El Pompidou de Par¨ªs rescata la obra m¨¢s intimista de Otto Dix a trav¨¦s de sus dibujos
Un centenar de piezas descubre otra dimensi¨®n del cronista de la decadencia burguesa
Este invierno, Par¨ªs ha conocido una nueva ocupaci¨®n alemana, una invasi¨®n pac¨ªfica y propiciada por la autoridades galas, que ha llevado a Max Beckmann a la sexta planta del Centro Georges Pompidou, a Christian Schad, a la Fundaci¨®n Maillol, y ahora a Otto Dix, a la galer¨ªa de dibujo del citado centro. Tres grandes artistas germanos, tres representantes del movimiento llamado Nueva Objetividad, que propuso en su d¨ªa una figuraci¨®n de nuevo tipo, fuertemente marcada por el expresionismo, y que cada uno de estos artistas interpret¨® de manera muy personal.
La exposici¨®n de Otto Dix, que se inaugur¨® el d¨ªa 15 y que se podr¨¢ visitar hasta el 31 de marzo, se compone de un centenar escaso de dibujos realizados entre 1916 y 1941 y lleva por t¨ªtulo Dibujos de una guerra a otra. Y de eso se trata, primero de exorcisar el horror de los a?os que van de 1914 a 1918 poniendo sobre papel los campos de batalla, los paisajes de pesadilla, lunares, repletos de cr¨¢teres, en los que se sacrificaron los j¨®venes europeos; luego Dix se interesa por la ciudad vista como para¨ªso invertido, lugar de todos los placeres superficiales y de todas las humillaciones profundas. Ese periodo de los a?os veinte nos muestra un Dix m¨¢s caricaturesco, que fuerza el trazo hasta reconciliarse con una tradici¨®n realista. "Mi ideal fue siempre pintar como los maestros de principios del Renacimiento". Dix como heredero y continuador de Cranach o Durero.
El artista ya no est¨¢ en guerra con el mundo que le rodea, pero sigue contempl¨¢ndolo con ojos cr¨ªticos. No necesita de composiciones simb¨®licas ni reforzar lo grotesco para que la verdad psicol¨®gica de los personajes y las situaciones aparezca. En esa ¨¦poca, Dix es nombrado profesor, recibe encargos p¨²blicos, se convierte en una de las grandes figuras de la joven Rep¨²blica alemana al tiempo que nace Ursus, su primer hijo.
La llegada de los nazis
En 1933 se rompe el equilibrio. Los nazis llegan al poder y Dix es expulsado de la Academia prusiana de las artes, el mural que hab¨ªa realizado para el Instituto de Dresde en 1932 es destruido en 1934 y sus obras sobre "inv¨¢lidos de guerra" son expuestas, ya en 1933, como "reflejo de la decadencia art¨ªstica" y, en 1937, como "arte degenerado". Doscientas cuarenta de sus telas y dibujos son descolgados de los museos alemanes.
Durante estos a?os de marginaci¨®n oficial, Dix sigue pintando. Se instala en el campo, junto a un lago, y se dedica al paisajismo. Los dibujos de ese periodo se abren con una evocaci¨®n del cementerio jud¨ªo de Randegg. Estamos en 1935 y el l¨¢piz de Dix se entretiene en las colinas, en los modestos cardos, en el rostro de un campesino anciano y, en definitiva, en la contemplaci¨®n de un mundo del que ahora s¨®lo es espectador, varias veces autorretratado.
Los ¨²ltimos carbones de la exposici¨®n cierran ese periodo de "exilio interior" -Dix, que hab¨ªa combatido como soldado voluntario durante la I Guerra Mundial, es movilizado de nuevo a los 54 a?os en 1945- con los esbozos de un tema cl¨¢sico del romanticismo alem¨¢n como es La joven y la muerte.
La procedencia, casi exclusivamente alemana, de la mayor¨ªa de las obras presentadas explica en parte el conocimiento confuso que se tiene de Dix en un pa¨ªs como Francia. La muestra se abre con dos telas, propiedad del Pompidou, extraordinarias ambas, que muestran en un caso a un militar en un burdel -es una obra de 1920 y un virtuoso ejercicio de cubismo expresionista-, y en otro, de 1926, a la periodista Sylvia von Harden en una actitud de manifiesta ambig¨¹edad sexual.
Resumir a Dix en esas obras es dar de su obra una visi¨®n incompleta. De hecho, esta exposici¨®n confirma hasta qu¨¦ punto el artista no es tan s¨®lo un excelente cronista de la decadencia de entreguerras y del llamado "sonambulismo burgu¨¦s", pues sobre todo en los dibujos de mujeres embarazadas, hechos en 1930, o en las tintas de 1927 con que celebra la llegada de Ursus, es posible intuir otra aproximaci¨®n al realismo, una manera de superar las exageraciones vanguardistas y los oropeles de la modernidad. Es una evoluci¨®n interrumpida o condicionada por su "ca¨ªda en desgracia" durante el nazismo.
Beckmann, que conoci¨® lo mismo, encontr¨® una salida en el exilio y en el simbolismo; Schad se instal¨® en Suiza y se dedic¨® al retrato venenoso; Dix vive la marginaci¨®n refugi¨¢ndose en la iconograf¨ªa cristiana y en una naturaleza idealizada. A partir de 1945, lanza "por la borda todo ese f¨¢rrago renacentista" e intenta enlazar con lo que qued¨® interrumpido en 1933.
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