Ultrasoledad
?RASE UNA VEZ una agraciada jovencita, llamada Betty, que, toda sonrisas, lleg¨®, en vuelo regular, procedente de Canad¨¢, a Los ?ngeles, donde pretend¨ªa convertirse en actriz cinematogr¨¢fica. Por la misma ¨¦poca, pero a miles de kil¨®metros de all¨ª, en Taipei, otra no menos hermosa joven, de rasgos orientales, Vicky, tambi¨¦n se encaminaba, con alegre paso y expresi¨®n, hacia su trabajo nocturno en una discoteca, mientras iba especulando c¨®mo cambiar de novio, teniendo, como todav¨ªa ten¨ªa, su coraz¨®n dividido entre un antiguo y un nuevo amor. As¨ª comienzan los filmes, rodados en 2001, Mulholland Drive y Millennium Mambo, de, respectivamente, David Lynch y Hou Hsiao Hsien. Poco a poco, sin estridencias, pero de manera implacable, vemos trocarse en la pantalla los destinos risue?os de este par de ilusionadas j¨®venes en sendas encrucijadas sin salida, aunque toda nuestra sabidur¨ªa, en ausencia de los antiguos dioses, no ayude a explicarnos el porqu¨¦.
La pobre Betty, en vez de ver colmado su sue?o cinematogr¨¢fico, se topa con una negra pasi¨®n por una mujer, Rita, cuyos enredos la llevan a una crisis de identidad y a la muerte, mientras que la pobre Vicky, de plet¨®rico coraz¨®n dividido, pierde a sus dos amantes y acaba ella misma perdida, mientras espera sin saber el qu¨¦, en un lejano pa¨ªs de nieve. ?Qu¨¦ ha pasado entremedias para que tan inocentes apetitos de felicidad sean castigados por la adversidad? La vida se suele cobrar un alto precio por nuestra indiscriminada capacidad adolescente de so?ar, pero, sobre todo, cuando los sue?os carecen de otro contenido que el que les impone la pesadilla espectral de una realidad virtual, que nos convierte a todos en actores vicarios de una comedia de incontrolable gui¨®n.
Se ha escrito que Millennium Mambo reflejaba la soledad ultramoderna, una expresi¨®n feliz, que, a mi juicio, podr¨ªa traducirse tambi¨¦n como la ultrasoledad moderna, ese ir a tientas avanzando hacia ninguna parte. Para explicar este desamparo actual de la juventud hay eventualmente im¨¢genes m¨¢s que razones. As¨ª, por ejemplo, en la pel¨ªcula de Lynch, la del acongojado llanto de Betty/Diane y Rita/Camilla, a punto de intercambiar su mutua suerte y sus identidades, cuando, en plena noche, asisten al surreal espect¨¢culo del on¨ªrico Club del Silencio, cuando una fantasmag¨®rica cantante, llamada La Llorona, entona el corrido de su honda pena y ambas sienten que sus vidas est¨¢n irremisiblemente marcadas por la desgracia. En la pel¨ªcula de Hsiao Hsien, tanto la pat¨¦tica imagen de Hao-hao, el primer novio de Vicky, cuando compulsivamente husmea en el bolso de ¨¦sta para encontrar cualquier se?al culpable, antes de someterla al rito de oler su cuerpo con el mismo fin, o la de Jack, su amor alternativo, cuando la propone que tambi¨¦n ella imprima su rostro en la blanda nieve, dejando impresas las ef¨ªmeras huellas de sus rasgos. Una canci¨®n de l¨¢grimas y unas m¨¢scaras de hielo: he aqu¨ª el resto ultramoderno de la soledad.
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