivo que fue para Espa?a la existencia del alzamiento militar y de la dictadura. Esta posici¨®n est¨¢ ampliamente aceptada en el establishment conservador de Espa?a aun cuando no se explicite frecuentemente en aquellos medios de informaci¨®n que controla. Se expresa en su resistencia a condenar el r¨¦gimen franquista y en su oposici¨®n a eliminar a lo largo del territorio espa?ol monumentos al dictador o a otras figuras relevantes de aquel r¨¦gimen, homenajeando frecuentemente a sus protagonistas intelectuales, pol¨ªticos y religiosos. Seg¨²n esta versi¨®n, la democracia, instaurada en Espa?a por el Rey nombrado por el general Franco, signific¨® la apertura de las instituciones estatales espa?olas conservadoras a las izquierdas y a los nacionalistas catalanes y vascos. Esta actitud apareci¨® claramente en la advertencia que Adolfo Su¨¢rez hizo a Josep Tarradellas, cuando, en el primer encuentro entre ambos, Su¨¢rez le record¨®: "Usted fue jefe de un Gobierno de la Generalitat que perdi¨® la Guerra Civil" (Diari de Tarradellas, 27 de junio de 1977). Su integraci¨®n en las instituciones espa?olas ten¨ªa que reconocer y admitir esta realidad. Esta versi¨®n, por cierto, es compartida por muchos miembros del Gobierno conservador actual que, aun cuando se?alan que, debido a su edad, no fueron ellos mismos parte de aquel r¨¦gimen y por lo tanto no se consideran responsables de ¨¦l, se enorgullecen, sin embargo, de la labor de sus antecesores biol¨®gicos que s¨ª fueron parte de ¨¦l, sin haber nunca condenado tal r¨¦gimen.
La otra interpretaci¨®n, tambi¨¦n muy extendida en Espa?a, en c¨ªrculos que se autodefinen como centristas, es la que asume que el conflicto de 1936-39 fue una Guerra Civil entre dos Espa?as, una llamada la Espa?a Nacional y otra la Espa?a Republicana, en la que los dos bandos cometieron enormes atrocidades (resultado, en parte, de un supuesto car¨¢cter espa?ol af¨ªn a la violencia) que es mejor olvidar. Como prueba de la existencia incluso territorial de estas dos Espa?as, esta versi¨®n divide a Espa?a en zonas que permanecieron leales a la Rep¨²blica y zonas que apoyaron al golpe militar. En esta versi¨®n, en la que se asume una equidistancia en cuanto a responsabilidades por aquellos hechos, se considera que el establecimiento de la Constituci¨®n de 1978 signific¨® tambi¨¦n la desaparici¨®n de las dos Espa?as. Algunos autores pertenecientes a esta postura aceptan que los vencidos de aquel conflicto han sido maltratados y deben ser reconocidos e incluso homenajeados de la misma forma en que los vencedores lo fueron. Se admite as¨ª que esta equidistancia deber¨ªa tambi¨¦n realizarse en el equilibrio de la memoria, puesto que reconoce que el olvido signific¨® una injusticia hacia los vencidos. Es a esta mentalidad a la que un editorial reciente de EL PA?S, Desaparecidos nuestros (8-VIII-02), apelaba cuando ped¨ªa al Gobierno conservador espa?ol (asumiendo que sosten¨ªa esta visi¨®n de nuestra historia) que ayudara a los familiares de los desaparecidos entre los vencidos a encontrarlos a fin de enterrarlos, honrarlos y homenajearlos, tal como los vencedores ya tuvieron la oportunidad de hacerlo con sus desaparecidos durante la dictadura.
Ambas posiciones, sin embargo, son err¨®neas y su visibilidad preferente responde precisamente al gran poder de las fuerzas conservadoras en Espa?a. La realidad hist¨®rica, raramente presentada en las escuelas y en los medios de informaci¨®n espa?oles, es distinta. La Rep¨²blica Espa?ola fue uno de los intentos m¨¢s profundos de modernizaci¨®n de una de las estructuras sociales m¨¢s oprimentes existentes en Europa en los a?os treinta. En sus reformas, afect¨® intereses corporativos (terratenientes, grupos empresariales, la Banca, la Iglesia, el Ej¨¦rcito y muchos otros) y a las clases sociales de renta alta y media alta, que respondieron, a trav¨¦s del Ej¨¦rcito, con un golpe de Estado que interrumpi¨® la modernizaci¨®n de Espa?a, imponiendo un gran retraso econ¨®mico, social, pol¨ªtico y cultural al pa¨ªs, que da?¨® enormemente el bienestar de la gran mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa espa?ola, como lo demuestra que cuando el dictador muri¨® el Estado del bienestar espa?ol era el m¨¢s subdesarrollado de Europa. No fue, por lo tanto, una mitad de Espa?a contra otra mitad, sino una minor¨ªa frente a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n. De ah¨ª que las fuerzas golpistas, para mantenerse en el poder, tuvieran que recurrir a una gran represi¨®n y terror contra la mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa que continu¨® durante los cuarenta a?os de la dictadura, y que ocurri¨® tambi¨¦n en las zonas que err¨®neamente se considera que apoyaron al golpe militar. En tal r¨¦gimen dictatorial, atrocidades llevadas a cabo por el r¨¦gimen nazi alem¨¢n, el r¨¦gimen fascista italiano, el r¨¦gimen militar chileno y el r¨¦gimen militar argentino (todas ellas denunciadas hoy), se dieron con creces. Es cierto que durante la Rep¨²blica tambi¨¦n hubieron casos graves de violaci¨®n de los derechos humanos, pero por lo general tales actos fueron espont¨¢neos como resultado de la indignaci¨®n popular por el golpe militar de 1936 y en respuesta a las brutalidades realizadas por el bando franquista, sin que tales actos de represalia, sin embargo, contaran con el apoyo del Gobierno de la Rep¨²blica, que protest¨® e intent¨® interrumpirlos. No as¨ª en el caso de las fuerzas golpistas y de la dictadura, la cual hizo del terror una pol¨ªtica de Estado a fin de mantenerse en el poder. Ser¨ªa justo y necesario para mejorar la cultura democr¨¢tica del pa¨ªs condenar el r¨¦gimen franquista y prohibir que se le homenajeara. Algunos autores, como Gabriel Jackson, han protestado tal prohibici¨®n acus¨¢ndola de revanchista (De la represi¨®n franquista y la verdad, 23-XI-02). Revanchista, sin embargo, ser¨ªa pedir el enjuiciamiento, encarcelamiento o expulsi¨®n de los responsables de aquel r¨¦gimen, justicia a la cual las izquierdas renunciaron cuando, con gran generosidad, aceptaron la amnist¨ªa (excusando el terror y la corrupci¨®n que caracteriz¨® a aquel r¨¦gimen). Prohibir el
homenaje al franquismo, sin embargo, no es revanchismo, sino mera exigencia democr¨¢tica, puesto que aquel r¨¦gimen interrumpi¨® brutalmente un r¨¦gimen democr¨¢tico. El hecho de que ocurrieran tambi¨¦n violaciones de los derechos humanos durante la Rep¨²blica no justifica -como Gabriel Jackson asume- que se considere err¨®nea la petici¨®n de prohibici¨®n de homenaje a los que interrumpieron la democracia, de la misma manera que las violaciones de derechos humanos realizadas por las tropas aliadas en la Segunda Guerra Mundial (tal como el bombardeo de Dresde) no fue raz¨®n suficiente para que la Alemania democr¨¢tica dejara de condenar y prohibir monumentos al nazismo. La condena y prohibici¨®n del homenaje al franquismo no implica tampoco que deba ocultarse la verdad de lo que ocurri¨® durante la Rep¨²blica, incluyendo sus aspectos negativos.
La verdad en Espa?a ha estado oculta por la amnesia que acompa?¨® a la amnist¨ªa y que ha da?ado enormemente a la cultura democr¨¢tica del pa¨ªs. Es cierto que ahora comienzan a aparecer libros, sobre todo en el ¨¢mbito acad¨¦mico, que documentan la naturaleza represiva de aquel r¨¦gimen, pero su difusi¨®n es muy limitada, resultado del abismo que existe en Espa?a entre el mundo intelectual acad¨¦mico y la cultura popular, la cual est¨¢ predominantemente influenciada por los medios televisivos, en los cuales el silencio sobre tal pasado contin¨²a existiendo. El documental Los ni?os perdidos del franquismo, que document¨® que las barbaridades ocurridas durante las dictaduras argentina y chilena (tales como el robo de ni?os hijos de padres dem¨®cratas asesinados) se dieron tambi¨¦n con creces en la Espa?a del franquismo, no ha sido presentado en ninguna comunidad auton¨®mica excepto en Catalu?a, en el Pa¨ªs Vasco y en Andaluc¨ªa, donde se emiti¨® (por Canal Sur) de madrugada. Y s¨®lo recientemente se ha presentado un documental sobre el exilio, patrocinado por la Fundaci¨®n Pablo Iglesias. Por lo dem¨¢s, el silencio televisivo es ensordecedor.
La falta de compromiso pol¨ªtico para recuperar la memoria hist¨®rica ha empobrecido enormemente la democracia espa?ola, disminuyendo su cultura democr¨¢tica, con un gran coste pol¨ªtico, tal como lo demuestra el que seg¨²n una encuesta reciente (EL PA?S, 19-X-02) nada menos que el 36,8% de la juventud espa?ola (de 12 a 18 a?os) cree que una dictadura puede ser necesaria en ocasiones o que tanto da que tengamos dictadura o democracia siempre y cuando haya orden y progreso (el eslogan del franquismo). Otro indicador, entre otros muchos, de esta democracia incompleta es lo ocurrido a los familiares de los desaparecidos del bando republicano. Durante veinticinco a?os de democracia tales familiares pidieron al Rey y a los presidentes de los Gobiernos democr¨¢ticos que les ayudaran a encontrar a sus familiares sin que ninguno de ellos respondiera satisfactoriamente a esta petici¨®n de ayuda, lo cual deber¨ªa haber motivado al editorialista de EL PA?S (que escribi¨® el editorial al cual me refer¨ª anteriormente) a titular su editorial Verg¨¹enza nacional, se?alando, como lo hizo recientemente The New York Times (11-XI-02) el bochorno que supon¨ªa para la democracia espa?ola que los familiares de los desaparecidos dem¨®cratas todav¨ªa estuvieran buscando hoy a sus muertos sin que el Estado democr¨¢tico hubiera respondido positivamente a su petici¨®n de ayuda, forz¨¢ndoles a denunciar tal hecho a la Agencia de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Por fin, las Cortes Espa?olas han aprobado una resoluci¨®n en la que se insta al Gobierno espa?ol a ayudar a tales familias, reconociendo a las v¨ªctimas del franquismo. Es prueba, sin embargo, del enorme poder que las fuerzas conservadoras todav¨ªa tienen en las instituciones democr¨¢ticas que tal resoluci¨®n (adem¨¢s de no condenar expl¨ªcitamente y por su nombre el alzamiento militar y la dictadura, haci¨¦ndolo s¨®lo indirectamente) instruye que se evite utilizar el reconocimiento de las v¨ªctimas para "reactivar viejas heridas y remover el rescoldo de la confrontaci¨®n civil" asumiendo err¨®neamente que se puede homenajear a las v¨ªctimas sin denunciar a los que los mataron.
Supongamos, sin embargo, que Espa?a hubiera tenido otro tipo de transici¨®n, resultado de la derrota del franquismo o su colapso, tal como ocurri¨® en otras dictaduras europeas -como las comunistas del Este de Europa- sin derramamiento de sangre. En este caso, es probable que hoy tendr¨ªamos en Espa?a una rep¨²blica en lugar de una monarqu¨ªa; con una cultura antifranquista democr¨¢tica bien establecida; con unos medios de informaci¨®n y persuasi¨®n menos conservadores y m¨¢s plurales; con una memoria hist¨®rica viva (ense?¨¢ndose en todas las escuelas lo que fue la dictadura, su represi¨®n y el retraso social, econ¨®mico y cultural que impuso al pa¨ªs); con reconocimiento y homenaje a los que lucharon en contra del fascismo y la dictadura, y que tendr¨ªan -como tienen en Francia, Alemania e Italia- monumentos y calles en su nombre; con un Ej¨¦rcito que tomar¨ªa como figuras ejemplares a los militares que fueron leales a la Rep¨²blica, en lugar de los que se sublevaron en contra de la democracia, homenajeando a los militares que fueron expulsados del Ej¨¦rcito durante la dictadura por su lucha por la democracia; con una Iglesia que habr¨ªa pedido perd¨®n, no s¨®lo a su Dios, sino tambi¨¦n al pueblo espa?ol, por su apoyo al golpe militar y a la dictadura, aceptando su lugar en un Estado laico respetuoso de todas las religiones; con una derecha democr¨¢tica que hubiera denunciado sin ninguna ambig¨¹edad el golpe militar y el r¨¦gimen franquista, y con unas izquierdas menos moderadas y m¨¢s fuertes; con un Estado del bienestar m¨¢s desarrollado que el actual y con una Constituci¨®n m¨¢s progresista, que adem¨¢s reconocer¨ªa la multinacionalidad de Espa?a con posibilidad de reestructurar la relaci¨®n entre sus componentes seg¨²n la voluntad popular de cada uno de ellos. Soy consciente de que, debido al gran desequilibrio de fuerzas en la transici¨®n, no hab¨ªa otra alternativa que la que existi¨®. Pero las fuerzas democr¨¢ticas deber¨ªan ser conscientes de las limitaciones que impuso la transici¨®n inmod¨¦lica a fin de corregirlas.
Vicen? Navarro es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas de la Universitat Pompeu Fabra.
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