Sweet Habana
Cuba es La Habana y La Habana es el Malec¨®n.Y para adentrarme en el mundo cubano, pa¨ªs de excelentes escritores, leo Antes que anochezca (Tusquets, l992), de Reinaldo Arenas. En ¨¦l encuentro un p¨¢rrafo extraordinario : "Yo iba caminando por la orilla acompa?ado por mi abuela y otros primos de mi edad cuando decubr¨ª a m¨¢s de 30 hombres ba?¨¢ndose desnudos.Todos los j¨®venes del barrio estaban all¨ª, lanz¨¢ndose al agua desde una piedra. Ver aquellos cuerpos, aquellos sexos, fue para m¨ª una revelaci¨®n: indiscutiblemente me gustaban los hombres; me gustaba verlos salir del agua, correr por entre los troncos (...), me gustaba ver los cuerpos chorreando, empapados, con los sexos relucientes. (...) Con mis seis a?os, yo los contemplaba embelesado y permanec¨ªa ext¨¢tico ante el misterio glorioso de la belleza". El libro de Reinaldo Arenas, escritor homosexual perseguido por el r¨¦gimen castrista y que se suicid¨® en Nueva York en diciembre de 1990, no es s¨®lo el relato de sus peripecias existenciales y de la represi¨®n ejercida sobre los homosexuales en Cuba hasta hace pocos a?os, sino sobre todo -especialmente en su primera parte- un canto al deseo sexual, al placer carnal. Arenas cuenta como, al abandonar la finca y mudarse a la ciudad de Holgu¨ªn, se acab¨® para ¨¦l "una ¨¦poca de miseria y aislamiento pero tambi¨¦n de encanto"; "una expansi¨®n, un misterio y una libertad que ya no ¨ªbamos a encontrar en ninguna parte". Reinaldo se escapaba del bullicio de la cocina de su casa, poblada de mujeres, y se iba al monte, a la arboleda o al arroyo; hac¨ªa el amor con las gallinas, las chivas,las puercas y hasta una yegua; andaba por los ¨¢rboles, "desde donde las cosas parec¨ªan mucho m¨¢s bellas". Se "templaba" (bello verbo que significa follar, copular) a un ¨¢rbol, a un mel¨®n, a una calabaza, como hacen, por cierto, en Valencia seg¨²n me cont¨® uno de all¨ª. Pronto para Reinaldo Arenas "singar" (copular) se convirti¨® en una suerte de acto de protesta contra el r¨¦gimen de Castro: "Creo que nunca se sing¨® m¨¢s en Cuba que en la d¨¦cada de 1960 (...) precisamente cuando el acto sexual se convirti¨® en un tab¨², (cuando) se pregonaba al hombre nuevo y se exaltaba el machismo". Como si de exorcismos se tratara para ahuyentar la represi¨®n y el miedo, Arenas va relatando sus "fleteos" y copulaciones en unos episodios cuya gracia y sentido rocambolesco acaba por recordarnos a la picaresca quevediana o cervantina. En su larga agon¨ªa en las s¨®rdidas c¨¢rceles cubanas no mantuvo , en cambio, ninguna relaci¨®n sexual por el peligro que ello pod¨ªa acarrearle y cuando, finalmente, consigui¨® llegar a Estados Unidos, constat¨® c¨®mo en aquel pa¨ªs libre pero neur¨®tico las relaciones homosexuales resultaban mec¨¢nicas y tediosas (algo que cualquier heterosexual que haya vivido all¨ª tambi¨¦n corroborar¨ªa ). "Yo sab¨ªa ya que el sistema capitalista era tambi¨¦n un sistema s¨®rdido y mercantilizado", sigue diciendo Arenas, (...) y a?ade : "La diferencia en el sistema capitalista es que uno puede aqu¨ª gritar". ?Pero ya quisiera el lector volver a aquellas p¨¢ginas primeras en donde la celebraci¨®n del placer es constante,en donde la vitalidad sexual (sin importar su g¨¦nero ni su orientaci¨®n) todo lo invade! Qu¨¦ diferencia, iba pensando yo, entre este sexo y los sexos europeos actuales: sexo fr¨ªo el de Catherine Millet, y sexo fr¨ªo, aunque pretenda lo contrario, el de Michel Houellebecq en su tan loado libro Plataforma.
Y as¨ª, con las p¨¢ginas de Arenas en mente, vi por primera vez el Malec¨®n. En un fr¨ªo d¨ªa de diciembre, las gigantescas olas romp¨ªan contra el muro con furia y atravesaban al otro lado como babeantes olas de semen, blanco y resbaladizo. El mundo de Arenas se hab¨ªa colado en mi retina.
Victoria Combal¨ªa es cr¨ªtica de arte
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