La innovaci¨®n de la crema catalana
Hace tiempo fui a cenar al restaurante Gaig, que est¨¢ abierto en Horta, cerca de la plaza de Ibiza, desde 1869. Me llam¨® la atenci¨®n, entre los postres, uno que se ofrec¨ªa bajo el sugerente t¨ªtulo de "La innovaci¨® de la crema catalana". Que la necesidad de innovaci¨®n hubiese llegado a la crema catalana me pareci¨® portentoso. Es cierto, no obstante, que V¨¢zquez Montalb¨¢n explica que, en Gaig, los platos de siempre son recreados de tal modo que se convierten en nuevos. Calidad, oficio y un punto de solidez hacen que Gaig y el Hispania sean mis restaurantes catalanes preferidos. En fin, olvid¨¦ el tema hasta que, hace unos d¨ªas, fui a almorzar al restaurante Windsor, donde -al presentarme la carta de postres- le¨ª uno que caus¨® mi asombro. Tanto, que les dije a los dem¨¢s comensales, entre los que estaban Josep-Maria Puig Salellas y Ramon Vilad¨¤s: "Mireu, hi ha un postre que m¨¦s que un postre sembla el programa d'un partit pol¨ªtic". En efecto, su t¨ªtulo rezaba as¨ª: "Versi¨® lleugera de la crema catalana de sempre"; y, bajo esta s¨ªntesis rotunda, se propon¨ªan dos caldos para aligerarla: "Garnatxa Masia Pairal Can Carreras 86" y "Malvasia Sitgetana de l'Hospital de Sant Joan Batiste". Todo de casa, como se ve.
El nacionalismo puede ser un instrumento de integraci¨®n y social, o una ¨²til herramienta de control pol¨ªtico y social
Dada esta sorprendente coincidencia de voluntad renovadora en el ¨¢mbito de la reposter¨ªa, me ha parecido que ambas propuestas sirven para simbolizar el dilema en el que se debate actualmente la pol¨ªtica catalana, que se halla a punto de optar entre la "innovaci¨®" y la "versi¨® lleugera de la crema de sempre". Que esto es as¨ª viene reforzado por el hecho de que quienes llevan a cabo esta "versi¨® lleugera de la crema de sempre" -Artur Mas y su joven e impetuosa cuadrilla, con Duran reciclado como sobresaliente y Francesc Homs como apoderado- suelen insistir en que ellos encarnan la innovaci¨®n aut¨¦ntica, dado su juvenil empuje, mientras que Pasqual Maragall es ya un pol¨ªtico de corte jur¨¢sico, caprichoso y err¨¢tico, que acert¨® por casualidad una vez -con la ayuda de todos- y que declina inexorablemente desde entonces, hasta convertirse en una sombra imprevisible y pat¨¦tica de lo que fue.
No me toca a m¨ª defender a Pasqual Maragall. Dado su conocido y peculiar talante, proclive a manifestarse de forma espont¨¢nea, todos sabemos de qu¨¦ pie calza. Y sabemos tambi¨¦n que, m¨¢s all¨¢ de sus limitaciones -?qui¨¦n no las tiene?-, encarna y representa -con visi¨®n larga, ¨¢nimo abierto y buen estilo- un modo innovador de proyectar Catalu?a hacia el futuro. Creo por ello que lo interesante es dilucidar en qu¨¦ consiste la innovaci¨®n que Maragall propone, lo que exige precisar la realidad de la que parte y que, con escrupuloso respeto a su esencia, pretende mejorar. Dicho en otras palabras, ?en qu¨¦ consiste esta crema catalana que unos pretenden innovar, otros aligerar, y cuya vigencia todos proclaman?
La base -"la crema"- que todos comparten es el reconocimiento de Catalu?a como naci¨®n, es decir, su afirmaci¨®n como una comunicad con conciencia clara de poseer una identidad hist¨®rica diferenciada, y con voluntad firme de proyectar hacia el futuro esta identidad en forma de autogobierno. Un autogobierno que se concibe como autogesti¨®n de los propios intereses y autocontrol de los propios recursos. Un autogobierno cuya potenciaci¨®n exige, sin duda alguna, la reforma estatutaria y la reforma constitucional. Por ello, tanto Maragall como Mas coinciden en este punto, si bien con significativas diferencias de procedimiento y calendario, as¨ª como con diversa valoraci¨®n de fondo de la realidad hisp¨¢nica. Ahora bien, sentado el punto de partida, ?qu¨¦ comporta la innovaci¨®n propuesta por Maragall, tal y como yo lo veo?
En primer lugar, una renovaci¨®n de equipos directivos. Este aspecto puede ser minimizado con el argumento de que se trata, en el fondo, de un simple qu¨ªtate t¨² que me pongo yo, con lo que las cosas quedar¨ªan igual que estaban. Pero se advierte su aut¨¦ntico valor, cuando se piensa que el actual grupo dirigente lleva instalado m¨¢s de 20 a?os, lo que no resulta saludable, habida cuenta de que toda estructura de poder tiende necesariamente a generar una subestructura clientelar. De ah¨ª que la ra¨ªz ¨²ltima de la democracia resida, m¨¢s a¨²n que en el di¨¢logo, en la renovaci¨®n de dirigentes y en un juego de balances y contrapesos, de modo que el poder no se condense durante demasiado tiempo en las mismas manos. Esta renovaci¨®n permitir¨ªa que pudieran ser reconsiderados desde otra perspectiva -y con mayor participaci¨®n ciudadana- todos los temas: desde los de gran calado, como la financiaci¨®n o la divisi¨®n territorial, hasta los concretos y nimios, como las inversiones de la Corporaci¨®n Catalana de Radio y Televisi¨®n, por ejemplo, en Media Park.
En segundo t¨¦rmino, la innovaci¨®n pasa por la ampliaci¨®n del ¨¢mbito del catalanismo pol¨ªtico, de modo que participen en la pol¨ªtica catalana aquellos cientos de miles de "altres catalans" que votan en las elecciones generales y municipales, absteni¨¦ndose de hacerlo en las auton¨®micas, por entender que la cosa no va con ellos. Para movilizar a estos ciudadanos, es preciso que el debate pol¨ªtico gire en torno a los temas del d¨ªa a d¨ªa, los mismos sobre los que recae en los pa¨ªses de nuestro entorno. En este punto la innovaci¨®n s¨ª que revestir¨ªa car¨¢cter hist¨®rico, pues la victoria de Maragall no implicar¨ªa s¨®lo una alternancia entre grupos pol¨ªticos, sino que supondr¨ªa la participaci¨®n en el poder de la Generalitat de un grupo social -los inmigrantes de cultura originaria castellana-, que hasta ahora no han accedido a ¨¦l como tal grupo. Que ¨¦ste es un tema de enorme calado lo muestra el hecho de que un pol¨ªtico profesional, fr¨ªo y calculador, como Duran Lleida insista reiteradamente, en los ¨²ltimos tiempos, acerca de que "el PSOE pesa m¨¢s que el catalanismo" en el socialismo catal¨¢n. Lo que implica sugerir que Maragall no es otra cosa que un caballo de Troya, mediante el que se introducir¨ªan en el tabern¨¢culo de la ciudadela catalana los Montillas y Corbachos con sus tropas, por lo que Duran alerta ante la mera posibilidad de que "el nuevo socialismo catal¨¢n de los Montilla y los Corbacho, es decir el nuevo PSOE en Catalu?a, sea el que gobierne en los pr¨®ximos a?os". Parece -y eso ya lo digo yo- como si estas gentes, sobre todo "al amanecer y con fuerte viento de levante", prorrumpiesen en grandes gritos de ?viva Espa?a! y se dedicasen, no a velar por sus propios intereses -como tanto y tan bien han hecho en los municipios que han gestionado ejemplarmente-, sino a sojuzgar arteramente su entorno, para ponerlo as¨ª al servicio de un ideario jacobino -oblicuo y desleal- que tan injustamente se les presume.
Pero este tema tambi¨¦n puede verse de otro modo. A saber, partiendo de la constataci¨®n de que el nacionalismo es -como casi todo en esta vida- neutro en s¨ª mismo. Por lo que tanto puede ser un instrumento magn¨ªfico de integraci¨®n y cohesi¨®n social, como convertirse en una ¨²til herramienta para el control pol¨ªtico, social y econ¨®mico de un ¨¢mbito territorial determinado, en manos de un grupo social originario definido identitariamente. Todo nacionalismo tiene siempre, por tanto, este riesgo: confundir la patria con una finca propia para uso exclusivo. Entonces no queda m¨¢s remedio que decir, como aquella madre italiana de la que nos habla Eric Hobsbawm: "Scapa figlio, que veni la patria".
Y, por ¨²ltimo, otros aspectos de la innovaci¨®n est¨¢n ¨ªntimamente relacionados con esta ampliaci¨®n del grupo social detentador del poder que determinar¨ªa la victoria de Maragall. Desde una mayor participaci¨®n ciudadana en la adopci¨®n de decisiones, hasta una mayor transparencia en la gesti¨®n; desde unas relaciones de respeto y colaboraci¨®n rec¨ªprocas y francas con el PSOE, hasta una celosa defensa de la autonom¨ªa del PSC respecto a las decisiones de alcance estrictamente catal¨¢n; desde una participaci¨®n desinhibida y desmercantilizada en la pol¨ªtica general espa?ola, a una reivindiaci¨®n de la presencia directa de Catalu?a en las instituciones supraestatales, incluida la UE. Pero todo esto vendr¨ªa dado por a?adidura.
El gozne de la innovaci¨®n que Catalu?a precisa para salir de su ensimismamiento se halla en un cambio de mayor¨ªa pol¨ªtica. Un cambio que implicar¨ªa la vertebraci¨®n de un nuevo catalanismo, un catalanismo que -usando las mismas palabras que Josep Termes emplea para caracterizar el catalanismo de la Renaixen?a- no es "un catalanismo entendido como una doctrina restringida y limitada, sino un catalanismo visto como la corriente de un r¨ªo, que suma afluentes, procedentes de muchas tradiciones; que incorpora ideas de procedencia muy variada". En suma, "un catalanismo, por otra parte, que no es ni un partido pol¨ªtico, ni una secta, ni una escuela, sino que se configura como una forma de entender el pa¨ªs y de intercambiar iniciativas y orientaciones con otra gente".
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