Cierto aire cosmopolita
Las puestas en escena nunca son inocentes, y mucho menos las de los pianistas. La aparici¨®n de Jean-Yves Thibaudet, el martes en el Auditorio, fue, hasta cierto punto, reveladora: chaqueta de cuero, hebillas doradas en los zapatos, andares decididos, un toque elegante a lo Nacho Duato. Daba pistas sobre por d¨®nde pod¨ªan ir los tiros. El pianista franc¨¦s cuida (y mucho) su imagen, y no solamente en Madrid.
En el v¨ªdeo de promoci¨®n de su casa discogr¨¢fica, con preludios de Debussy, le viste Versace, y las esculturas de fondo son de Anish Kapoor. En el documental que le dedic¨® la BBC, alrededor de Chopin, las grabaciones est¨¢n hechas nada menos que en el Hatchlands Park. Y, en fin, en su v¨ªdeo m¨¢s conocido, de canciones italianas acompa?ando a Cecilia Bartoli, la filmaci¨®n se desarrolla en el teatro quiz¨¢ m¨¢s maravilloso de Europa, de la vieja Europa: el Ol¨ªmpico de Vicenza.
Jean-Yves Thibaudet
Jean-Yves Thibaudet (piano). Obras de Fr¨¦d¨¦ric Chopin, Franz Liszt, Claude Debussy, Erik Satie y Olivier Messiaen. VIII Ciclo de grandes int¨¦rpretes, organizado por la Fundaci¨®n Scherzo y patrocinado por EL PA?S. Auditorio Nacional. Madrid, 27 de enero.
Tiene Jean-Yves Thibaudet un aire cosmopolita, de aire moderno. Es joven (Ly¨®n, 1961), inquieto y, a pesar de los pesares, no excesivamente carism¨¢tico. Todo se andar¨¢. La presentaci¨®n madrile?a en un recital solitario era, como m¨ªnimo, oportuna, para desvelar si su fama se corresponde con la realidad. Digamos, de entrada, que no defraud¨®. M¨¢s a¨²n: acab¨® en clima totalmente triunfal.
Vayamos por partes. Su Chopin fue variado y ligero: dos nocturnos, dos estudios, dos valses. Trat¨® de distanciarse tanto de los t¨®picos rom¨¢nticos asociados al compositor que al final su lectura result¨® distante. En Liszt fueron las cosas mucho mejor. La actitud cantabile del pianista le alej¨® de los excesos. El fraseo fue de una enorme transparencia. Jean-Yves Thibaudet demostr¨® su dominio t¨¦cnico. Y as¨ª Liszt, en su fragmento para "despu¨¦s de una lectura de Dante", lleg¨® a la sala con una musicalidad admirable. Sin gangas, sin atropellos.
Los Estudios de Debussy fueron como un c¨®ctel de aperitivo. Un c¨®ctel, en cualquier caso, m¨¢s cercano a un Bellini a la manera del Harrys Bar de Venecia que a un whisky sour a lo Horcher. Los platos fuertes estaban por llegar: un excepcional Erik Satie y un apabullante Olivier Messiaen. El pianista desplegaba todas sus armas: naturalidad, ausencia de prejuicios, limpieza, swing, equilibrio entre sonidos y silencios, embrujo.
Llegaron las propinas. Y en un pianista tan cuidadoso como Jean-Yves Thibaudet no fueron casuales, sino complementarias al esp¨ªritu del recital. Un arrollador Liebestod, de Trist¨¢n e Isolda, de Richard Wagner, con una pasi¨®n contenida no exenta de arrebato, y un Duke Ellington que daba muchas claves sobre la esencia de lo que hab¨ªa sido la tarde.
Despu¨¦s, Federico Mompou, como un detalle de afecto al p¨²blico espa?ol, o como un punto obligado de retorno despu¨¦s del largo viaje. ?Un pianista franc¨¦s? ?Un pianista posmoderno? No lo s¨¦. En cualquier caso, un pianista diferente. Con desparpajo, con vitalidad. Cosmopolita.
Babelia
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