Bumeranes contra Maragall
Ese gran intuitivo que es Jordi Pujol fue el primero en reconocer a Maragall como el socialista que podr¨ªa impedirle en su momento la presidencia vitalicia de la Generalitat. De ah¨ª sus intentos primeros de dificultar los logros del Ayuntamiento barcelon¨¦s, que renovaba, engrandec¨ªa y universalizaba el cap i casal de forma tan evidente, as¨ª como las reticencias y modestos apoyos tard¨ªos a los Juegos Ol¨ªmpicos. Tras declarar Pujol que los municipios de la Corporaci¨®n Metropolitana eran un "contrapoder" del suyo propio, aprovech¨® su mayor¨ªa absoluta para desconstruir dicha entidad con el fin de quitarle a su posible rival una plataforma de lanzamiento pol¨ªtico futuro. Como guinda, alguien orquest¨® una injuriosa campa?a sobre la conducta privada del alcalde y por la cual su padre, buen amigo de la familia Pujol en tiempos de c¨¢rcel, tuvo que exigir personalmente del presidente que cesase y, en efecto, se acab¨® inmediatamente. Todo lo anterior fue adobado con el estribillo machac¨®n de negarle al PSC patente de catalanidad por ser sucursal de un partido centralista. Pues bien, nada de lo practicado impidi¨® que la Barcelona de Maragall sea hoy un modelo internacional, as¨ª como los JJ OO, de cuyos organizadores nadie hizo ni siquiera el intento de poner en duda su honestidad financiera. Los ayuntamientos metropolitanos reconstruyeron, pese a todo, su unidad y hoy son uno de los pilares m¨¢s firmes del candidato a sustituir a Pujol. En cuanto a la supuesta dependencia de un partido centralista, hoy es seguro que no se le puede ganar en ese punto a quien desde hace tres a?os sigue mandando en Catalu?a gracias al PP de Aznar.
Cuando Maragall consider¨® excesivos los mandatos recibidos como alcalde y se retir¨®, mediado el ¨²ltimo, para que el nuevo elegido por el consistorio tuviera tiempo de merecerse su ratificaci¨®n en las urnas, se dijo y se ha repetido como un latiguillo que hab¨ªa incumplido sus deberes con el cargo. La mayor¨ªa absoluta alcanzada por Clos, y que probablemente revalidar¨¢, demostr¨® la previsi¨®n responsable y el acierto de Maragall. Tambi¨¦n cuando encabez¨® las listas del PSC en las ¨²ltimas elecciones arreciaron las cr¨ªticas despectivas y burlonas. El resultado fue que el socialista obtuvo m¨¢s votos que Pujol y s¨®lo la ley electoral le permiti¨® a ¨¦ste seguir en el poder. Esta ley, dicho sea de paso por este modesto jurista, era v¨¢lida ¨²nicamente para las primeras elecciones del Parlament en 1980, seg¨²n la disposici¨®n transitoria del Estatuto y que, pese a castigar injustamente a una gran parte de los catalanes, cuyo voto vale mucho menos que el del resto, se ha mantenido durante 15 a?os por mayor¨ªas absolutas, logradas gracias a ella, que por puro partidismo satisfecho se han negado a cumplir el precepto estatutario. Al pretender cumplirlo por fin, con una ley que asegure el voto comarcal y haga justicia a la odiada ¨¢rea metropolitana, Maragall acaba de ser acusado, sin raz¨®n e incluso con calumnias perseguibles judicialmente, de que desprecia a Catalu?a y es un "antipatriota" y un "subversivo". En todo caso, el triunfo de Maragall en 1999, con m¨¢s votos que Pujol, ha sido la raz¨®n decisiva para que ¨¦ste se retirara en vida. Una vez m¨¢s se confirm¨® su intuici¨®n: s¨®lo Maragall pod¨ªa ganarle. Pero dos veces seguidas era insoportable. Que fuese otro el perdedor.
Cuando Maragall proclam¨®, para que los catalanes no se enga?aran, que era una ley inv¨¢lida la que le imped¨ªa gobernar y no los votos, se le acus¨® de no saber perder, pero la gente se enter¨® de la verdad. Cuando asumi¨® su papel de jefe de la oposici¨®n se dijo que no aguantar¨ªa un a?o. Cuando present¨® su moci¨®n de censura para que los catalanes supieran qu¨¦ hac¨ªa y qu¨¦ no hac¨ªa la diversidad de minigobiernos de Pujol en crisis constante, se habl¨® de su inutilidad y de su fracaso, con burlas a sus escasas dotes de parlamentario. Hoy, varias encuestas solventes nos recuerdan que la opini¨®n popular valora por encima de la media la oposici¨®n llevada a cabo por Maragall, no en un a?o, sino en tres. A esto podemos a?adir que cuando el grupo parlamentario socialista y de Ciutadans pel Canvi ha encabezado la reclamaci¨®n y elaboraci¨®n de un nuevo Estatuto, apoyado por toda la izquierda, ha encontrado la resistencia, el boicoteo y, al final, la presentaci¨®n de una mala copia por parte del conseller en cap, el se?or Mas, aunque de poco le sirve porque la opini¨®n popular consultada da m¨¢s puntos a Maragall en lo que hasta ahora parec¨ªa monopolio convergente: la defensa de Catalu?a.
A este antipatriota de Maragall le dice la opini¨®n popular, seg¨²n los sondeos, que am¨¦n de defender mejor el pa¨ªs que su oponente, se distancia de ¨¦l duplicando, triplicando o cuadriplicando su valoraci¨®n respecto a experiencia, cercan¨ªa a los ciudadanos, conocimiento de los problemas, capacidad de di¨¢logo, eficacia, proyecci¨®n internacional y ?honradez! Para no desmerecer al conseller en cap, que ha tenido pocas ocasiones para demostrar sus propias virtudes, basta con destacar que las de Maragall son ya de dominio p¨²blico e innegables. Por eso y por otras causas, el 71% de los encuestados cree bueno o muy bueno que haya un cambio de partido gobernante e incluso el 54% de los antiguos votantes de CiU se integran en ese porcentaje. Si no se olvida que los sondeos apuntan hacia la mayor¨ªa socialista, podemos imaginar de d¨®nde provendr¨¢ tambi¨¦n una gran parte de sus votos.
Las armas arrojadizas que los tres mosqueteros de la derecha convergen en lanzar una y otra vez contra Maragall, nerviosos e irritados, han sido, son y ser¨¢n, por lo que estamos viendo, bumeranes que al no poder dar en el blanco (ni en la diana), se vuelven contra el imprudente de poco tino que las lanza y le golpean donde m¨¢s le duele. Pero esto es t¨ªpico de nuestra derecha. No tiene raz¨®n y va al bulto del rival, acude al ataque personal y manipula sin rubor sentimientos patri¨®ticos para lograr el ¨²nico apoyo posible, aparte de los intereses, que es el emocional. Lo mismo hac¨ªan los de Camb¨® contra Maci¨¤ y Companys. Pero el liderazgo de la Catalu?a aut¨¦nticamente patriota se lo llevaron ellos.
J. A. Gonz¨¢lez Casanova es constitucionalista.
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