EE UU: de la vieja a la nueva conquista del Oeste
En los ¨²ltimos a?os, nuestro pa¨ªs se ha acostumbrado a tantas cosas que a menudo pasamos de lo corriente a lo ins¨®lito sin darnos cuenta, como si se tratase de algo normal. Ah¨ª tenemos, por ejemplo, el asunto del buque de guerra espa?ol que, hace ya varias semanas, se enfrent¨® seriamente con un barco de Corea del Norte portador de una carga de misiles para los amigos americanos del Golfo y que sigui¨® adelante porque los americanos, precisamente, dijeron sin ambages que le dejaran pasar. En t¨¦rminos militares, el asunto fue brutal. En t¨¦rminos comerciales, sucio y asqueroso. En t¨¦rminos pol¨ªticos, un incre¨ªble varapalo que convirti¨® a los marinos espa?oles en juguetes de cart¨®n, y a nuestro Gobierno, en un conjunto de mayordomos de segunda fila. Es de suponer que cuando el se?or Bush y el se?or Aznar se reunieron en Washington unas semanas despu¨¦s se llamaron respectivamente Jorge y Jos¨¦ Mar¨ªa para demostrar lo amigos que son y pasaron a otra cosa, mariposa.
Sin embargo, el asunto era y es extraordinariamente importante. Primero, porque demostr¨® de manera contundente lo que ya sab¨ªamos, o sea, que los dirigentes de los Estados Unidos hacen lo que les da la gana con sus socios y con sus enemigos, presuntos o no. Segundo, porque, como ciudadanos de este pa¨ªs, estamos al albur de que los norteamericanos, con un descaro absoluto y con un presidente nuestro que s¨®lo sabe decir yes, yes y okey, okey, nos traten como los chicos de los recados. Tercero, porque se demuestra descarnadamente que toda la parafernalia del presidente Bush y sus colegas no es m¨¢s que un asunto sobre qui¨¦n se apropia el petr¨®leo mundial.
Lo ocurrido en este caso es una clara demostraci¨®n de cu¨¢l es hoy por hoy el funcionamiento de un mundo que ha quedado en unas solas manos. Que un pa¨ªs que se vio sorprendido por el tremendo asunto de las dos torres de Nueva York declare solemnemente que en el mundo actual hay tres pa¨ªses que crean y dirigen el mal en todo el planeta y diga sin ambages que estos pa¨ªses son Ir¨¢n, Irak y Corea del Norte es, en principio, ins¨®lito. Pero deja de serlo cuando se sabe que la supuesta gangrena de este mal en Irak e Ir¨¢n coexiste con la riqueza de ambos en el mundo del petr¨®leo, especialmente en Irak. Y que Corea del Norte, el ¨²nico pa¨ªs deshecho y hambriento que todav¨ªa mantiene los restos de una bandera bolchevique perdida en el espacio y en el tiempo, construye y vende unas armas de destrucci¨®n que interesan mucho a los Estados Unidos.
En el caso de Irak est¨¢ todo muy claro. El problema no es el aspecto militar del asunto, sino el dato fundamental de que Irak es el segundo gran pozo del petr¨®leo mundial. Lo que el Gobierno norteamericano persigue no es, por consiguiente, una guerra de largo plazo, que provocar¨ªa sin duda grandes cantidades de v¨ªctimas y muchos destrozos petrol¨ªferos. Como lo demuestra el proyecto dirigido recientemente al presidente Bush por su asesora de seguridad nacional, la temible se?ora Condolezza Rice, se trata de eliminar sin ambages el actual Gobierno iraqu¨ª, de crear un poder militar ejercido directamente desde Washington con un Gobierno m¨¢s o menos t¨ªtere en Bagdad, de reactivar la extracci¨®n de crudo a toda prisa, de eliminar las actuales restricciones a la exportaci¨®n y de ocupar militarmente todos los sectores petrol¨ªferos, que pasar¨ªan sobre todo a manos de las empresas norteamericanas.
El caso de Ir¨¢n es para Bush y C¨ªa. m¨¢s complejo y seguramente m¨¢s dif¨ªcil. Lo es por la gran dimensi¨®n del pa¨ªs, por la existencia de unos sectores sociales m¨¢s abiertos y dispuestos a la acci¨®n y por unos sectores petrol¨ªferos menos ricos que los de Irak. Pero los dirigentes de los Estados Unidos se han metido en esta zona, que presenta para ellos m¨¢s obst¨¢culos que posibilidades, a menos que intenten convertir el pa¨ªs en un foco de luchas tribales para disponer de un terreno de acci¨®n m¨¢s ancho y, desde luego, enormemente complicado.
No hay que olvidar que despu¨¦s de la intervenci¨®n de Estados Unidos en Afganist¨¢n, en nombre de la ONU, se han dado grandes pasos para la penetraci¨®n norteamericana en la anterior zona sovi¨¦tica, especialmente en Tayikist¨¢n, Uzbekist¨¢n, Turkmenist¨¢n y el gran espacio de Kazajist¨¢n, zonas petroleras y centros fundamentales, con el propio Afganist¨¢n, para el cultivo y la expansi¨®n de la droga. Y, por lo que parece, existe por el momento una cierta divisi¨®n de los espacios: mientras los rusos controlan b¨¢sicamente el gran mercado de la droga, los norteamericanos intentan hacerse con el mercado del petr¨®leo, sin que existan barreras consolidadas y sin que ni rusos ni norteamericanos den por hechos consolidados sus posiciones actuales.
Si esto es as¨ª, mucho menos deber¨ªa interesar a los Estados Unidos el caso de Corea del Norte. All¨ª, ni petr¨®leo ni nada. Pero ¨¦ste es, quiz¨¢, el caso que m¨¢s demuestra la dualidad de la presencia norteamericana porque el extra?o asunto de un barco coreano interceptado por un buque espa?ol es una demostraci¨®n de que EE UU juega todas las cartas al mismo tiempo: quiere eliminar a los dirigentes coreanos, pero acepta sin tapujos que estos mismos coreanos vendan armas a pa¨ªses supeditados a los propios estadounidenses.
En t¨¦rminos generales, es indudable que este asunto fue un tremendo bofet¨®n para los marinos espa?oles, que cumpl¨ªan bien su deber, seg¨²n se percibi¨® en las primeras im¨¢genes. Pero las tandas de bofetones siguientes tuvieron que convertirse para ellos en una aut¨¦ntica humillaci¨®n en manos de unos jefes norteamericanos que, sin m¨¢s palabras, les ordenaban que no se metiesen en asuntos de primera mano y que, sobre todo, olvidasen lo que hab¨ªan visto, o sea, que los Estados Unidos abr¨ªan paso a un convoy de una Corea considerada como integrante del eje del mal. No s¨¦ si los se?ores Bush y Aznar dejaron el asunto en la papelera, pero es un tema muy serio que de ninguna manera podemos dejar en manos de ambos ni, menos todav¨ªa, en manos de nuestro ministro del ramo, el se?or Trillo, que contaba maravillas de la Espa?a imperial hasta que sus jefes norteamericanos le dijeron tajantemente que callase.
Despu¨¦s de todo esto, ?qu¨¦ se puede esperar del concepto norteamericano del bien y del mal? ?Por qu¨¦ un pa¨ªs que tiene petr¨®leo y otro que tiene armas son malos y dejar¨¢n de serlo si este mismo petr¨®leo y estas mismas armas pasan a manos de los Estados Unidos? Que un solo pa¨ªs, por grande y por democr¨¢tico que sea, intente hoy convertirse por las buenas y, sobre todo, por las malas en el ¨²nico dirigente del mundo pol¨ªtico, del mundo econ¨®mico y hasta del mundo cultural, es algo ya conocido en la historia llamada universal, pero ins¨®lito en la forma en que se apresta a hacerlo el actual. Es de esperar, por consiguiente, que la futura Europa se consolide no como una rival, sino como un factor de pol¨ªtica sensata, de econom¨ªa s¨®lida y de cultura abierta que frene a dirigentes tan rudimentarios como los que hoy gobiernan los Estados Unidos y otros que les pueden seguir por sendas iguales o parecidas. Lo mismo cabe decir de otras entidades, como China por ejemplo, que puedan asentarse como pilares igualmente s¨®lidos y que en la dif¨ªcil tarea de la composici¨®n y la recomposici¨®n del futuro otros pa¨ªses o grupos de pa¨ªses salgan de sus guetos hist¨®ricos para frenar la presi¨®n enloquecida de unos Estados Unidos que, hoy por hoy, tienden a inclinarse hacia una nueva y feroz conquista del viejo y del nuevo Oeste.
Jordi Sol¨¦ Tura es senador socialista de la Entesa Catalana de Progr¨¦s.
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