Esa estatua
El fiscal solicita para ellos una indemnizaci¨®n, conjunta y solidaria, de cuatro mil euros por pintar de rojo con alevos¨ªa la estatua ecuestre del general Francisco Franco en la plaza de San Juan de la Cruz. Son cinco. He aqu¨ª sus nombres, para que se enteren las nuevas generaciones: Jos¨¦ Paulino Reyero, Nicanor Ocampo, Jos¨¦ Antonio de Torre, Juan Carlos G¨®mez y Diego Est¨¦banez. Los hechos acaecieron el 19 de mayo de 2001. Los osados comuneros andaban implicados, supuestamente, en una campa?a de Izquierda Castellana para exigir la eliminaci¨®n de s¨ªmbolos franquistas en nuestro medio ambiente.
Esa estatua cimarrona se ha convertido en referencia escatol¨®gica (para unos cuantos) y nost¨¢lgica (para unos pocos). No la logr¨® quitar de all¨ª ni siquiera Tierno Galv¨¢n. Hay quien asegura que el viejo profesor se neg¨® a prescindir de ella alegando que era ¨²til para que el pueblo no olvide y para desfogarse de vez en cuando. El pensador Rafael Munilla, esc¨¦ptico aunque apasionado, opina que ese tipo de monumentos son excelentes "para que los ciudadanos desaten sus iras verbales e ideol¨®gicas sobre seres a los que les importa un bledo lo que les digan". Las efigies tienen mucho prestigio, pero todas ellas son pasotas, desde?osas con la humanidad y algo guarras: permiten que las palomas y diversos bichos las utilicen para evacuar sus excrementos.
La declaraci¨®n de Reyero en el jucio tiene todo el empaque cl¨¢sico de un alegato calderoniano. Esto declar¨® el hidalgo castellano ante la fiscal¨ªa: "Como soy dem¨®crata, antifascista y republicano, hijo y nieto de dem¨®cratas, antifascistas y republicanos, organic¨¦, planifiqu¨¦ y me encaram¨¦ a la estatua del asesino Franco recordando a las v¨ªctimas del franquismo".
Que tiemble la estatua de Per¨®n, en la calle del mismo nombre. Porque los argentinos que andan por aqu¨ª ya no aguantan m¨¢s que haya una estatua dedicada a un se?or al que achacan casi todos los males de su pa¨ªs. Que tiemblen unas cuantas efigies m¨¢s, muchas de las cuales lograron ser estatuas por haber masacrado a su pueblo. Las estatuas est¨¢n para meterse con ellas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Francisco Franco
- Pol¨ªtica nacional
- Escultura
- Vandalismo
- Agresiones f¨ªsicas
- Opini¨®n
- S¨ªmbolos pol¨ªticos
- Obras arte
- Artes pl¨¢sticas
- Des¨®rdenes p¨²blicos
- Integridad personal
- Violencia
- Delitos orden p¨²blico
- Delitos
- Arte
- Justicia
- Franquismo
- Espa?a
- Dictadura
- Historia contempor¨¢nea
- Historia
- Fascismo
- Ultraderecha
- Ideolog¨ªas
- Pol¨ªtica