Repatriados
Algo tendr¨¢ la hiena para que los hombres no renunciemos a ver en este pariente del perro la imagen de nuestra propia ferocidad. Nada m¨¢s teclear esta frase, oigo, sin que en absoluto me lo hubiera propuesto, la voz de la abuela en La casa de Bernarda Alba: "?Magdalena, cara de hiena!". Llevar dentro la obra de un gran escritor no carece de ventajas.
?Les suena a ustedes el nombre de Enoch Powell? All¨¢ por los a?os setenta -cuando, cruzando resuelto el Canal de la Mancha, uno logr¨® escaparse de un pa¨ªs que no acababa de identificarse con el nuevo proyecto europeo-, Powell, pol¨ªtico conservador de los duros y maduros, sol¨ªa pregonar, con insistencia, la necesidad de devolver a sus respectivas patrias a los negros y dem¨¢s ralea que se hab¨ªan cre¨ªdo que, por la mera circunstancia de ser hijos del "British Commonwealth", ten¨ªan el derecho de abandonar sus pa¨ªses e instalarse en Gran Breta?a. ?Hab¨ªa que ver! Para que se fuesen, Powell estaba dispuesto, muy generoso ¨¦l, a que se les pagara el pasaje de vuelta. Catedr¨¢tico de griego y lat¨ªn, polemista de mucha elocuencia, aquel tipo desagradable y racista ten¨ªa, indudablemente, cara de hiena: cara larga, estrecha, con mand¨ªbulas fuertes, ese ment¨®n voluntarioso tan preciado de los ingleses, y una mueca de inconfundible desprecio en el momento de enfrentarse con los discrepantes. El hombre, cuando de inmigrantes se trataba, era todo lo contrario a la idea que uno ten¨ªa de un profesor de humanidades, capaz de leer a Plat¨®n, Virgilio y Arist¨®fanes en su idioma original. Daba verg¨¹enza ajena que tuviera esca?o en los Comunes.
He recordado mucho ¨²ltimamente a Powell (hoy en el seno de Dios) al ir siguiendo, en los medios de comunicaci¨®n, la situaci¨®n del casi centenar y medio de rumanos desahuciados, la semana pasada, de su asentamiento chabolista debajo del puente de la autov¨ªa A-49 en las afueras de Sevilla. Seg¨²n los peri¨®dicos, 93 de dichos seres, los que no tienen los papeles en regla, ser¨¢n "repatriados". Y uno se estremece ante tal uso ling¨¹¨ªstico, como si a estos desdichados les esperara en su lugar de origen la bienvenida b¨ªblica reservada a los hijos pr¨®digos. Repatriar a una persona significa que tiene patria. Pero hay patrias y patrias. De hecho, el concepto mismo, a estas alturas, produce escalofr¨ªo. En nombre de las patrias han sido sacrificados incontables millones de criaturas y se han cometido infinitas barbaridades. En Espa?a se sabe mucho de todo ello. De lo que significa ser un exiliado e incluso, en su propio pa¨ªs, un despreciado.
Que Europa haya abolido por fin la pena de muerte me parece uno de los logros m¨¢s revolucionarios jam¨¢s conseguidos por la humanidad. Creo que no se insiste lo suficientemente sobre ello. Una sociedad que ha decidido no matar a los que matan, que ha rechazado por vez primera en la historia el ojo por el ojo en su expresi¨®n m¨¢s brutal, tiene la fuerza moral para seguir eliminando injusticias, y la obligaci¨®n de hacerlo. En esta l¨ªnea, y por muchas razones, Andaluc¨ªa la mestiza debe ser piadosa con los inmigrantes.
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